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G20: Una cumbre con peleas, besos, confusiones y misterios

Foto: AFP


La ciudad china de Hangzhou fue durante dos días capital diplomática del mundo al ejercer como sede de la cumbre del G20, un encuentro que pese a lo distinguido de sus asistentes y a lo sesudo de lo que negociaron, también dejó algo de espacio para varias anécdotas divertidas.

La primera de ellas, que no divirtió precisamente a la delegación estadounidense ni a los anfitriones chinos, se produjo con la llegada del presidente de EE.UU., Barack Obama, quien por poco no se encontró con una batalla campal entre su séquito y el protocolo local nada más bajarse del avión.

Al parecer, desacuerdos de seguridad entre ambas delegaciones hicieron que Obama no pudiera bajar del Air Force One por el portón habitual y usando la típica escalera aeroportuaria, sino a través de una escotilla de servicio, casi por la puerta de atrás.

Ello motivó que la llegada de una de las personalidades más esperadas en la cumbre no pudiera ser filmada ni fotografiada por los periodistas, lo que causó escenas de tensión y muchos gritos en las proximidades del avión presidencial.

"Es nuestro avión y es nuestro presidente", decía una funcionaria de la Casa Blanca a un funcionario chino, que replicó visiblemente airado: "Y es nuestro país y nuestro aeropuerto".

No todo fueron malas caras en Hangzhou, como demostró el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien sorprendió a propios y extraños cuando en el solemne recibimiento del presidente chino, Xi Jinping, a los asistentes a la cumbre rompió el protocolo y en lugar de estrecharle la mano le dio dos besos.

En Luxemburgo, como en otras zonas de influencia francesa, besarse en las mejillas es común entre hombres que se conocen o son parientes, pero en China, donde hasta es raro que las madres y los padres usen este gesto de cariño con sus hijos, el saludo de Juncker al hombre más poderoso del país causó un gran revuelo en la sala de prensa.

Xi, en todo caso, ni se inmutó por los ósculos, quizá pensando que es normal que en Hangzhou, la ciudad más romántica para los chinos -como la Verona occidental, es escenario de una famosa historia de amoríos imposibles- hasta los líderes de la Unión Europea pueden de repente volverse cariñosos.

Otro incidente vivido en la cumbre fue protagonizado por el presidente argentino, Mauricio Macri, o más bien por su padre, ya que fue éste, el empresario Franco Macri, el que figuraba en una foto de la prensa oficial como supuesto representante del país del Cono Sur en la cumbre del G20.

El error fue cometido por la web de la agencia oficial, Xinhua, en su portal sobre la cumbre, y aunque el fallo fue subsanado dio tiempo suficiente para que la prensa argentina se hiciera gran eco de ello el fin de semana.

La esposa de Macri, Juliana Awada, fue sin duda una de las sensaciones de la cena de gala de la cumbre, a la que compareció con un vestido de falda corta y brillos satinados, aunque el atuendo que más comentarios despertó entre los chinos fue el de su primera dama, la soprano Peng Liyuan, azul eléctrico y con bordados tradicionales.

Esos comentarios, sin embargo, fueron misteriosamente censurados en las redes sociales chinas sin que nadie se explicara por qué, como no fuera el hecho de que hace dos años, en otra cumbre de líderes mundiales celebrada en China, Peng fue "cortejada" por el presidente ruso, Vladímir Putin, cuando llevaba un vestido similar, por lo que era mejor que nadie atara cabos.

En las decenas de discursos, ruedas de prensa y palabras de cortesía entre líderes, casi todo fue lenguaje financiero, deseos de cooperación y otras fórmulas retóricas con escaso lugar a la improvisación, aunque el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, fue uno de los pocos que intentó salirse de las normas establecidas.

En la ceremonia de bienvenida que le dio el presidente chino, casi calcada a la del resto de jefes de Estado y Gobierno, Rajoy decidió confesar a Xi que le encantaba el Lago del Oeste, gran símbolo natural de la ciudad, como escenario para practicar su deporte favorito: las caminatas rápidas a las seis de la mañana.



Por: EFE