Cargando contenido

Ahora en vivo

Seleccione la señal de su ciudad

El fin de las Farc como guerrilla

Foto AFP

Por: Jorge Restrepo - Analista RCN Radio


El adjetivo histórico se agotó de tanto usarlo en los últimos días en Colombia.  Hoy debemos volver a usarlo para calificar el anuncio de ayer domingo 28 de agosto en la tarde, cuando el máximo líder de las Farc Timoleón Jiménez, anunció que esa guerrilla dejaba de existir como organización insurgente y que abandonaba la lucha armada. Para concretar tal anuncio, ordenó a todas sus unidades guerrilleras que cesaran el fuego de manera definitiva y que abandonaran la realización de cualquier acto hostil.


El fin de la guerra


Este anuncio es histórico porque significa el fin de la guerra en Colombia, significa el fin de una organización insurgente que después de más de 52 años de guerra, anuncia que abandona la lucha armada contra el Estado y la sociedad, y el uso de la violencia para financiarse mediante el crimen.


Este es un resultado del proceso de negociación con el Gobierno y de las políticas de seguridad del actual y de los gobierno anteriores. No es resultado únicamente de un gesto de voluntad de la guerrilla.


En efecto, esta es una decisión que se explica porque en los diálogos en La Habana alcanzaron el Acuerdo Final que conocimos el pasado miércoles, cuando se utilizó por primera vez la semana pasada el adjetivo de histórico. Hasta entonces nunca antes se había alcanzado un acuerdo completo con las Farc que terminara la confrontación con esa guerrilla.


El viernes pasado, el presidente Santos anunció que la Fuerza Pública cesaría el fuego de manera definitiva contra las Farc. Esta fue la segunda ocasión en la que se utilizó ampliamente tal adjetivo. Y no era gratuito: este anuncio, que se plasmó en un decreto del gobierno divulgado el sábado, no solo ordena detener las acciones ofensivas de las Fuerzas Militares contra las Farc sino que, con base en los acuerdos, califica tal decisión como un paso hacia el cese bilateral el fuego entre esa guerrilla y el Estado. Adicionalmente, anuncia que ya las Farc no son un objetivo de operaciones de la Fuerza Pública, en virtud del acuerdo de paz alcanzado.


Esta decisión es lógica, pues al haberse alcanzado un acuerdo, no tendría sentido alguno que las Fuerzas Militares siguieran operando en contra de las Farc. Con esto no se lograría avanzar en nada en la mesa de negociaciones que ya se levantó, ni tampoco doblegar en algo esa guerrilla.


Adicionalmente, la suspensión de acciones militares del gobierno reduce el riesgo de que un eventual combate de encuentro o una operación militar que no hubiese sido sancionada por toda la estructura de mando de las Fuerzas Militares pudiese echar al traste con el Acuerdo. Más aún cuando los principales jefes de las Farc ya se encontraban en preparativos logísticos para la realización de su X conferencia, donde aprobarían los acuerdos y que se realizará esta misma semana en las sabanas del Yarí, en el norte del Caquetá.


Claro está, la decisión del Gobierno dejaba muchos interrogantes: ¿significaba esto que el Estado repetía el cese unilateral de la guerrilla? ¿Qué organismo haría el monitoreo y la verificación de este gesto, si la Misión de las Naciones Unidas no estaba aún en operacíón? Y, más importante, ¿significaba esto que la Fuerza Pública cesaría sus acciones en contra de la actividad criminal de las Farc, por ejemplo en el narcotráfico o la minería ilegal? Finalmente, muchos nos preguntamos, ¿era este el día D en los acuerdos, cuando se iniciaría la dejación de armas?


El Acuerdo del Fin del Conflicto se comenzó a aplicar ya: el cese bilateral comenzó antes de lo esperado.


El mismo Decreto del gobierno lo aclara casi todo: tal decisión se enmarcaba en el Acuerdo Final y preparaba el terreno para el cese bilateral definitivo del fuego, no se trataba ahora de tener un cese unilateral "mutuo" como algunos llegamos a pensar, sino que en efecto era el correspondiente anuncio del gobierno de que venía el cese bilateral definitivo, siendo esta la primera medida de aplicación inmediata del Acuerdo final.


El monitoreo por tanto sí le corresponde a la Misión de las Naciones Unidas. La suspensión de acciones contra las FARC es integral, supone que dejando de ser enemigo del Estado, las Farc dejarán de ejecutar como organización crímenes, y si lo hacen caen dentro de lo que debe detectar, conocer y verificar las Naciones Unidas.


