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Caterine Ibargüen, la reina del salto triple

Caterine Ibargüen / Foto AFP


El triple salto de los Juegos Olímpicos de Rio eligió el domingo a su reina del carnaval, Caterine Ibargüen, pese a que no es muy fan de la samba y prefiere otros ritmos latinos, más populares en su Colombia natal o su Puerto Rico de adopción.


"Cada quien tiene en la vida su cuarto de hora, que lo motiva, que lo entusiasma a ser triunfante. Es un momento de buena suerte que uno lo adora. Es mi momento, esa es mi estrella y voy p'alante": así empieza el vallenato que 'Caterine la Grande' escucha antes de sus competencias. Y ella fue "p'alante", hasta los 15,17 metros.


En Río, donde el domingo hizo historia colgándose la medalla de oro olímpica, siguió seguramente sus rituales, a medio camino entre la estrategia, la superstición y la fórmula del éxito.


Se coloca en las orejas sus aretes de la suerte, los que le regaló su madre. Se pone sus zapatillas talismán.


Y se automotiva con música. Con reggae, reguetón y con ese vallenato de Silvestre Dangond, "Mi propia historia". Para disparar la adrenalina, ponerse en 'modo ON' y preparar su mente para volar en tres zancadas.


Nacida en Antioquía hace 32 años, creció en Apartadó, en una familia humilde y en un hogar con padres separados en la distancia, lo que le hizo madurar quizás antes de tiempo.


Disciplinada, decidida y con una fuerte personalidad, su altura y su físico le hicieron pronto canalizar sus dotes naturales hacia el deporte.


Primero lo intentó en el voleibol y luego llegó ya el turno del atletismo y del traslado a Puerto Rico para cursar sus estudios de Enfermería, siguiendo los pasos de su gran amiga Eliecith Palacios, atleta olímpica en Róo en velocidad, donde no pasó el viernes la primera ronda de los 100 metros.


En las prácticas en el hospital, la amabilidad de Caterine seducía a todos, que enseguida pedían que fuera a atenderles. Los que no sabían su nombre le llamaban cariñosamente "La Negrita".


El encuentro con Duany


En el atletismo, Puerto Rico y el entrenador cubano Ubaldo Duany son claves.


El gran mentor de Ibargüen es el hombre que mejor supo leer las condiciones excepcionales de esa joven colombiana espigada y atlética.


Se pensó incluso en las pruebas combinadas, como una atleta de heptatlón, pero los 800 metros se le resistían.


Hizo 200 metros, salto largo, salto alto, lanzamiento de bala, lanzamiento de jabalina... Madrugones a las 6 de la mañana para ejercitarse, en ocasiones antes de una larga jornada en la universidad.


A sus primeros Juegos Olímpicos, en Atenas en 2004, fue como atleta de salto alto, igual que a los Mundiales al aire libre de Helsinki-2005 y Berlín-2009. En ninguno de ellos pudo superar la ronda clasificatoria.


Tuvo que esperar al paso al triple salto para conseguir en 2011, ya con 27 años, acceder a su primera gran final y ganar incluso la medalla de bronce en el Mundial de Daegu (Corea del Sur).


Un año más tarde llegó la plata de Londres-2012 y tras esa 'derrota' encadenó 34 competencias seguidas ganando, hasta principios de junio de este año en Birmingham.


Entre medias, los títulos mundiales de Moscú-2013 y Pekín-2015, además del 15,31 metros que fijó como nuevo récord sudamericano y plusmarca personal en 2014 en la pista del estadio Louis II de Mónaco, en una de las citas de la Liga de Diamante.


Conquistar el oro olímpico en Río-2016, con 15,17 metros, pone un "final feliz" a un recorrido mágico.


Ibargüen, con 32 años, ya ha empezado a diseñar cómo será su vida después del atletismo.


Se ha lanzado como empresaria con una línea de complementos y optó por un máster sobre gestión deportiva.


Una prueba más de que no deja nada a la improvisación y de cómo ha hecho de la planificación una fórmula de oro, que continúa sin fallar.


Antes de la retirada, pensando ya en 2017, Ibargüen tiene dos grandes desafíos: el Mundial de Londres y seguir acercándose al récord mundial de 15,50 de la ucraniana Inessa Kravets, muy lejano todavía pero hacia el que quiere emprender vuelo.