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Un día con los médicos del páramo de Sumapaz


Los traslados de pacientes de zonas casi inexpugnables de Sumapaz, provocarían pánico a muchos: Una camilla se amarra a dos caballos que inician travesías en un terreno casi vertical, pero confiando en la firmeza de las bestias y su conocimiento de los caminos y las quebradas, se han salvado vidas.


En los terrenos del páramo, un grupo de profesionales del hospital de Nazareth, logra llevar el servicio de salud a las veredas más inhóspitas, y de ese modo llevar al Estado adonde se le requiere, a una población históricamente marginada de la capital colombiana.


Además de salvar vidas, los médicos del páramo triunfaron contra la desnutrición infantil, regalando parejas de curíes a los campesinos, para que sus crias garantizaran proteína a las humildes familias. Rescataron el milenario cultivo de la quinua y con esos dos elementos sacaron al Sumapaz de la desnutrición.


Los médicos del páramo decidieron tratar a 100 personas con diagnósticos de esquizofrenia, paranoia, demencia, depresión, en cabañas con chimenea, sin chalecos de fuerza, sin habitaciones blancas, sin luces halógenas y sin batas de médicos, los pacientes reciben terapia natural con resultados que podrían revolucionar la forma en que se tratan enfermedades mentales.


RCN La Radio acompañó al grupo de médicos del hospital Nazareth, que llevan salud a la zona rural de Bogotá.


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Urgencias a lomo de caballo


A orillas del río El Chochal hay dos caballos con distintivos de una misión médica mirando inquietos las caudalosas aguas. En el medio, suspendida, pero amarrada como si una vida dependiera de ello, hay una camilla anaranjada y un paciente sobre ella en camino a recibir atención médica.


Jaime Forero es de Santa Marta, pero también es un médico del páramo, con quien nos encontramos subiendo la cordillera, "si a pie la gente duraba tres horas en caballo duramos una hora u hora y 20, ese tiempo es precioso porque cuanto más pase, se van cerrando las ventanas terapéuticas, sobre todo cuando hablamos de futuras complicaciones, es muy importante el tiempo".


Las condiciones extremas de la ruralidad bogotana obligaron a medidas extremas para salvar la vida. En Sumapaz usted encuentra una casa cada tres kilómetros y medio y no hay línea recta que una esos dos puntos, porque muchos de los caminos los hace por primera vez o los redescubre el andar del caballo. Solo hay que imaginar un trabajo de parto sobre los lomos de los caballos, para darse una idea del trabajo de las bestias y de las personas que las guían.


"Hace algunos años era imposible llegar", recuerda Clara Morales, parida con ayuda de una partera en las alturas del páramo. “Yo nací acá, mi mamá era de acá y vivieron por allá en el páramo, por el lado de El Pedregal, en ese tiempo para tener al médico, pues nos tocaba de dos formas, con alpargatas o sin alpargatas”.


En sus primeras jornadas, los intentos de los médicos se frustraban al chocar con el final de las vías de trocha que transitaba tortuosamente la ambulancia. A la vera del camino debía llegar el enfermo, por lo que lograron obtener una cuatrimoto, sobre la que surcaron nuevas calles reales pero tropezaban con la inmensidad de la cordillera de los Andes y sus elevaciones escarpadas, o con los caudalosos ríos que nacen del páramo, imposibles ambos para la más alta tecnología.


Acudieron entonces a lo que a la mano brindaba la naturaleza y un grupo de caballos se convirtió en el vehículo por excelencia de los médicos de Sumapaz. Yireny Díaz es enfermera y la jinete de una de las ambulancias que ha hecho camino hace dos años entre el páramo: "Depende de las distancias, la vereda más lejana. Tardamos hasta cuatro horas en llegar al lugar donde hacen el llamado las personas", dijo, celebrando que hace un mes le dieron la bienvenida al siglo XXI con la señal de celular.


Ésta es la Escalada de la Atención Hospitalaria desde el cuadrúpedo hasta el hospital. El médico Leonardo Garzón habla de sus cuadrúpedos: "Llegaríamos en caballos a la puerta de estas casa donde no hay vía, no hay acceso y se monta todo el programa, donde Respuesta Rural Equina termina siendo el puerta a puerta de estas familias a las que no podría llegar la salud de una manera diferente".