El día D se separó: ahora no supondrá la aplicación simultánea del inicio de la dejación de armas y el inicio del cese bilateral y de hostilidades definitivo, sino que este se anticipa. En efecto, por ahí perdido en las 297 páginas del acuerdo, con todo y espacios y numerales faltantes, aparece una disposición que permite a las partes eventualmente avanzar en el cese el fuego bilateral antes del día D.


Todo esto es ya de por sí histórico: nunca había sucedido, y divide en dos -para bien en mi opinión- la historia de Colombia.


Las Farc dejan de ser una guerrilla


Recordemos que las Farc nunca renunciaron a su carácter de organización en guerra en contra del Estado, organización subversiva, en insurrección. Tampoco renunciaron nunca antes al uso de la violencia o a la amenaza de su uso.


Y eso fue lo que hicieron ayer domingo en la tarde. Las Farc anunciaron que dejan de ser un movimiento levantado en armas en contra del Estado y se transforman, desde hoy 29 de agosto en un movimiento político. También anunciaron que dejarán de ejecutar acciones ofensivas -el componente esperado del cese el fuego. Finalmente, incluyeron el cese definitivo de hostilidades también a partir de hoy.


Así, las Farc se comprometen -palabra que usa Timoleón Jiménez en su comunicado- a abandonar no solo la lucha armada sino las actividades criminales asociadas. Léase allí el narcotráfico, minería ilegal, secuestro, explotación ilegal de maderas, extorsión, etc. Insisto: por primera vez.


¿Por qué parece que no nos importa?


A esta anuncio histórico -la tercera vez que se debe usar esta palabra en pocos días, y en esta ocasión más ajustado a su significado- reaccionó el país con frialdad, casi indiferencia.


Tal vez se deba a la sucesión de noticias buenas.


O tal vez se deba a que se supo en domingo de tarde.


Lo más probable, en mi opinión, es al descreimiento, al extremo escepticismo que caracteriza a los colombianos.


No creemos probable que las Farc cumpla. No creemos cierto que hayan alcanzado un acuerdo, público y completo (muchos de hecho no creen que el acuerdo esté completo y sea público, como lo demostrarían esos espacios en blanco entre párrafos y los numerales faltantes).


No creemos, en suma, que nuestros dirigentes hayan logrado una manera no cruenta de terminar nuestra guerra sin nombre, ese conflicto armado interno que ha desangrado la nación y obstaculizado nuestro progreso.


Y no creemos, en primer lugar, por miedo. Miedo a lo desconocido, a esa incertidumbre que trae la expectativa de que la violencia de las Farc se transforme en otra forma de violencia, ligada al crimen organizado, como nos sucedió con la malhadada desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia, que trajo consigo esa transformación tan costosa para muchas regiones de la sociedad.


Tampoco creemos porque muchos esperaban que esa guerra se ganara, por completo. Para darle el mejor castigo posible a quienes tanto daño causaron a Colombia. Muchos no creen en negociar, buscan un castigo mayor, el castigo mayor.


Los cínicos, también pensaban imposible que las Farc fuese a declarar públicamente que abandonarían lo que muchos ven como el negocio rentable del crimen organizado, sobretodo del narcotráfico y la minería ilegal, hecho para enriquecerse y no para la guerra.


¿Cómo creer?


El problema es que sin que los colombianos crean en este proceso, en los acuerdos y estos compromisos no habrá paz sostenible.


La arriesgadísima apuesta de Santos es esa: que las Farc cumplan, para que la gente crea y vote Sí al plebiscito.


Por ello, tanto quienes desde ahora apoyan el Sí como quienes apoyan un voto No en el plebiscito, debemos ser fiscales de los anuncios de las Farc. Reportando, siendo justos y precisos en la observación de los hechos. Afrontando el miedo que trae lo desconocido, pues lo desconocido, ese país sin Farc que muchos soñamos y ahora nos aterra comienza hoy.


En segundo lugar, que las Naciones Unidas comience -aún si no está lista- su labor de monitoreo y verificación. Se necesita que lo haga desde ayer, pues ya se le hizo tarde.


Tendremos un mes largo antes del plebiscito para refrendar los acuerdos, en el que podremos todos emitir un juicio informado.


En suma, en mi opinión, hay que creerles, pero exigirles.