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Francisco, mediador de América

El papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano de la historia, empleó todo su prestigio para lograr la reconciliación entre Cuba y Estados Unidos, que cierra más de medio de siglo de tensiones y abre una fase nueva para la historia de todo el continente americano.

En un comunicado divulgado pocas horas después de que Estados Unidos anunciara la normalización de relaciones con Cuba, tras más de medio siglo de enfrentamientos y embargo, Francisco se manifestó "vivamente complacido" por una decisión que él mismo llamó de "histórica".

El reconocimiento público hecho este mismo miércoles por el presidente estadounidense Barack Obama y por su homólogo cubano Raúl Castro a la gestión "personal" del papa argentino, calificada por ambos de "crucial", confirman la voluntad de Francisco de pasar a la historia como hombre de paz, que lucha por la fraternidad entre los pueblos.

Francisco, quien intervino en las negociaciones secretas que mantuvieron Estados Unidos y Cuba, envió cartas e hizo varias llamadas telefónicas personales, respetando su estilo simple y directo, recibió en octubre pasado en el Vaticano delegaciones secretas de los dos países con el objetivo de que se pusiera fin a años de enfrentamientos, según reveló el mismo Vaticano en un comunicado.

Francisco, cuyo prestigio sigue aumentando entre los católicos de todo el continente americano, obtiene así un éxito personal, al desempeñar un papel clave como mediador, pocos meses antes de su primera visita en septiembre de 2015 a Estados Unidos.

"El acuerdo final se cerró en octubre en el Vaticano, con oficinas facilitadas por el mismo Francisco", contaron fuentes diplomáticas.

"Ha querido ofrecer sus buenos oficios para favorecer un diálogo constructivo sobre temas delicados, del que han surgido soluciones satisfactorias para ambas partes", recalca el comunicado divulgado por la Santa Sede al mencionar también el intercambio de prisioneros alcanzado.

Un golpe astuto

El astuto "golpe" del papa argentino es el resultado de una larga gestión diplomática entre la Iglesia católica y el gobierno comunista de Cuba, marcada en los últimos años por el "diálogo constructivo" tras las visitas a la isla de Juan Pablo II en 1998 y Benedicto XVI en 2012.

El papa latinoamericano se catapulta como una de las personalidades más importantes del escenario mundial al favorecer el diálogo y buscar salidas, con la prudente asesoría de su secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin, veterano diplomático que ejerció como nuncio en Venezuela.

El estilo sencillo de Francisco, el defensor de los pobres y marginados, es diferente al del carismático Juan Pablo II, el papa viajero, abiertamente anticomunista, artífice de la caída del Muro de Berlín a finales del siglo pasado, un pontífice activo en el tablero del ajedrez mundial.

El papa latinoamericano, en otro gesto inédito, logró reunir en junio pasado en los jardines del Vaticano para una original plegaria al presidente israelí Shimon Peres y al líder palestino Mahmud Abas, a quienes instó entre cantos y rezos a "derribar los muros de la enemistad" y tener el "valor" de lograr la paz en Medio Oriente, otro conflicto que lleva más de medio siglo.

Sin embargo, el peso de Francisco ha sido menos incisivo sobre asuntos delicados como la guerra en Siria y la crisis en Irak.

Su prudencia ante una intervención militar de Estados Unidos en Siria no fue bien recibida por los cristianos de ese país y el principio para Irak de que "es lícito detener al agresor injusto, pero en el respeto del derecho internacional", resultan para algunos posiciones ambiguas, sobre todo frente al éxodo de cristianos que huyen del conflicto.

En Corea del Sur, durante el viaje celebrado en agosto, no denunció la dictadura en Corea del Norte, al parecer por temor de represalias contra los cristianos y por los efectos que podría tener en caso de reunificación.

Ponderaciones que no ha tenido que aplicar al mediar en su continente, donde residen la mayoría de católicos del mundo y donde el Vaticano, bajo el pontificado de Juan Pablo II, logró otra victoria diplomática histórica, al evitar una guerra entre Chile y Argentina por el Canal de Beagle y llegar a la firma de un Tratado de Paz y Amistad en 1984.