Cargando contenido

Ahora en vivo

Seleccione la señal de su ciudad

Jóvenes al rescate de la paz

Fernando Posada


Por: Fernando Posada

Colombia no había pasado por una semana tan intensa desde que el holocausto del Palacio de Justicia y la Tragedia de Armero tuvieron lugar con siete días de diferencia. Pero en esta ocasión la decepción por un frustrado paso hacia la paz trajo consigo una nueva esperanza, por medio de una ciudadanía que no renuncia al sueño de que el país tome el camino definitivo hacia el fin del conflicto.

Desde el comienzo ocurrió lo que nadie habría podido calcular. No solo ganó el No en el plebiscito, desde un margen estrecho y lejos de ser mayoritario, desconcertando a una esperanzada comunidad internacional. El regreso a la guerra, que se había asumido inminente en un eventual triunfo del No, en ningún momento llegó. Y los líderes antes enfrentados se reunieron por primera vez en más de cinco años para buscar una solución en medio de la incertidumbre por el futuro del proceso de paz. Las declaraciones escuetas que entregaron al final dejaron claro que de quedar en sus manos, el limbo puede durar hasta las próximas elecciones. Hasta a la desgracia más preocupante hay políticos que saben sacarle provecho electoral.

Esa misma noche los estudiantes colombianos lograron algo que ningún partido había sido capaz de conseguir: llamar a la movilización más grande por la paz de Colombia desde el inicio del proceso. Una marcha de noche, con velas y antorchas, donde muchos jóvenes antes desinteresados por la política y la situación del país, salieron a demandar esfuerzos por la construcción de la paz.

Podían verse entre la multitud promotores de los antiguos Sí y No, unidos por los cantos, al lado de jóvenes que nunca antes habían salido a una movilización ciudadana. Solemnes, en silencio y demandando una solución pronta, los ciudadanos que antes habían estado divididos por la polarización del plebiscito le exigieron a los líderes políticos sensatez y celeridad para darle prioridad al futuro del país, por encima de sus intereses electorales y sus cálculos políticos. Seguramente muchos de ellos no salieron a votar el domingo, y aunque no deje de ser paradójico también resulta esperanzador, pues significa que a pesar de la tardanza la apatía parece reducirse.

Los efectos de las manifestaciones públicas son inmensos y sin haberlo planeado los jóvenes colombianos desbancaron de la primera plana de todos los medios del país las noticias del esperado encuentro entre Uribe y Santos, y la expectativa por el partido de la Selección Colombia, que jugaba al día siguiente. La marcha del 5 de octubre dejó como lección que tendrán que repetirse manifestaciones semejantes cada vez con más asistentes y con más exigencias en sus demandas.

La movilización ciudadana debe convertirse en el más poderoso mecanismo de presión para que los políticos colombianos den prioridad a la construcción de un acuerdo de paz con entrega y celeridad, antes de pensar en su futuro electoral. Es precisamente en días de tanto debate y actividad cuando los jóvenes deben asumir con mayor razón las riendas del futuro y trasladar sus discursos desde las redes sociales hacia los espacios del mundo real. Llena de emoción ver a los jóvenes colombianos decididos por cambiar su futuro.