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Cuatro negociaciones y treinta años de diálogos con las Farc

Mesa de negociación en La Habana / Foto AFP


Por: Fernando Posada

A pesar de que las Farc abarcan un total de 52 años de existencia, solo 20 años después de su creación fue puesta sobre la mesa la posibilidad de negociar una salida negociada al conflicto. Cuatro gobiernos han dado inicio a diálogos formales con esa guerrilla y en dos ocasiones la solución política ha estado cerca de ser una realidad.

Ni los gobiernos del Frente Nacional ni los dos que les sucedieron (López Michelsen y Turbay Ayala) plantearon la posibilidad de negociar la terminación del conflicto con la guerrilla de las Farc, cuyo nacimiento se remonta a 1964. La historia de los diálogos de paz entre las Farc y el Gobierno colombiano presenta varios intentos fallidos para acabar con la guerra y cada uno presentó metodologías muy diferentes. Dos procesos de paz se han llevado a cabo en el exterior (Tlaxcala y La Habana), mientras que otros dos se han gestionado en el interior del territorio nacional (La Uribe y El Caguán).

El primer intento de acuerdo entre las Farc y el Gobierno Nacional fue también uno de los más exitosos dentro de la lista de diálogos fallidos. Las conversaciones entre el gobierno de Belisario Betancur y las Farc ocurrían justo después de la política del Estatuto de Seguridad de Turbay, que le había entregado poderes extraordinarios a la rama ejecutiva y empoderaba al Ejército, confiando en que derrotaría a las guerrillas.

Los diálogos entre el gobierno Betancur y las Farc tuvieron como sede el municipio de La Uribe, en el departamento del Meta, una de las zonas de mayor dominio guerrillero. Desde ‘Casa Verde’, histórico punto de encuentro de todos los jefes de las Farc, se gestionaron entre 1982 y 1986 varios avances en materia de paz. Dos años después del comienzo de las conversaciones, el Gobierno y las Farc acordaron un pacto de cese bilateral al fuego. Miembros de la guerrilla además recibieron la posibilidad de desmovilizarse para entrar a la contienda electoral, desde el partido político Unión Patriótica (UP), que además de excombatientes también incluía varias facciones de la izquierda colombiana entre sus listas.

Luego de su creación, la UP consiguió en las elecciones de 1986 los votos suficientes para convertirse en una fuerza política con catorce congresistas (cinco senadores y nueve representantes). Sin embargo, la falta de un desarme completo de la guerrilla antes de entrar al escenario electoral, condujo a una combinación entre votos y armas en las zonas controladas por las Farc. El genocidio del que fueron víctimas miles de simpatizantes de la UP, así como también varios de sus funcionarios elegidos democráticamente, llevó a que los sobrevivientes volvieran a las filas de las Farc o tomaran el camino del exilio. Esta experiencia puso en la agenda de las Farc la necesidad de incluir las medidas especiales de protección como una de sus principales demandas en caso de dar inicio a un nuevo proceso de paz.

El segundo intento de un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc se dio en el marco del gobierno del presidente César Gaviria y tuvo como sede la ciudad de Tlaxcala, en México. También hicieron parte de esas conversaciones los grupos del EPL y el ELN, que junto con las Farc y el desmovilizado M19 habían conformado la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. Los actuales negociadores de las Farc ‘Iván Márquez’ y ‘Pablo Catatumbo’ hicieron parte del equipo negociador de la guerrilla, junto con el abatido ‘Alfonso Cano’.

La divergencia ideológica entre las guerrillas que conformaban la Coordinadora Guerrillera no permitió que se llegara a acuerdos puntuales desde la mesa de diálogos. En 1992 la guerrilla del EPL incumplió con los protocolos del lento proceso de paz, secuestrando a Argelino Durán, exministro de Obras Públicas en la presidencia de Misael Pastrana. Durán murió en cautiverio tras sufrir un ataque cardíaco y el Gobierno dio por terminados los diálogos, dos años después de su comienzo. Desde entonces, ningún proceso de paz se ha realizado con más de una guerrilla en la misma mesa.

Una de las promesas de campaña de Andrés Pastrana, elegido Presidente seis años después del fracaso de los diálogos de Tlaxcala, era intentar nuevamente firmar la paz con la guerrilla de las Farc. Aquellos años habían sido cruciales para el grupo insurgente, el cual expandió su poderío armado hasta el punto de tomarse el municipio de Mitú, capital del departamento del Vaupés y varias unidades policiales en distintos municipios. Las exigencias de las Farc para negociar la paz con el Gobierno incluyeron la creación de una zona de distensión, que abarcaba más de 40 mil kilómetros cuadrados, en cinco municipios totalmente desmilitarizados, para que la guerrilla concentrara todas sus tropas. Sin embargo, desde esta zona las Farc continuaron ejecutando crímenes y manejando el negocio de la coca, sin ningún control estatal encima.

