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Bloque Capital: el fantasma del paramilitarismo en Bogotá

Fernando Posada


Por: Fernando Posada

El fenómeno del paramilitarismo, que golpeó a Colombia por casi tres décadas, llegó a tener presencia en una inmensa mayoría del territorio nacional, amenazando incluso a Bogotá. Sin embargo, con algunas excepciones, el dominio paramilitar en las grandes ciudades del país ha sido relevado a un segundo plano por los investigadores, que han concentrado sus estudios en las zonas periféricas del país, donde sin duda existió con más fuerza este actor armado.

Dado que nunca hizo parte del proceso de desmovilización paramilitar entre 2003 y 2005, hoy existen muy pocos documentos que permitan entender cómo funcionó lo que alguna vez se llamó ‘Bloque Capital’, una estructura de las Autodefensas Unidas de Colombia que llegó a establecerse en varias localidades de Bogotá. Por muchos años su nombre ha sido utilizado por bandas dedicadas a la criminalidad y la pregunta de qué fue exactamente el Bloque Capital aún nadie ha podido responderla por completo.

A pesar de haber sido casi olvidados por la academia, existen testimonios de diferentes ex combatientes y políticos, que han permitido tener conocimiento de que Bogotá no fue un caso aparte en Colombia y que en el año 2000, por órdenes directas de Carlos Castaño se creó el Bloque Capital de las AUC, dándole forma a lo que sería el paramilitarismo en su versión bogotana. El presunto objetivo de este ‘bloque’ era detener el avance de la guerrilla de las Farc hacia Bogotá, dado que en ese entonces contaba con presencia militar en territorios aledaños como Sumapaz y La Calera, en forma de milicias urbanas en Soacha, e incluso en Altos de Cazucá, dentro de la localidad de Ciudad Bolívar. En su esencia, se trataba de una estructura encargada de realizar labores de ‘inteligencia’ y encaminada hacia el control de negocios ilegales.

A la creación del Bloque Capital le anteceden los intentos de los comandos ‘Calima’ y ‘Cacique Nutibara’, que llevaron estructuras paramilitares a algunos barrios de Cali y Medellín, respectivamente. Por aquel entonces, las comunas y barrios más influenciados por el narcotráfico acababan de quedarse sin jefes, tras el desmantelamiento de los Carteles de Cali y Medellín, durante la década de los noventa. Las investigaciones de Álvaro Guzmán y Renata Moreno permiten entender que estas organizaciones buscaban consolidar su presencia en importantes centros urbanos del país para controlar el narcotráfico, cuyas cabezas habían desaparecido.

En Cali y en Medellín los comandantes paramilitares encontraron redes criminales sin patrones y dado que para ese entonces ya eran un importante actor dentro del narcotráfico, aprovecharon la existencia de esas organizaciones mafiosas para convertirlas en sus nuevas milicias urbanas. Además aprovecharon la llegada de desplazados y desmovilizados sin empleo, provenientes de todo el territorio nacional, para aumentar su tamaño y expandir sus actividades ilegales.

Dentro de los limitados archivos periodísticos que existen sobre esos hechos, y a través de entrevistas a ex paramilitares como ‘Mi Sangre’, es posible establecer que en el caso de Bogotá, fue creado el Bloque Capital con un objetivo similar: el control y la vigilancia de actividades clandestinas. Y como ocurrió también en el caso de Cali y Medellín, el Bloque Capital nunca tuvo un mando único visible. Su estructura estaba compuesta por hombres que obedecían a líderes de varias regiones, particularmente en los Llanos Orientales y Boyacá. Varios testimonios señalan al extinto Miguel Arroyave, alias ‘Arcángel’, uno de los principales líderes paramilitares en esa zona del país, de haber sido jefe de esa estructura.

Alias ‘Mi Sangre’ fue capturado en 2012 en Argentina. Al ser preguntado por el portal Verdad Abierta sobre si ese bloque paramilitar había recibido algún apoyo de parte de la institucionalidad, él respondió: “no creo que haya una región a donde no hayamos llegado sin el apoyo de los políticos y de la Fuerza Pública. Bogotá no fue la excepción”.

