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EL SUEÑO DEL ECÓPATA



Por: Juan Manuel Ruiz 

 

Se llama Pentti Linkola, en una página web que aparece a su nombre se informa que nació el 7 de diciembre de 1932 en Helsinki, que desde la universidad se volvió un naturalista, y que escribió su primer libro a los 23 años.

Que después se volvió activista radical, fundó una corriente ecofascista y empezó a propagar el eje de su ideario. Al ver el aumento de la población mundial, la depredación al medio ambiente, el daño a la capa de ozono, la contaminación de los ríos, el deshielo de las cumbres nevadas, llegó a sus propias conclusiones.

Con rabia, este hombre que hoy vive como un ermitaño y deriva su sustento de la venta de pescado encontró la clave de lo que debería ser su revolución y su reforma: el hombre debe pagar con su vida los daños que le ha propinado a la madre naturaleza.

Quince años después de que este desquiciado hubiera escrito su primer libro se convirtió en lo que es hoy, el líder de un movimiento que parece una secta y que está dispuesto a sacrificar la vida humana con tal de defender al planeta de los vicios que lo corroen.

En una magra página web titulada simplemente Pennti Linkola en españolaparece esta perla, asombrosa y aterradora, que resume muy bien su pensamiento sobre cómo el hombre puede contribuir con la madre naturaleza:

“¿Qué se puede hacer cuando un barco que transporta cientos de pasajeros naufraga y sólo se dispone de un bote salvavidas? Cuando el bote esté lleno, aquellos que odian la vida tratarán de cargarlo con más gente y acabarán hundiéndolo. Aquellos que aman y respetan la vida tomarán un hacha del barco y cortarán las manos de aquellos que se agarren a los costados del bote.”

El ecópata podría ser comparado con cualquiera de los paranoicos y maléficos personajes de las películas de James Bond, pero a diferencia de ellos sí existe y vive y come y escribe de verdad. Además, profesa un auténtico y radical odio a los gatos.

Linkola –dice la página web— llama a la erradicación de criaturas a las que los humanos han dado oportunidad de reproducirse sin restricciones, lo cual ha dañado el ecosistema circundante.

Mientras que los ecologistas y muchos otros miembros de esta sociedad aman a los gatos, él quiere eliminarlos debido a la cantidad de animales que matan sin actuar en ningún momento como un depredador típico.

El sueño del ecópata es una dictadura, el ecototalitarismo, a la que atribuye menos estupideces que las de la democracia, y en la que gobiernen los viejos capaces de sacrificar a la población y decretar el consumo estricto de recursos renovables.

El articulista español Íñigo Lomana escribió recientemente en El Confidencial, de España, una espléndida semblanza de Linkola en la que afirma que la verdadera obsesión de este chifloreto, el asunto en el que tiene empeñada toda su sañuda malicia, es la superpoblación.

“Los escasos días en los que se levanta de buen ánimo, se asoma a la ventana de su cabaña y se queda mirando fijamente la helada inmensidad de la tundra. Después de varias horas así, se llena de un intenso asco por la vida y empiezan a ocurrírsele cientos de nuevas ideas para diezmar la población”.

Como ya se sabe que estos loquitos suelen tener eco en ciertas esferas, capaces de llegar a oídos marginales o atormentados, me pregunto si no es hora de pensar en que el ecologismo extremo como el que él representa es ya una amenaza para la humanidad.

Por su importancia y trayectoria, le envié a la doctora Brigitte Baptiste, directora del Instituto Von Humboldt, el artículo escrito por Lomana, y tras analizarlo me resumió de esta manera lo que pudo inferir del pensamiento de Linkola:

“Es un catálogo de bestialidades, algunas con cierto fundamento en su diagnóstico, todas impensables como prácticas. Lo grave es que lo siguen cada vez más ciertas sectas pseudoambientalistas”

Lo que a uno le preocupa es cómo las ideas de este personaje, radicales y extremistas, pueden tener recibo en algunas corrientes que deberían ser, intrínsecamente, incondicionalmente respetuosas de la vida, incluyendo, por supuesto, la vida humana.

“Estamos llenos. Mire si no ciertos ‘animalistas’, toda una variopinta colección de fanáticos. Extremismos es lo que veremos si la razón fracasa en construir adaptación”, sentencia la doctora Baptiste.

Ojo abierto con el ecópata y sus secuaces. Así su vida ya languidezca, este tipo de líderes logran que su pensamiento permanezca durante décadas, convertido en corriente o en secta, pero con la amenaza siempre latente de la violencia como disculpa para defender a la naturaleza. Lo que nos faltaba.