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El calvario de los embera katios en Cali

Una infección respiratoria mal cuidada sería la causa de la muerte de la niña indígena de cuatro meses, ocurrida el fin de semana en una vetusta casa de inquilinato del deprimido sector de El Calvario, en pleno centro de la capital vallecaucana.

El cuerpo de la menor fue entregado por Medicina Legal a sus padres, quienes desde el sábado en la tarde la velan en el mismo lugar en donde murió y en el que residen desde hace dos años y medio, en alto grado de hacinamiento y múltiples necesidades.

La muerte de esta bebé sacó a la luz pública un drama mayor: el de dos centenares de embera katios varados en 'La Sucursal del Cielo', abandonados a su suerte, con indiferencia del gobierno local y a merced de la caridad ciudadana que les regala monedas cuando se apostan en los transitados andenes del centro.

Rosendo Queragama, líder de esta comunidad, asegura que son 42 las familias que se encuentran viviendo en condiciones infrahumanas en dos casas de inquilinato de El Calvario de Cali.

Son en total 210 indígenas, 104 de ellos menores de edad, quienes llegaron a esta ciudad hace dos años y medio procedentes de Puerto Rico, Risaralda, huyendo de los combates entre el Ejército y la guerrilla de las Farc.

Según Queragama, en este lapso de tiempo en Cali, la única forma de supervivencia ha sido la mendicidad que ejercen en las calles del centro de la ciudad las mujeres y los niños, porque los hombres no consiguen trabajo.

Cada familia debe pagar diez mil pesos diarios por dormir en piezas de tres metros cuadrados, en la que además cocinan sus alimentos y cuelgan sus prendas de vestir, entre otros elementos.

A esta situación de hacinamiento y miseria extrema se suma el entorno de El Calvario, impactado por la presencia permanente de habitantes de la calle, drogadictos, prostitutas y delincuentes que amenazan la estabilidad de esta comunidad que a gritos clama ayuda para salir del laberinto en el que se encuentran.

Para el líder indígena, la única solución a su grave problemática es regresar a sus tierras en Risaralda y por eso piden la ayuda del gobierno departamental y nacional para retornar con seguridad a sus territorios ancestrales.

Este mismo cuadro de miseria y abandono fue el que encontró Felipe Delgado, director de Participación Ciudadana de la Personería municipal, quien se sorprendió de las duras condiciones en que habita esta comunidad en la denominada 'Olla de Cali', especialmente los niños menores de cinco de años, quienes andan desnudos en la calle y duermen en el piso de las casas de inquilinato.

Para el funcionario urge un plan de intervención integral del gobierno municipal y la Secretaría de Salud para garantizar al menos la vida, la salud y la educación de los pequeños, quienes a la postre son los que más están sufriendo el estar por fuera de su hábitat natural.