Cargando contenido

Ahora en vivo

Seleccione la señal de su ciudad

La historia de dos desaparecidos que serán declarados muertos; la fecha que nadie quería que llegara

El 16 de octubre se cumplen dos años de la desaparición del cabo de la Armada Nacional, Jorge Luis Herrera Peña y de su compañero, Robinson Álvarez, mientras navegaban en una embarcación en altamar; ésta es la fecha más dolorosa para sus familiares porque ahora, legalmente, <i>“se presumen muertos por desaparición”</i>.

Se recordará, de nuevo, el instante en que se produjo el naufragio de la embarcación que navegaba por el Pacífico rumbo a Juradó Chocó, para atender una situación de orden público.

Es la fecha que los familiares no querían que llegara, porque significa perder la esperanza de hallarlos con vida y marca el inicio de una búsqueda distinta.

Dar paso a la realidad legal en la que se presumen muertos, sin cuerpos, sin cadáveres y sin rastro de sus seres.

Sobre la etapa que iniciarán las familias Herrera y Álvarez, la exdirectora de País Libre, Claudia Llanos, señala que “no hay nada más difícil que reconocer que sus familiares no van a regresar”.

Para casos de secuestro y desaparición forzada la ley es taxativa y hay mecanismos de protección para las víctimas y leyes que penalizan, pero para una desaparición en las circunstancias en las que se produjo la de los dos integrantes de la Armada, prácticamente la desprotección es absoluta.

Si como ocurrió en este caso, no hay ninguna evidencia de su muerte, si las investigaciones no arrojan ningún resultado, se presume su muerte por “mera ausencia” y a pesar del dolor de una familia, casi que lo único que hay que hacer es esperar que pase el tiempo.

“No hay nada, la desaparición en estas circunstancias no es un delito y sólo se espera que se cumpla con los requisitos de ley para presumir la muerte de una persona”, asegura la exdirectora de País Libre, en diálogo con La Noche de la Libertad de RCN La Radio.

El General Luis Herlindo Mendieta recuerda que hay por lo menos 560 personas que fueron secuestradas o están desaparecidas desde 2002, de las que no se sabe absolutamente nada y en algunos casos, nunca se enviaron pruebas de supervivencia.

Y para llamar la atención de lo que pasa con estos dos integrantes de la Armada que cumplirán dos años desaparecidos, Llanos suelta una frase que puede dar una idea de lo que ocurre últimamente en el país: “Colombia dejó de ser un país de secuestrados, para ser ahora un país de desaparecidos”.

María José Ramírez, esposa del cabo de la Armada Nacional, Jorge Luis Herrera Peña, asegura que estos días han sido de una gran angustia mientras hacen el conteo regresivo de los días y mientras se cumple la fecha de la que estaban advertidos desde el principio.

“Es duro pensar que murió, no tener la certeza de dónde buscar su cuerpo, ni saber noticias que permitan saber si está vivo”, asegura Ramírez en La Noche de la Libertad.

La mujer asegura que su familia está afrontando la incertidumbre más grande de la vida, en una etapa caracterizada por una serie de preguntas sin respuestas sobre si se ahogó, si está muerto, si volverá o si será posible hacer su funeral.

Dos años después de la desaparición del cabo, la declaratoria de su muerte es una nueva tragedia en la que cada día “hay una lucha constante contra sus pensamientos y sus miedos”.

Recuerdo del incidente

María José recuerda que el 16 de octubre del 2012 su esposo iba como ocupante de una lancha que llevaba hombres de la Armada para adelantar un operativo especial en zona rural de Juradó, en dónde se había producido un hecho de alteración del orden público.

Según los relatos que se conocen, mientras se desplazaba en alta mar, la embarcación se fue a pique luego que uno de los motores falló.

María José asegura que nadie ha dado explicaciones sobre por qué no había un técnico a bordo, por qué al parecer llevaba 18 personas si sólo tenía capacidad para 10 y cómo se sobrecargó con víveres, pimpinas de gasolina y elementos de cocina ,que al parecer dificultaron las maniobras.

“Iban a la de Dios” reitera en su relato y sólo hubo tiempo para lanzarse al agua luego que alguien gritara que la embarcación se iba a voltear.

Luego vino la angustia y la búsqueda infructuosa de Jorge Luis y Robinson, que María José considera no fue lo minuciosa que esperaba.

“Prácticamente tres veces se hizo un recorrido por la zona en dónde se produjo el naufragio y luego se abandonó la búsqueda mar adentro y no se dedicó tiempo para rastrear las orillas por si apareciera algún indicio o alguna señal”, asegura María José.

En este caso no fue cierto el aforismo popular que enseña que “el mar no se queda con nada”.

La mujer del suboficial de la Armada insiste en que tampoco fue suficiente la búsqueda desde el aire, pues se abandonó luego de diez días, aunque no quiere juzgar si los propios compañeros de su marido hicieron bien o mal la tarea.

“No tengo rencor, sólo Dios puede juzgarlos, pero ahora lo único que pienso es que han debido mover cielo y tierra para buscarlo y no lo hicieron”.

La Bendición en medio del Dolor

María Celeste es la bendición que le quedó como producto de su amor con Jorge Luis, ahora es su fortaleza, la prolongación de su vida, el abrazo que no tiene, la presencia del hombre que no está.

Ramírez reitera que “tiene una bebé que se llama María Celeste, pero no tiene la certeza de que Jorge Luis esté muerto”.

Y esa ausencia parece que sólo es posible contrarrestarla con recuerdos y con la añoranza de los mejores momentos en los que todavía, a pesar de las circunstancias, se espera el abrazo del regreso y las nostalgias de su pequeña hija.

Le ha hablado tan intensamente de su papá, que es obvio que sus palabras sean para evocarlo y para reiterar esa frágil memoria de los instantes compartidos.

“Ella menciona cada instante a su papá y me habla de cuando él la cargaba y la llevaba al parque”, como una manera de imaginar el instante de su regreso.

Mientras la niña ha creado su propia imagen del papá ausente, su mamá piensa en voz alta para imaginar el futuro que le espera luego que su esposo sea declarado “muerto por desaparición”.

“No sé qué será de mi vida, ni de lo que va a pasar en adelante. Guardamos la esperanza que esté secuestrado o desaparecido, pero de ninguna manera muerto y por eso no sé lo que está por venir”, le dijo a La Noche de la Libertad de RCN La Radio.

Para ella, que tiene a su pequeña María Celeste y para la compañera del otro desaparecido que también tiene un bebé, la vida continuará, aunque íntimamente se resistan a aceptar que ha llegado la fecha que no querían aceptar.