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Carlos Alonso Lucio tilda de cobarde y mentiroso al fiscal Montealegre

Foto cortesía prensa Fiscalía



Carlos Alonso Lucio, esposo de la senadora Viviane Morales, respondió a las acusaciones que hizo el actual jefe de la Fiscalía, Eduardo Montealegre, en las que lo señaló de haber tenido injerencia al interior de la entidad durante el periodo de la exfiscal.

Lucio le dirigió una carta en la que lo tilda de mentiroso y cobarde. Mentiroso por haber afirmado en una entrevista en el diario El Tiempo que la Fiscalía estaba bajo “la sombra de Carlos Alonso Lucio” y cobarde por haberlo involucrado en estos hechos sin tener pruebas.

“Ese señalamiento es sencilla y llanamente mentiroso. Jamás intervine en público ni en privado en asuntos de la Fiscalía. No sólo Viviane no lo hubiera permitido, sino que yo no tenía ningún interés en ello”, señaló.

“Estoy convencido de que si usted hubiera hallado algo, regular o irregular, de mi parte en la administración de Viviane, hubiera sido el primero en iniciar las investigaciones a que lo obliga la ley, además de que lo hubiera hecho con los esmeros mediáticos que lo caracterizan”, añade.

Lucio insinuó que los dardos que lanza Montealegre contra las anteriores administraciones de la Fiscalía, son una distracción para eludir las preguntas sobre posible exceso de contratación durante su periodo como fiscal.

“Me parece, por lo menos, cobarde de su parte, estrellarse contra un ciudadano como yo, sin ningún tipo de vida ni poder políticos o institucionales, para intentar distraer al país de las preguntas que los ciudadanos nos hacemos respecto de sus responsabilidades como Fiscal General”, añade.

La senadora Viviane Morales también arremetió contra el fiscal Montealegre y afirmó que sus afirmaciones carecen de dignidad.

Esta es la carta de Carlos Alonso Lucio al fiscal:

Bogotá, septiembre 10 de 2015

Doctor

Eduardo Montealegre

Ciudad

Doctor Eduardo:

Reflexionando sobre la respuesta que debía darle a sus declaraciones injustas e insultantes contra Viviane y contra mí, tomé la decisión no hacerla en su condición de Fiscal General de la Nación.

La visceralidad espesa y la pequeñez humana que subyacen a sus palabras no dan para deducir otra cosa que su inspiración en intereses y angustias estrictamente personales que lo aquejan. De allí, que me parezca desconsiderado con la Fiscalía salpicarla con críticas y contradicciones que en franca lid, solo le corresponden a usted. Si usted no es consciente del decoro y el respeto que merece la Fiscalía que hoy dirige, yo si me abstengo de contribuir a ponerla a pagar como costos institucionales los desafueros en que incurre usted como persona.

En sus declaraciones aparecidas en la edición de El Tiempo de hoy usted afirma: “Antes déjeme decirle que me encontré una entidad sitiada por el caos. De Viviane Morales heredamos la portentosa sombra de Carlos Alonso Lucio quien con su impecable catadura ética irradió a la Fiscalía General de la Nación”.

De Viviane usted no recibió un caos, todo lo contrario. Recibió una Fiscalía congregada y entusiasmada por sus victorias en la lucha contra la corrupción que nuestra sociedad tanto necesita y que usted ayudó a interrumpir. Sin embargo, no seré yo quien entre a defender la gestión de Viviane. Viviane ha demostrado a lo largo de su fértil vida pública la capacidad para responder ante todos por sus responsabilidades, además de que en nuestro matrimonio existe la regla de oro del respeto a la autonomía de cada uno en el ejercicio de las decisiones que tomemos en lo relativo a los asuntos públicos que encaremos.

A lo que si quiero responderle, es a las afirmaciones injuriosas que usted hace cuando se refiere a mí.

En primer término, usted se refiere a la sombra de Carlos Alonso Lucio en la Fiscalía. Ese señalamiento es sencilla y llanamente mentiroso. Jamás intervine en público ni en privado en asuntos de la Fiscalía. No sólo Viviane no lo hubiera permitido, sino que yo no tenía ningún interés en ello. Debo recordarle que desde hace años vivo absolutamente retirado de cualquier tipo de vida política y que mi vida privada y económica jamás han estado ligadas a ningún tipo de gestiones con alguna entidad del Estado, en ninguna de sus instancias ni jerarquías.

El único día que pisé la Fiscalía fue aquel en que acompañé a Viviane en su salida, por demás, henchida de vítores y lágrimas de miles de funcionarios que se movilizaron entre solidarios, gratos e indignados por la decisión política del Consejo de Estado que la sacaba.

¿Lo recuerda?

El primero que sabe que lo que digo es cierto es usted. Estoy convencido de que si usted hubiera hallado algo, regular o irregular, de mi parte en la administración de Viviane, hubiera sido el primero en iniciar las investigaciones a que lo obliga la ley, además de que lo hubiera hecho con los esmeros mediáticos con lo caracterizan.

¿Por qué le da por tirarnos piedras después de pasados los años y a meses de culminar su período?

¿Tendrá algo qué ver con los cuestionamientos que le están haciendo desde distintas esferas de la sociedad o con la citación al Congreso de la República para que explique contratos y decisiones de su gestión?

Me parece, por lo menos, cobarde de su parte, estrellarse contra un ciudadano como yo, sin ningún tipo de vida ni poder políticos o institucionales, para intentar distraer al país de las preguntas que los ciudadanos nos hacemos respecto de sus responsabilidades como Fiscal General.

Si las dudas que usted siembra sobre mí tuvieran algún asidero, ha debido investigarlas desde hace años y no ahora a propósito del caos, esta vez si, que lo tiene asfixiado a propósito de sus propias conductas.

Tirarle piedras a Carlos Alonso Lucio a través de los medios de comunicación, desde el poder del Fiscal General de la Nación, es muy fácil.

Usted le hace cuestionamientos temerarios a mi catadura ética. Contrario a su particular sentido de lo ético, yo sé responder por mí, por mis convicciones y por mi vida.

Lo invito, Doctor Eduardo, a que no limitemos este debate a sus declaraciones desesperadas o a mi carta de respuesta. Estoy seguro de que todos los medios de comunicación estarían dispuestos a abrir sus espacios para que usted y yo, Eduardo y Carlos Alonso, realicemos un debate, de cara al país, sobre la ética, sobre su vida y sobre la mía.

Quedo a la espera de su respuesta.

Carlos Alonso Lucio