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La violencia contra la mujer es más que física

En el día de decir NO a la violencia contra la mujer creo que vale la pena una reflexión sencilla: <b>este problema no es un asunto de mujeres, es un problema, y muy grande, de la sociedad en su conjunto</b>.

Las leyes en Colombia nos garantizan hoy los derechos y la igualdad pero la cultura machista perpetuada por hombres y mujeres sigue siendo el pan de cada día. Y no se trata solamente de la agresión física. Va más allá.

Es una cultura machista que se refleja en la violencia intrafamiliar pero también en la doble jornada que todavía hoy viven muchas mujeres. Que está en la inequidad salarial, en la mirada desconfiada cuando una mujer denuncia ser víctima de agresión sexual.

Una cultura machista que está también en muchas mujeres que se sienten culpables cuando las agreden, que no denuncian, que callan por miedo o por vergüenza.

Una cultura machista que está en las frases que aún repiten hoy padres y madres a sus hijos: "No llore, no sea niña", "pórtese como un varón", "sea machito". Un lenguaje que tilda de "Don Juan" o "conquistador" al hombre que se acuesta con muchas mujeres y de "puta" a las mujeres que lo hacen con más de un hombre.

Una cultura machista que le dice al hombre que es perseguido sexualmente por mujeres acosadoras (que las hay): "Aproveche mijo o es que es marica". Pero que al mismo tiempo les dice a las mujeres que se hagan respetar porque "el hombre es hombre y si se le da papaya la aprovecha".

Una cultura machista que aún promueve la iniciación sexual de muchos jóvenes con las prostitutas o las empleadas de servicio a quienes se ve como esclavas en todos los sentidos.

También ahí, en esa fórmula arcaica del servicio doméstico entendido como esclavitud sin derechos laborales, está la cultura machista promovida por las mismas mujeres que desde su rol de patronas se olvidan que quien les sirve es una mujer, un ser humano como ellas y merece 8 horas de trabajo, prestaciones, descanso y respeto.

Una cultura machista que nos tilda todavía de "viejas histéricas" o "menopáusicas" y no reconoce los logros ni conquistas femeninas si no se pelea por ello.

Una cultura machista que considera que para que exista autoridad se requiere un varón y que ve en una mujer sola a un ser vulnerable y débil.

Una cultura machista que también nos lleva muchas veces a evaluar a la mujer solo por su condición de tener vagina y no por sus aciertos o equivocaciones en su desempeño laboral. Ser mujer no nos hace inferiores pero tampoco mejores. Nos hace distintas pero esa cultura machista no permite reconocernos en equidad.

¿Hemos avanzado? Sí, y mucho en el último medio siglo. La revolución femenina se ha dado a los gritos en las calles o en silencio en los hogares. Las mujeres conquistamos los espacios públicos, el trabajo, la educación, pero seguimos arrastrando las culpas, la dictadura de la belleza, el poco reconocimiento, la discriminación en muchos sentidos. Falta camino.

Por eso no basta con decir: "Yo no he golpeado a una mujer" o "a mí no ha golpeado ningún hombre". De pronto es bueno preguntarnos de qué manera yo, como hombre o como mujer, estoy perpetuando esa cultura o estoy dando pasos para cambiarla.

Yolanda