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¿Cómo les ha ido a los exguerrilleros que han querido hacer política?

Como el acuerdo de paz firmado entre el Gobierno y las Farc ha generado una polarización profunda en la sociedad, sobre todo por la participación de este grupo en política, en RCN Radio hicimos un recuento histórico sobre cómo les ha ido a los líderes guerrilleros desmovilizados en el pasado, y así hacerse una idea de qué podría depararle a las Farc.

Foto AFP



Por Daniel Canal Franco

Como el acuerdo de paz firmado entre el Gobierno y las Farc ha generado una polarización profunda en la sociedad, sobre todo por la participación de este grupo en política, en RCN Radio hicimos un recuento histórico sobre cómo les ha ido a los líderes guerrilleros desmovilizados en el pasado, y así hacerse una idea de qué podría depararle a las Farc.



Los indultados con éxito electoral


Durante la década de 1990 se desmovilizaron más de 4.800 militantes de 9 guerrillas (de las cuales 4, el M-19, EPL, PTR y Quintín Lame, formaban parte del Comando Guerrillero Simón Bolívar) que dejaron las armas y se acogieron al Programa Nacional de Reinserción. Los comandantes, como explica el analista político Eduardo Pizarro Leongómez, “pasaron de un proyecto revolucionario radical a un proyecto reformista, porque cuando uno cambia la forma de lucha cambia los objetivos”.


Sin embargo, han sido muy pocos los excomandantes que lograron trascender en política, o por lo menos mantenerse vigentes. Dos casos son los de Antonio Navarro Wolf y Everth Bustamante, ambos del M-19. Ambos han tenido una carrera destacada ocupando escaños en el Congreso, y cargos de elección popular en la rama ejecutiva.


Según Navarro, el voto de opinión es fundamental para que una figura alternativa, bien venga de procesos de desmovilización o cualquier otro sector, pueda prosperar en política.



Además de Navarro y Bustamante han habido otros líderes guerrilleros que lograron cierto éxito político a nivel regional. Así lo explica Jaime Fajardo Landaeta, negociador en en el proceso de paz y constituyente por el EPL:


“Logramos actividades políticas importantes, alcaldías en diferentes partes del país. También tuvimos representantes en asambleas municipales, en concejos departamentales… hemos tenido participación en la administración pública”.


Si bien algunos alcanzaron visibilidad, fueron expresiones individuales, y aún así ninguno llegó a ser presidenciable; Navarro obtuvo apenas el 4% en las elecciones de 1994. Como movimiento político no germinaron (acá no se menciona a Gustavo Petro porque no fue pieza clave del M-19 y su aparición en política se dio tiempo después). El problema fue, como explica Pizarro, que “había más coroneles que soldados, una disputa total, y nadie estaba dispuesto a hacer concesiones (…) faltaba mucha madurez política”.



Los que no sobrevivieron a las elecciones


Después del auge inicial que tuvo el partido político que surgió del M-19, la Alianza Democrática M-19, y otros movimientos como Esperanza, Paz y Libertad proveniente del EPL, terminaron desintegrándose en menos de una década. Como dice Navarro: “Subimos como palmas y bajamos como cocos”.


Esto llevó a que cada uno luchara por su lado, ya no como colectivo, y hubo muchos –la mayoría– que se quemaron en el proceso. Fueron migrando por diferentes partidos y no lograron convencer en las urnas. Este es el caso, por ejemplo, de Rosemberg Pabón (M-19), quien aspiró al Senado en 3 oportunidades sin éxito y una a la alcaldía de Cali; y León Valencia (ex comandante de la disidencia del ELN, Corriente Renovación Socialista) quien tampoco logró llegar al Congreso.


Las fuerzas alternativas se rigen por el voto de opinión, y el voto de opinión es celoso. Como dice Navarro, “es un voto que castiga duro a quienes se equivocan en alguna forma y que premia a los que aciertan. Yo no sé qué habrá pasado a lo largo de la carrera de Rosemberg y León Valencia para que el voto de opinión los abandonara, pero los abandonó”. Para él, muchas figuras se dejaron seducir por el clientelismo y cayeron en las dinámicas de los partidos tradicionales.


Para Pizarro y Fajardo, este fracaso se debió a razones concretas que tenían de común denominador la falta de adaptabilidad.



Sea cuál sea la razón, si fue la falta de experiencia política, la pérdida del voto de opinión o que simplemente se quedaron sin gasolina, el entregar las armas e ingresar al circuito político no les aseguró éxito electoral. Como dice Pizarro “muchas de las personas que tenían una gran, o no gran, sino alguna capacidad militar, no tenían capacidad política porque son dos cosas distintas. Tú puedes ser un buen militar y un pésimo político, o viceversa”.



Los éxitos fuera de la política


Para Pizarro los resultados más significativos se vieron fuera de la política, en la academia, observatorios de paz, movimientos sociales y ONGs.



Algunos ejemplos son Otty Patiño y Vera Grabe, ambos del M-19, que han trabajado en la academia y observatorios de paz. O Alfonso Peña Chepe, quien representó al Quintín Lame en la constituyente de 1991, y ha sido docente universitario y parte de diferentes organizaciones indígenas.


Fuera de las urnas la experiencia ha sido mucho más ventajosa que dentro de ellas. Según Fajardo, el éxito del paso a la legalidad consiste en llevar las ideas y los proyectos de los procesos de paz a diferentes estamentos de la sociedad. Ideas que generen impacto y tengan respaldo, y esto paso por los movimientos sociales, las ONG, medios de comunicación o el movimiento sindical por nombrar algunos sectores.



¿Qué le espera a las Farc?


Al revisar los antecedentes el panorama para el paso de las FARC a la política no está asegurado en el largo plazo, así en los periodos de 2018 y 2022 tengan curules propias. Además de las dificultades que conlleva convencer electoralmente y mantener el voto de opinión, las condiciones para la desmovilización e incorporación a la política han cambiado en relación con los procesos de 1990.


“Hacer la paz en el siglo XX era fácil porque uno podía firmar acuerdos de indulto y amnistía generales (que ahora están prohibidos a partir del Estatuto de Roma de 1998), hacer la paz en el siglo XXI es muy difícil porque está prohibida”, explica Pizarro. “El valor fundamental del siglo XX era la paz y el del siglo XXI, la justicia. El mundo cambió”.


El desafío es ganarse el voto de opinión y mantenerlo, porque los movimientos que surgen de los procesos de paz se desgastan rápido una vez pasa el fervor de la desmovilización.


“El reto que tienen es que aquí no vale la pena mantenerse organizados, aquí importa ser grande, juntarse con otros sectores”, dice Navarro. “Finalmente una fuerza política no está para permanecer sino para trascender; para tener un tamaño suficiente para ganar las elecciones. Si no se ganan las elecciones yo creo que no vale la pena, porque simplemente permanecer y prevalecer para dejar una constancia histórica es lo que han hecho muchas veces las fuerzas alternativas en Colombia y eso no es suficiente”.