Así han logrado los médicos del páramo trasladar a mujeres embarazadas, personas mayores con problemas de movilidad y niños que requieren atención especializada, hoy el sol los acompaña, pero frecuentemente una niebla densa no permite ver más allá de las orejas de la ambulancia.



Matar el hambre con curíes


Los médicos del páramo no gustan tanto de curar enfermos como de mantener sana a la gente sana, pero encontraron hambre en Sumapaz, y de la peor, hambre en los niños.


Donde aguantan hambre los niños de padres responsables, aguantan más hambre los padres. Hace ocho años el índice de desnutrición global en Sumapaz estaba en el 23% de la población.


A falta de medios de abastecimiento, la mayoría de pobladores comía lo que cultivaba. Es decir, comían papa y para compensar la falta de otros nutrientes comían más papa, "Dime lo que comes y te diré de qué sufrirás", nos dijeron por allá.


"El hecho de que el 90% de los campesinos cultiven papa en la localidad implica que hay un alto contenido de carbohidratos, exclusivamente de carbohidratos", diagnostcó el subgerente del Hospital de Nazareth, Leonardo Garzón.


Mitad cultura, mitad falta de recursos, los lugareños comían poca carne, mucha papa poco más producían las frías tíerras altas de los andes.


Antes de hacer una intrincada georeferenciaciòn, una articulación interinstitucional, un Concejo de Gobierno, un llamado perentorio a la Nación, una carta con membrete a la Unicef, decidieron algo más criollo: compraron curíes.


Se asesoraron con especialistas teniendo cuidado de que los roedores fueran machos y hembras en igual número, para que cumplieran prontamente lo que la sólida tradición oral indica sobre su virilidad y reproducción.


"Entonces se llevaba a las familias un par de curíes, una hembra y un macho, entonces íbamos casa a casa un equipo de salud con nutricionista, ingeniero agrónomo, veterinario, también teníamos un chef que enseñaba recetas, nos funcionó bastante bien, aunque algunos tomaron los curíes como mascotas", cosa que no ha de generar mayor sorpresa teniendo en cuenta la suerte de muchas gallinas mascota a lo largo de la historia.


Los fértiles curíes fueron el principio de una cadena de esfuerzos basada en la idea de que 7 de cada 10 enfermedades son prodcidas por lo que se come.


La verdadera inspiración para mejorar la salud general de un pueblo fue la quinua, uno de los alimentos más completos del mundo, que sí, se produce allí. Inspiración para entender que la salud y los hábitos vienen pegados. Hizo su arribo la ortico terapia.


"La quinua fue redescubierta, porque de hecho es un alimento ancestral milenario que casi se extinguió en la colonia pero es el alimento más completo que hay en el mundo, de hecho, con ella alimentan a los astronautas en la NASA. En el año 2003 el hospital inicio con huertas caseras y la principal especie era la quinua, en seis meses ya empiezas a ver los cambios en el estado nutricional de los jóvenes y los niños".


Los médicos contrataron a una agrónoma que recuperara cultivos olvidados y que los mejorara. Sabia como la naturaleza fértil de la cordillera la nueva forma de cultivar sin pesticidas. Quienes las comen, no comen pesticidas.


En la huerta se ve tomate colgado, veinte variedades de papa, yacón, hierbas de todos los sabores, ácidas, dulces, ruda, cidrón una huerta al servicio de un hospital, al servicio de la salud. Los lugareños se han saciado de nueva comida, no solo en la huerta del hospital, ellos mismos reaprendieron a cultivar.


Uno de ellos con su humilde y entusiasta acento de campo habló con nosotros: "Mi nombre es Elias Micán, a mí me gustó que si se puedan obtener las vainas sin necesidad de tantos químicos, entonces de esa misma manera me nació venir a hacer esas prácticas, por el cuidado de la persona, el cuidado de uno mismo, entonces son cosas muy avanzadas que se pueden aplicar".


Los médicos del páramo también saben de botánica en el Parque temático en salud Chequén y nos enseñan en el páramo, al lado de la laguna del Tunjo, donde se escucha el escurrir del agua nueva.


