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La tristeza de una familia guatemalteca que envía poemas a un secuestrado

Un secuestro no tiene nada de poético y sin embargo los familiares de un ciudadano guatemalteco secuestrado a finales del año 2012 en el departamento del Meta, han escogido enviar poemas a través del programa La Noche de La Libertad, como una manera de alimentar su espíritu dónde quiera que esté.

A pesar de la adversidad, los mensajes para Julio Fernando Vargas están cargados siempre de esperanza, de aliento y de poesía que habla del regreso y de la confianza en que pronto terminará la insoportable espera.

Sammia es una de las hermanas del ciudadano guatemalteco secuestrado y recientemente le dedicó un poema que tituló El Portal y que hace referencia al lugar en dónde todos esperan su regreso.

“Porqué demoras el retorno, vuelve a casa, mi madre te espera en el portal como antorcha encendida, es su esperanza en esta lucha por tu libertad”.

Las autoridades colombianas no tienen una cifra exacta de ciudadanos extranjeros secuestrados en Colombia y a mediados del año pasado, el Gaula tenía el reporte de siete personas de distintas nacionalidades en poder de grupos armados ilegales.

Estas cifras son difíciles de consolidar, si se tiene en cuenta, por ejemplo, que el pasado mes de febrero el ELN liberó a un ciudadano holandés secuestrado en enero en el departamento de Norte de Santander y de cuyo caso no había ninguna información.

Recientemente el caso más conocido fue el del marine norteamericano, Kevin Scott Sutay, quien fue secuestrado en el 2014 por la Farc en el departamento del Guaviare, cuando a pesar de las advertencias, decidió internarse en las selvas del sur del país.

Tras cuatro meses de cautiverio las Farc lo liberaron, pese a que las autoridades colombianas no accedieron a su petición de contar con el reverendo Jesse Jackson en la comisión humanitaria que lo recibió.
Las informaciones oficiales indican que aún estarían en poder de grupos ilegales tres españoles, un canadiense, un dominicano y el guatemalteco, Julio Fernando Vargas.

El Gaula reporta que por lo menos dos de esos casos, tendrían que ver con el narcotráfico, que cinco de estas personas estarían en manos de la delincuencia común y una de la guerrilla.

En el 2013 fueron liberados por el Eln los ciudadanos peruanos Javier Ochoa y José Mamani y el geólogo canadiense, Gernot Wober, quienes habían sido secuestrados en el municipio de Norosí, sur de Bolívar, mientras adelantan distintas tareas para la empresa Geoexplorer.

Sin embargo, Vargas no ha corrido la misma suerte y continúa en poder de sus captores, pese a que su familia pagó parte del rescate que los secuestradores pidieron.

“Pasan las horas, los días y los años, cambia la vida, también cambia el portal, pero mi madre con esperanza viva, espera verte a casa regresar”.

Hilda Chacón es la esposa de Vargas, quien indica que su esposo vino a Colombia para concretar algunos negocios relacionados con la ganadería y que para ello estableció contactos con un hombre que se identificó como Romeo Pazo.

Ese “supuesto amigo” le insistió en venir a Bogotá y luego lo llevó hasta Villavicencio, en dónde lo habría entregado a miembros de la guerrilla de las Farc, que en una primera llamada exigieron 13 millones de dólares por su rescate.

“El supuesto amigo lo llevó como gancho ciego y lo entregó sin que hasta el momento se tengan noticias de su paradero”, relata su esposa Hilda.
Al referirse al tema en La Noche de la Libertad, su hermana Samia asegura que “el mayor problema que tuvo ene se momento es que fue demasiado confiado con alguien que lo invitó al Meta y de repente vilmente lo traicionó”.

El recuerdo de este instante causa una gran tristeza y hasta rabia, como se percibe en este poema leído por Samia a través del programa dedicado a los secuestrados en RCN RADIO.

“Colombia la bella, la deseada, te has convertido en bestia y sin piedad, robas los sueños del que con esperanza llega buscando en tu suelo reposar”.

Los Vargas son una familia cristiana que se reúne regularmente a orar y pedir por el pronto regreso de Julio Fernando y la mayoría de sus mensajes tienen un tono espiritual, que por ratos disimula la inmensa tristeza que está pasando.

“Hay muchas cosas que te tengo que contar, pero primeramente Dios, el día que nos reencontremos va a hacer posible todo esto”, le dice regularmente a través de la radio su esposa Hilda.

Ella apela a la solidaridad de los colombianos para que ayuden con información que permita la liberación de su esposo y recuerda que hay una recompensa de 100 millones de pesos.

“Somos una familia extranjera sufriendo el secuestro de un ser amado y ustedes como colombianos que han sufrido todo esto, saben el dolor que causa”, expresa doña Hilda, mientras se le quiebra la voz.

Su hijo José Julio insiste en que hace falta él y sus consejos y le envía saludos y fuerza. “Nunca pierdas las esperanza y recuerda que Dios te ama y te necesitamos padre”, le dice.

Ese necesitamos suena tan fuerte en el alma, como el testimonio de su otro hijo, que habla con convicción de un próximo encuentro.

“Espero algún día tenerte aquí a mi lado, porque yo sé que vendrás, no sé cuándo, pero vendrás” es el mensaje de su otro hijo llamado Carlos Fernando, quien a renglón seguido le dice a su padre que “Dios le pone las batallas más duras a los guerreros más grandes”.

Su hermana Ana María le recuerda que no están en silencio y que siguen clamando su libertad y ante los llamados a Dios se muestra confiada, mientras expresa “que el tiempo de la respuesta él lo sabrá, pero nosotros aquí te estamos esperando Fernando”.

Y luego hay tiempo para leer un poema que se llama Voz.

“Los días pasan, la espera se hace eterna, el alma se embriaga de dolor, somos almas en constante pena, voces que piden a gritos libertad”.

Samia insiste en que después de su padre, Julio Fernando es la persona más importante de la familia, al que recurrían en los momentos de dificultad para pedir un consejo porque era una “especie de faro” guiando su diario vivir.

Es ella quien escribe la mayoría de los versos que lee regularmente a través de la radio y como en el poema de José Martí, ella puede ser la niña de Guatemala, “la que se murió de amor”.

Noches eternas, tardes oscuras, duro infierno, son algunas de las expresiones contenidas en los poemas que Sammia lee en RCN Radio con la pretensión de que “atraviesen sin temor la densa selva eterna”, en dónde debe estar su hermano.

Sammia lee:

“Profunda soledad, silencio eterno, que gran vacío nos produce tu ausencia, travesía que corta nuestras vidas negro viaje que demora tu retorno”.

Mientras tanto, su mujer Hilda se despide de la manera más poética y enamorada posible, diciéndole “te adoro mi ángel bello, besos al viento mi ángel y recuerda que te amo con toda mi alma”.
Y al final suena el eco insistente de la voz de Samia repitiendo:

“Que acabe pronto esta lucha sin sentido, que todos vuelvan al seno de su hogar, que cambien las quejas y lamentos, que todos vuelvan a libertad”.