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A Bogotá hay que caminarla

Gozar de horas libres luego de las jornadas de trabajo, aún con la compañía de la luz del día, es uno de los mayores privilegios que podemos disfrutar los madrugadores. Y entonces, de vez en vez, salir a caminar en medio del calor del día se convierte en una posibilidad emocionante.

Fernando Posada


Por: Fernando Posada

Gozar de horas libres luego de las jornadas de trabajo, aún con la compañía de la luz del día, es uno de los mayores privilegios que podemos disfrutar los madrugadores. Y entonces, de vez en vez, salir a caminar en medio del calor del día se convierte en una posibilidad emocionante.

En mi caso, es sinónimo de inmensa libertad salir a caminar por las calles de Bogotá en horas de la tarde. El paso por cada una de sus esquinas, con su imperfección encantadora, permite mantener la sintonía con la mayoría de las preocupaciones de los ciudadanos. Del tráfico que cada vez se vuelve más insoportable, del pésimo estado de los andenes, de mirar con alerta a los lados continuamente, para evitar ser víctima de cualquier robo; de todo esto se aprende a ser más pragmático, más aterrizado y más consciente de la realidad que enfrenta el país.

Tome usted la Carrera Séptima como ejemplo. Pocos lugares han sido testigos de tantas tragedias y momentos de gloria, siendo el punto de encuentro de algunos de los más importantes episodios de la historia colombiana. Todavía puede sentir en el ambiente las muchedumbres enfurecidas por los asesinatos de Uribe Uribe y Gaitán, y las llamas que consumieron el Palacio de Justicia.

Pero también un paseo breve por la Séptima permite, en pocos minutos, conocer los contrastes inminentes que jamás dejan de impresionar. La realidad innegable de la indigencia, el abandono y las ventas ambulantes; la pobreza que nadie debería pretender olvidar.

La ciudad hay que observarla de la manera más cercana posible. Hay que tocarla con las palmas de las manos y percibir cada uno de sus olores. Un día en la ciudad, cuando menos, debe llevarnos a entenderla como algo que de todas las maneras nos pertenece y a replantear nuestra manera de concebir las distancias.

Bogotá tiene secretos en cada una de sus esquinas y la única manera de conocerla a profundidad es recorriéndola paso por paso. En el camino, sin duda, encontrará en almacenes escondidos el disco que jamás imaginó que llegaría a conseguir, un libro de segunda mano que durante años le recomendaron, y si tiene suerte, volverá a saludar a un amigo que hace años no ve.

Hay que quitarse el miedo de encima y volver a caminar por Bogotá.