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Los sacerdotes colombianos que fueron asesinados en el marco del conflicto

Foto referencial Ingimage


Por Unidad Investigativa


Con motivo de las amenazas recibidas por monseñor Darío de Jesús Monsalve por su apoyo al proceso de paz, RCN Radio recuerda los casos de miembros de la Iglesia víctimas de la violencia.


A lo largo de la historia del conflicto armado en Colombia se ha repetido con frecuencia una frase: “en Colombia hay más Iglesia que Estado”. Y por eso algunos de los más destacados promotores de causas como la paz han sido precisamente miembros de la Iglesia Católica.


Pero por eso mismo, los sacerdotes que han participado como activistas han sufrido en muchos casos los mismos destinos que otros defensores de causas que terminaron siendo víctimas de la violencia. La Conferencia Episcopal reveló que entre 1984 y 2013, 83 sacerdotes fueron asesinados.


En octubre de 1989 fue asesinado monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, obispo del departamento de Arauca por hombres del ELN. Por cuenta de este crimen el ELN fue duramente criticado en todo el país y perdió mucho apoyo en esa región, de histórico dominio suyo. Además, resultó ser inmensa a los ojos de la ciudadanía la contradicción entre el origen católico de un guerrilla y el asesinato de un sacerdote por parte suya.


También en 1989 fue asesinado en el departamento de Córdoba el sacerdote Sergio Restrepo Jaramillo, quien se había convertido en un punto de apoyo para la comunidad, en medio de la lucha por el control territorial que disputaban la guerrilla del EPL y los paramilitares comandados por los hermanos Castaño.


En 1990 fue asesinado en el municipio de Trujillo, al norte del Valle del Cauca, el padre Tiberio Fernández. Por sus duras palabras contra la violencia del narcotráfico, fue torturado y posteriormente asesinado junto con su sobrina por paramilitares bajo el mando de alias ‘El Alacrán’ en medio de los hechos de La Masacre de Trujillo.


En 1993 la comunidad de San Jacinto, Bolívar, recibió con consternación el asesinato del padre Javier Cirujano, proveniente de España y presuntamente asesinado por la guerrilla de las Farc, organización que había criticado fuertemente por su uso de la violencia. Su cuerpo fue hallado con rastros de tortura en una fosa semanas después.


Otro caso fue el del sacerdote Miguel Ángel Quiroga Gaona, párroco de Lloró (Chocó), asesinado por los paramilitares en 1998. Fue confundido con otro párroco de la zona que había denunciado la participación del Ejército en la muerte de un campesino tiempo atrás.


Quizás el caso reciente más recordado sea el crimen que acabó con la vida de Monseñor Isaías Duarte Cancino, ocurrido en marzo de 2002 en Cali. Duarte Cancino había sido un fuerte crítico de las acciones violentas de las guerrillas y había defendido la necesidad del fin del conflicto. Se presume desde entonces que su asesinato fue ejecutado por las Farc.


“Cristo nos enseñó el valor de la vida humana. (...) Nosotros tenemos que aprender que siendo hermanos, hijos de una misma patria, tememos que aprender a perdonarnos, a respetar nuestras diferencias y a saber vivir en paz”, había dicho monseñor Isaías Duarte Cancino.


En septiembre de 2011 el padre Reynel Restrepo fue asesinado por sicarios luego de haber liderado varias protestas contra las operaciones mineras a cielo abierto en Marmato, Caldas. Había defendido la causa de los pequeños mineros y rechazado la participación de actores armados en la región.


En otros países con conflictos armados internos, los jerarcas de la Iglesia han cumplido papeles determinantes para la paz y en ocasiones han sufrido también por cuenta de la violencia. En la guerra civil de Irlanda del Norte, varios sacerdotes católicos fueron asesinados a comienzos de la década de los 70, en medio de redadas de parte del ejército de Reino Unido, profundizando la división religiosa entre protestantes y católicos.


Durante la guerra civil de Salvador, el arzobispo Óscar Arnulfo Romero fue asesinado mientras ofrecía una misa en 1980. Investigaciones han señalado la participación de agentes estatales en su asesinato, al parecer por su fuertes críticas hacia todos los actores que participaron en la violencia en Salvador. Su muerte causó inmensa consternación y durante su entierro tuvieron lugar varios episodios de alteración en el orden público.