Algún buen opositor podría apelar a la falta de sentido común llevada a lo más profundo de un detrimento patrimonial. Un hospital contratando agrónomos y construyendo huertas.


A ellos les responderían que antes de la huerta, uno de cada cuatro campesinos estaba desnutrido. Hoy apenas 6 de cada 100 tienen desnutrición. Llevan ocho años con cero muertes en maternas, en bebés, cero muertes por enfermedades diarreicas agudas o por infecciones respiratorias.



"Los locos son los médicos"


Los médicos del páramo decidieron un día llevar a cien pacientes psiquiátricos a Sumapaz. Personas por quienes se había perdido la esperanza llegaron a cabañas con chimenea, con chocolate, con enfermeras vestidas sin ese blanco en las batas que horroriza las mentes colapsadas.


Jaqueline lleva tres años en ese lugar, "me puse nerviosita y me trajeron acá, pero es muy diferente, mire el paisaje tan bonito, entonces uno se relaja mucho".


Los pobladores se resistieron a semejante improperio. Los enfermos mentales enfermos estaban y poca culpa tenían de su suerte, pero los médicos del páramo, esos sí estaban locos. Qué pretendían llevando a esas personas, que tan peligrosas pueden ponerse, que tan violentas parecen a veces.


Bernardo, con esquizofrenia, fue el primero en acercarse a nosotros en medio de un caminito de piedra que va al comedor. Le preguntamos cómo sentía el cambio y nos dijo que "En las clínicas muchas veces he sufrido maltrato, que lo amarran a uno y sale uno molido, acá no, y de pronto, yo creo que en el futuro mis hermanos podrán darme una oportunidad", refiriéndose a su familia.


Mientras los administrativos conciliaban con las comunidades se iniciaba el camino de la Terapia Ortícola, un contacto con la naturaleza que genera placer y prende habilidades sociales que se creían perdidas. Lejos de los choques eléctricos, los pacientes mentales mudos comenzaron a hablar.


"Ese contacto libera endorfinas y hace que las personas se sientan mejor y además ayuda con las habilidades sociales, nos ha permitido entender que hay pacientes que nosotros creíamos que no hablaban, cuando llegaron acá y cogieron el azadón, empezaron a preguntarme cosas, a desarrollar de nuevo habilidades", dijo


Qué distante lugar de un sanatorio, no tiene muros ni rejas energizadas, hay de hecho un bello mirador a la cordillera, su tasa de recuperación es notable, le llaman ecoterapia. Luz Adriana fue una víctima mental de la violencia en el país, dentro de su casa, hace ya mucho tiempo, cuando era una niña.


"A los 6 años tuve problemas con mi mamá, era guerrillera, a los 10 años me secuestró y quería que yo fuera guerrillera, yo no quise pero tuve que correr. Terminé en el bronx mucho tiempo", recuerda, al tiempo que describe la vida que tiene en ese centro de cuidado.


"Aquí a nosotros nos enseñan a hacer actividades, talleres, salimos a caminar, nosotros cuidamos mucho este hogar y lo queremos mucho".


Distinto es el sitio a un sanatorio. Su servidor entró e incluso pensó que una paciente era en realidad una encargada, mujer amable con quien hablé tres minutos sin sospechar. Han recibido hasta ahora a 160 personas, de las cuales 40 han recuperado la vida perdida por la enfermedad mental, Cindy Sánchez, coordinadora del centro de atención nos contó cómo ha funcionado.


"Vienen de historias bien complejas, de estar en la calle con su costal al hombro y demás, en muchos casos ellos logran su rehabilitación aquí, salir, tener un trabajo, estar bonitos y eso logra que tanto su cuerpo como su alma estén completamente sanos", dijo.


Todavía hay quienes tildan de locos a estos médicos de páramo que le apostaron a una ecoterapia con tierra negra y húmeda para tratar a personas que necesitan armonizar su mente con el mundo. Tal vez sí estén locos, pero ¿quién puede afirmarlo sin temor a hecho cierto de que ha funcionado?. Se dirá entonces que se requieren con urgencia mucho más locos como ellos.