Cargando contenido

Ahora en vivo

Seleccione la señal de su ciudad

El desesperado uribismo

Fernando Posada


Por: Fernando Posada

Enterado de que Santos y su equipo negociador estaban a punto de comunicar un avance más en los diálogos de paz de La Habana, el uribismo se organizó para opacar la noticia que días después sería entregada, lanzando una ambigua resistencia civil cuyas implicaciones hasta ahora nadie ha podido abarcar concretamente.

Como muchas veces había ocurrido antes, el anuncio del blindaje jurídico del proceso de paz se vio empañado por un pronunciamiento colectivo de la bancada del Centro Democrático, que a nadie sorprendió. Los argumentos para desvirtuar el acuerdo alcanzado eran casi idénticos a los utilizados en ocasiones anteriores: que se estaba desconociendo el Estado de derecho y que la nación sacrificaba sus principios constitucionales más sagrados para entregarle el país en bandeja de plata a las Farc. El discurso del borde del abismo.

En cuestión de pocas horas, en Estados Unidos se reunieron el procurador Ordóñez, el expresidente Uribe y Óscar Iván Zuluaga para discutir sus inquietudes frente al progreso de los diálogos de La Habana. Pero lejos de ser un simple encuentro en un salón de Miami, la cumbre Uribe-Ordóñez-Zuluaga selló una alianza entre algunos de los más radicales opositores de los acuerdos de paz, en un intento por organizarse ante la creciente evidencia de que el proceso va en serio.

Porque el Gobierno y las Farc han sido capaces de superar innumerables episodios que pusieron el futuro mismo de los diálogos en jaque y están decididos a firmar sí o sí una solución política al conflicto armado. El acuerdo no es tan perfecto como quisiéramos, evidentemente, y tendremos como ciudadanía que hacer una serie de concesiones puntuales, a cambio de acabar con esta desastrosa guerra. Pero hay voceros muy críticos de las negociaciones que poco han leído y analizado el texto de lo pactado, prefiriendo el camino de la repetición sistemática de un discurso deliberadamente engañoso.

En los últimos meses desde las redes sociales ha podido observarse cómo el expresidente Uribe ha entregado detalles muy poco creíbles sobre los acuerdos, con el objetivo de sembrar miedo y generar indignación, incluso cuando la falsedad de algunos de éstos es inmediatamente reconocible. Recientemente publicó un comunicado en PDF por medio del cual las Farc supuestamente anunciaban entre sus combatientes que quienes llevaran menos de 20 años dentro de las filas no podrían recibir una pensión del Gobierno y por consiguiente, tendrían que continuar en las armas hasta alcanzar la edad de jubilación. El montaje no tenía otro motivo que desinformar a los colombianos.

Resulta desesperanzador darse cuenta de que entre más cerca está la firma de la paz, más fuerte es también la guerra sucia en su contra. En vez de promover un debate equilibrado sobre los puntos más débiles de los acuerdos, quienes dependen electoralmente de la oposición a la paz han decidido propagar un discurso repleto de falacias y de conceptos mentirosos. Y así seguirá ocurriendo. Cada vez se repetirán más términos como el del ‘castrochavismo’, que asocia como si fueran la misma cosa el sistema electoral y socialista venezolano con el autoritarismo comunista de Cuba. Seguirán los opositores de la terminación política del conflicto armado imponiendo el miedo a propósito, predicando que el acuerdo le entregará el país a las Farc, que Colombia será una nueva Venezuela, e incluso continuarán amenazando con el argumento de que este acuerdo dará lugar a nuevas violencias.

Tristemente para nuestra democracia, es más rentable políticamente repetir mentiras para que se conviertan en verdades, antes que promocionar entre la ciudadanía la lectura de los acuerdos y que sea en últimas la comunidad la que juzgue su conveniencia. Es en tiempos tan trascendentales como los que vivimos, cuando más imprescindible se hace una oposición ejemplar, empeñada en representar y comunicar las preocupaciones de la ciudadanía. Sin embargo, deja mucho por desear un partido de oposición, y su noción de democracia, que a punta de verdades fabricadas busca conquistar a los colombianos de la manera más incendiaria y básica, poniendo a un lado el debate informado.