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El colegio que le salvó la vida a 376 perros y gatos y al burro Lorenzo

Foto referencial de Ingimage




Por: Carlos Brand

En la entrada del Colegio Delia Zapata Olivella ladraban dos perros callejeros. Uno de ellos -rucio y de pelo corto- gruñía y atemorizaba a una madre quien, como todos los demás, también esperaba que le abrieran la puerta.

Íbamos a la inauguración de un hogar de paso para animales abandonados. Y como era evidente, los invitados especiales no eran ni los medios, ni los padres: los dos perros, Tarzán y su compañero french poddle, entraron felices y orgullosos como si se les abrieran las puertas del cielo.

Este es el último paso de una idea que hace seis años viene salvando la vida de animales abandonados, en una zona donde los perros y los gatos en la calle son más que las buenas intenciones de salvarlos. En contraprestación, esos animales también enseñan cosas invaluables.

"Uno piensa que son como un adorno, pero ellos realmente no son un adorno. Son un ser vivo, son como nosotros, tienen sentimientos iguales a nosotros", dijo una de las cuidadoras.

"Muchas veces nosotros vamos por la calle y vemos un perro mal y le hacemos el feo pero debemos apoyarlos, ellos también pueden hacer muchas cosas por nosotros", añadió su compañera.

Adentro del colegio las bombas azules y blancas y la tarima no adornaban tanto como los cojines negros adaptados para una Pug epiléptica: Tomasa, a quien un niño salvó de la muerte asistida y una niña la cuida, como lo recuerda el rector del colegio Jaime Casas.

"Él tiene enfermera propia, que es una niña. Ella le pone sus inyecciones porque la perrita es epiléptica, aprendió ya a controlar esfínteres, es que el perro, es como tener un hijo, a veces hasta más importante, aunque suene a un despropósito, porque el perro siempre agradece", dijo Jaime.

Así como cuando un colegio adopta a un burro...

El rector Casas cita con orgullo el cuadrúpedo más pesado que rescataron los estudiantes del Delia Zapata. Su nombre es Lorenzo.

"Aquí ha habido hasta la adopción de un burro, un burro abandonado que tiraron por allá, alguien desnaturalizado y nosotros lo trajimos".

¿Y qué fue lo que pasó con aquel burro?

"El burro estaba botado por el lado de Sesquilé y cada vez que salían de jornada de convivencia veían el burro ahí botado, amarrado y triste y una vez consiguieron un camión y se lo trajeron, lo amaron al burrito y lo dieron en adopción en una finca.
-Vive ahora otra vida
-Está viviendo la vida que se merece, no por burro jajajajaja".

El rector recuerda al pequeño Óscar, no fue su estudiante sino su primer perro, conocido en el barrio por su inverosimil sonrisa: Un camión le quitó todos los dientes de un estrellón, haciéndolo el más popular de los perros, por tener una caja de dientes que sobresalía del hocico.

Detrás de las anécdotas con final feliz se evidencia lo triste e indignante del trato que le da la especie humana a otras especies y en particular a las más cercanas.

La Profesora Andrea Murcia es la gestora del proyecto "amigos de 4 patas". Ella cuenta la historia de Mickey, un schnauzer que dice mucho de la humanidad que tenemos.

"Lo encontramos con desnutrición, pero después lo llevamos al veterinario y nos dimos cuenta de que tenía su boquita grapada. Se la habían grapado con una cosedora industrial", dijo, pero gracias a una colecta entre todos los estudiantes pudo rehabilitarse.

Son un misterio las razones por las cuales se comete una salvajada de ese tamaño y la pregunta que queda es ¿Qué otras torturas y vejámenes sufren otras mascotas dentro de las casas? un perro no puede denunciar, un gato no puede denunciar...

Desde este lugar en Suba, localidad al noroccidente de Bogotá, 180 estudiantes se despiertan a las 5:30 de la mañana, asean el hogar de los animales, filtran la arena apestosa de los gatos, pasean a jalonazos a los perros, los alimentan y así, dedican su tiempo a alguien más que a ellos mismos. Ellos salvan mascotas y las mascotas salvan un poco de su humanidad.