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LA TELE DE LOS CIEGOS

Ese eterno ejercicio de dibujar imágenes con palabras, de hacer imaginar, de recrear con sonidos un lugar que no conocemos y al que posiblemente no iremos jamás, hace parte de la naturaleza de la radio.

Para quienes siguen creyendo en su naturaleza, no es cierto que una imagen valga más que mil palabras, sino que podrían apostarle a que una palabra vale más que mil imágenes.

Haciendo una defensa a ultranza de la oralidad y de la vitalidad de lo que se dice y hasta lo que calla, Juan Gossaín decía que por ejemplo, “en la palabra Nilo cabe el río más grande del mundo”.

Ese eterno dilema entre el efectismo y hasta la obviedad de la imagen que no deja nada a la imaginación y la palabra que insinúa y que se desliza por el inconsciente colectivo para que cada quien le dé la forma que le venga en gana.



El periodista estadounidense de la NPR, David Welna definía la radio como “la televisión de los nos videntes”.

, decía Welna durante un seminario sobre reportajes escenográficos dictado por la Fundación Nuevo Periodismo en Lima, Perú.

En la radio pasa como en la vida. Un joven ciego pregunta si su profesora de gramática es bonita y su compañero le dice que más bien es sexy y pregunta cómo es Popeye el marino, a su lazarillo le hace una broma diciéndole que es igualito a él. El invidente, que nunca se ha visto y tampoco ha visto las tiras cómicas, le cree y es capaz de criticar la comparación, diciendo “ que se está dando garra”.

En la novela “La Ceguera” de José Saramago, cuando todos los afectados por la epidemia de la ceguera blanca han sido confinados en un hospital y han perdido sus sueños en medio de la penumbra, aparece un radio alrededor del cual se reúnen todos los desahuciados en un afán desesperado para saber cómo está el mundo que dejaron.

Y en la vida real ocurre lo mismo. La radio se ha convertido en los ojos de los secuestrados y en el único medio en el que pueden elaborar mentalmente las imágenes de los seres y los espacios vitales que dejaron.

Ingrit Betancur recordaba cinco años después de su liberación que el elemento más preciado que guarda consigo es el radio por el que sus familiares le enviaban los mensajes.

Acaso sin querer el actual gobernador del Meta, Alan Jara construyó la frase más bella sobre el carácter de la radio cuando dijo “yo vi crecer a mi hijo a través de la radio” y eso sólo fue posible escuchando una voz que primero tenía “gallos” y luego se hizo más gruesa hasta tener la capacidad de ponerle un cuerpo, una cara, una estatura a fuerza de palabras.

Desde su radio, el hijo del profesor Moncayo “vio cuando su padre inicio su marcha nacional para pedir su liberación”.

La selva como símbolo de oscuridad y la radio como la única señal de vida en medio del follaje enmarañado.

La radio ha cambiado para siempre, pero no su esencia. Ya no son los tiempos de las radionovelas en los que literalmente era posible conocer la selva y todos sus secretos de la mano de unos sonidos inventados y de la filosofía de Kaliman que propalaba la paciencia como su más preciado, pero la radio no ha cambiado su esencia.

Ya no se verán más los marcianos de Orson Wells en la “Guerra de los mundos”, ni los ovnis inventados por fuerza de la imaginación de Milton Erre en las emisoras Coral de Tunja en la década de los 70.

Seguiremos escuchando personajes raros como marcianos y a veces nos sorprenderemos con la estupidez de muchos, pero la radio será para siempre “el escenario de la imaginación”, como fue calificada en los momentos de esplendor.

Rcn Radio está cumpliendo 65 años y para recordar un poco de esa historia construida con sonidos, ahí les dejo estas “imágenes”.