Algunas investigaciones periodísticas y académicas han permitido establecer que el Bloque Capital desde el momento de su creación buscó controlar la entrada y salida de productos en Corabastos, con el argumento de que era un punto infiltrado por la guerrilla de las FARC. Otras voces aseguran que el Bloque Capital estableció nexos con comerciantes del circuito de los ‘San Andresitos’, brindándoles servicios de ‘inteligencia’ y protección frente a enemigos dedicados al contrabando y el microtráfico.

Pero por las lógicas propias de la capital de la república, el Bloque Capital no buscó llevar a cabo acciones militares en Bogotá. Los jefes paramilitares no veían en el territorio bogotano un objetivo de dominio armado, como sí ocurrió en muchas regiones del país. En cambio, consideraban a Bogotá una posición importante para desarrollar labores de retaguardia e inteligencia, así como también del control de distintos negocios ilegales. “Amedrentar líderes sociales”, en palabras del exministro Camilo González, era otra de las prioridades del Bloque Capital. Durante comienzos de la década del 2000, sus milicias hicieron uso de mecanismos de intimidación como la circulación de panfletos amenazantes y los patrullajes motorizados en algunos de los barrios más vulnerables a la violencia en Bogotá.

Un ex dirigente social de Bogotá, quien solicitó que su identidad fuera protegida, le explicó a esta columna que por su activismo fue blanco de distintas amenazas a nombre del Bloque Capital de las AUC, a lo largo de la década de los 2000. Asimismo, sostuvo que durante esos años fueron muchos los defensores de causas que recibieron panfletos y llamadas intimidantes, y que fueron años de inmenso temor para ellos. Sin embargo, la falta de acciones de escala mayor por parte de esta estructura llevaron a que las autoridades y los medios de comunicación le prestaran relativamente poca atención.

Luego del proceso de paz con los paramilitares, muchos excombatientes retomaron la actividad criminal y dieron origen al fenómeno de los grupos neo-paramilitares, entre quienes se han venido disputando el negocio del narcotráfico, así como también el control del sicariato y la extorsión en las zonas donde antiguamente operaban. Dado que el Bloque Capital no hizo parte de los diálogos de paz con el gobierno Uribe, su incierta estructura nunca se desmovilizó, y bajo el mismo nombre continuó su actividad criminal sin mayor atención. Para comienzos de la década del 2010, líderes de restitución de tierras en Bogotá y el entonces representante Iván Cepeda recibieron en varias ocasiones panfletos amenazantes firmados como ‘Bloque Capital’, a pesar de que las AUC se habían desintegrado cinco años atrás.

Son muchas las preguntas que hoy se mantienen frente al fantasma del Bloque Capital, el cual congregó distintas formas de organización mafiosa en Bogotá. Dado que esa estructura nunca se desmovilizó, aún sigue siendo incierta su existencia y su nombre se ha mantenido al alcance de bandas delincuenciales que buscan intimidar a sectores sociales muy específicos. Genera además una inmensa preocupación el discurso negacionista frente al resurgimiento del fenómeno paramilitar por parte de las entidades estatales, empeñadas en hacer creer que se trata de redes meramente criminales. La Dirección de la Policía Metropolitana de Bogotá ha negado en varias ocasiones la existencia del Bloque Capital y la infiltración urbana del paramilitarismo en zonas vulnerables de la ciudad. Pero la sistemática intimidación hacia sectores de izquierda, líderes sociales y reclamantes de tierras es una firma indudable de los ejércitos privados de derecha en todo el país.

Mientras que el Gobierno enfila todas sus baterías para solucionar políticamente el conflicto armado con las guerrillas de las Farc y el ELN, son miles los ciudadanos de a pie que por cuenta de las causas dentro de las que participan, permanecen siendo objeto de amenazas e intimidación por parte de estos grupos neoparamilitares, cuya terminación en la práctica aún no se ha conseguido.