El gobierno colombiano y las Farc pactaron en el Caguán una agenda compleja y extensa de doce puntos, que incluso planteaba la necesidad de hacer transformaciones estructurales en el aparato estatal y en la política exterior colombiana. Desde los diálogos de La Uribe diez años antes, las Farc y el Gobierno colombiano no negociaban en el territorio nacional. La presencia constante de medios de comunicación, así como de delegados de distintas instituciones nacionales e internacionales, generaron un sin fin de demoras y desacuerdos en los diálogos. Incluso las Farc llegaron a anunciar públicamente la creación de sus propias leyes en materias tributarias, agrarias y jurídicas, en un acto de abierto desafío frente al Estado.

Sin embargo, el repetido uso de la violencia por parte de las Farc, en acciones guerrilleras y secuestros de carácter extorsivo y político, desmoronó la confianza del Gobierno en los diálogos. Durante los años de los diálogos, las Farc ejecutaron los asesinatos del congresista Diego Turbay Cote y la exministra Consuelo Araujo, así como los secuestros del congresista Óscar Tulio Lizcano y de un avión de la aerolínea Satena.

Luego del secuestro del senador Jorge Eduardo Géchem y de los tripulantes del avión de la aerolínea Aires en el que viajaba, el gobierno de Pastrana decidió finalizar los diálogos de paz, acudiendo al uso de la fuerza militar para derrotar a las Farc. En colaboración con el gobierno de Estados Unidos, se dio inicio al Plan Colombia, con el objetivo de equipar y entrenar al Ejército colombiano, para garantizar que pudiera recuperar la institucionalidad perdida y quitarle al narcotráfico el control total que ejercía en muchas zonas del país.

El plan inicial fue pensado por un costo total de $7,500 millones de dólares, de los cuales el gobierno colombiano se comprometió a aportar $4,000. Los $3,500 restantes (cifras iniciales que serían más que duplicadas) los destinaría la comunidad internacional, liderada por Washington.
El Plan Colombia transformó el conflicto armado en Colombia. La nueva estrategia militar permitió que las Fuerzas Armadas dieran de baja a importantes cabecillas de las Farc, como a su comandante ‘Alfonso Cano’, ‘Raúl Reyes’, el ‘Mono’ Jojoy y el ‘Negro’ Acacio. Las Fuerzas Armadas colombianas tuvieron durante la vigencia del Plan Colombia lo que puede argumentarse como el periodo de crecimiento y profesionalización más importante de su historia. Hoy suman un total de 455,000 miembros activos, con dotación de primera categoría. Durante el Plan Colombia, el Ejército recibió más de una decena de helicópteros Blackhawk, que se convertirían en el terror de las guerrillas.

Con un índice de impopularidad superior al 90% registrado en numerosas encuestas y con un poderío militar diezmado, las Farc se sentaron nuevamente a dialogar con el Estado colombiano a finales de 2012. Las negociaciones entre la guerrilla y el gobierno del presidente Santos han tenido como fundamento la discreción, ante la presión que en un proceso de paz se genera por parte de la ciudadanía, la política y los medios de comunicación. En comparación con los diálogos del Caguán, la aparición de los negociadores de ambos lados es estrictamente limitada, lo cual ha evitado enfrentamientos mediáticos y polémicas.

Partiendo de la premisa de que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, los diálogos de La Habana han tenido una agenda basada en cinco puntos concisos en los cuales ambas partes han buscado llegar a acuerdos, abarcando el desarrollo rural, la participación política, los derechos de las víctimas, el narcotráfico y la propia terminación del conflicto. El uso de discursos aterrizados y coherentes con los puntos de la hoja de ruta ha sido fundamental para que los temas discutidos sean estrictamente los pactados, evitando caer en el surgimiento de nuevas propuestas a lo largo de los diálogos que puedan demorar y entorpecer su transcurso.

Basándose en experiencias anteriores, el Gobierno y las Farc evitaron la desmilitarización de zonas y el cese bilateral del fuego, dos aspectos que habían sido determinantes para el fracaso de procesos de paz anteriores. Sin embargo, durante la mayoría del transcurso de los diálogos, y a diferencia de las conversaciones en El Caguán, la guerrilla ha cesado sus actos de violencia, lo cual ha ahorrado cientos de muertes y ha permitido que Colombia actualmente pase por el momento de menor intensidad en los 52 años de historia del conflicto armado, según estadísticas reveladas por Cerac.

El envío de delegados por parte de la ONU, la Unión Europea y el gobierno de Estados Unidos, quienes le han dado su visto bueno a lo pactado por las Farc y la administración Santos, también ha sido fundamental para que los diálogos estén a pocos días de convertirse en un acuerdo. El Gobierno, por su parte, ha evitado hacer entrega de grandes concesiones antes de la firma final del acuerdo, como es el caso del cesa bilateral al fuego. Sin embargo, también ha tenido gestos de paz que han sido entendidos por la guerrilla como tal. Estos incluyen el indulto presidencial a varios guerrilleros presos y el cese de bombardeos aéreos a campamentos de las Farc.

Durante casi la mitad de los últimos treinta años, los ciudadanos colombianos y la comunidad internacional han puesto sus expectativas sobre una posible terminación pacífica del conflicto con las Farc. Y aunque en los tres primeros procesos de paz llegar a un acuerdo final de paz no fue posible, todo indica que la fórmula utilizada por los actuales equipos negociadores de la guerrilla y el Gobierno tendrá éxito y pondrá fin al conflicto armado más largo del hemisferio occidental.