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Los peligros de nuestro tiempo. Algunos son los mismos de siempre: la violencia física, la guerra, las traiciones, las amenazas por decir y pensar diferente, la exclusión, el exterminio. Otros son, en sus maneras de aproximación, novedosos. Lo señala de manera fría y sórdida Black Mirror con el espejo negro que identifica el comienzo de la serie de Netflix: una pantalla rota de un celular "inteligente" en el que uno observa su reflejo distorsionado. Se trata de reflexionar sobre los usos y abusos de la tecnología.

En Argentina un hombre de 29 años estaba acosando sexualmente a una niña de 11 a través del sistema de mensajería instantáneo de Whatsapp. El acosador trató de persuadir a la niña para que mintiera a su familia, saliera sola de casa y se encontrara con él en un barrio de Buenos Aires. La niña, atenta, precavida, decidió contarle a su papá, que se hizo pasar por ella y arregló una cita con el acosador. En la conversación el papá vio fotos que el acosador le había enviado a la hija, se grabó su rostro mientras lo miraba con desprecio, con odio, con violencia.

Salió de casa preparado para matar. Entonces lo vio en la calle y le entró a golpes. Después de dejarlo herido en la calle, sacó el celular -que también sirve como arma de venganza, de lapidación- y fotografió al acosador. Luego subió sus fotos ensangrentadas a Facebook con un mensaje que decía: "Este hijo de puta es un violín. Le mandaba msj a mi hija de 11 años".

La policía, alertada por el papá, llegó al lugar de la golpiza, lo separó del acosador y lo llevó a la Comisaría. Mientras escribo esto los dos están libres y tienen una investigación abierta. El grooming, como se conoce la modalidad delictiva que trató el acosador con la niña, se define como la forma en que un depredador sexual se acerca a niños y jóvenes para ganar su confianza, crear lazos emocionales y luego abusar sexualmente de ellos.

En muchos países de América Latina se han incrementado las denuncias por casos de grooming. En Chile un 42% en 2014, en Argentina un 35% en 2016, en Colombia, según cifras de Interpol, durante 2017 se identificaron más de 4 mil personas relacionadas con pornografía infantil. Esta es una realidad y llegó para quedarse.

No creo, sin embargo, que en nuestro tiempo la sociedad esté más enferma de lo que siempre ha estado, pero sí es evidente que la tecnología, que tantas maravillas trae a nuestras vidas, ha permitido que estas desviaciones se manifiesten de múltiples maneras, que amenacen a cualquiera que tenga acceso a la pantalla de un celular. Hay que hablar de estas cosas con nuestros hijos, hay que debatir entre padres cuál es el momento para entregar a los hijos aquella poderosa arma de información y de desinformación.

No se trata de caer en el puritanismo tecnológico, de negar las virtudes que ofrecen los celulares; sí se trata de tener presente los peligros del descuido, de creer que un teléfono inteligente reemplaza la presencia de un padre o una madre que protege, que advierte, que enseña.

En el reflejo distorsionado de la pantalla negra del celular de nuestros hijos debería estar también la presencia crítica de uno de los padres. Siempre.

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