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La utopía de la 'renegociación'

Fernando Posada


Por: Fernando Posada

Hasta el último minuto creí improbable que el plebiscito por la paz fuera a rechazar la implementación de los acuerdos firmados con las Farc. Pero en estos tiempos enrarecidos para la democracia, hasta las causas más insólitas e impensables han cobrado una descomunal fuerza, y en contra de todos los planes el ‘No’ logró imponerse en las urnas.

En medio de la confusión que sorprendió a todos los colombianos, incluyendo a los más activos promotores del ‘No’ que jamás imaginaron que se llevarían la mayoría de votos, surgió un brote de optimismo quizás desmedido, de cara a una realidad que nadie había sido capaz de predecir. Y a pesar de la oscuridad del panorama, como es costumbre, la ciudadanía buscó aferrarse a cualquier posibilidad que ofreciera esperanza, mientras la autoestima de la nación se encontraba por el suelo.

Fue durante los momentos de mayor pesimismo frente a nuestro futuro como país cuando surgieron creativas propuestas y alternativas para enfrentar la catástrofe, muchas de ellas rayando con los límites de lo utópico. Llegó a tomar mucha fuerza la posibilidad de un gran pacto nacional entre el uribismo y el Gobierno, que llevaría a una inminente 'renegociación' de los acuerdos y a la firma de una paz más incluyente. Pero de eso tan bueno no hay tanto, y pronto la propia arena política se encargó de que aquella optimista expectativa se escapara de las manos de los entusiastas de la ‘renegociación’ de los acuerdos.

La realidad cada vez se muestra más compleja, en medio del enfrentamiento de dos modelos de país que buscan arrebatarse el logro histórico de alcanzar la paz, pensando siempre en su dividendo electoral. Es por eso que hablo de la improbable propuesta de la ‘renegociación’ utilizando comillas, y sobre todo escepticismo, pues en la historia de los procesos de paz del mundo algo de semejante calibre ha mostrado ser realmente inédito. Sencillamente porque en una negociación cerrada, valga la redundancia, un actor que ha aceptado someterse dentro de los parámetros de la institucionalidad, como ocurre en este caso con las Farc, no aceptará que le sean cambiados los aspectos estructurales del acuerdo como ocurre en materia de beneficios jurídicos o de derechos políticos.

Los acuerdos de paz no se ‘renegocian’ en el escenario de ser rechazados; se vuelven a empezar. Y esa demora puede convertirse realmente contraproducente, si el objetivo verdadero es conseguir la firma de un pacto final que reduzca los niveles de violencia, antes que sentar las bases para las próximas elecciones. Pero sobre todo me atrevo a predecir, con la esperanza de equivocarme, de que tres semanas después de la derrota del proceso de paz en las urnas, ya es posible leer con cabeza fría algunos de los primeros pasos de nuestros líderes políticos en este camino desconocido. Y los discursos inicialmente conciliadores han mostrado lentamente divisiones y enfrentamientos aún distantes de una solución final, que convertirán el futuro de la paz en Colombia en un debate enteramente político.

El principal enemigo de que una eventual ‘renegociación’ tome lugar no serán las demandas de lo inamovible para la guerrilla y el Gobierno, sino el afán de figuración de quienes se quedaron por fuera de la histórica firma de la paz y han encontrado en la actual parálisis del proceso la ocasión perfecta para volver a sentirse protagonistas. Ante el aprovechamiento electoral de la paz por parte de los partidos políticos, la ciudadanía debe ejercer todos los mecanismos de participación y movilización popular para exigirle al Presidente la exploración de otros caminos para la terminación del conflicto, alejándose del apetito político de la clase dirigente.