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Luz ética que tanto necesitamos

Yolanda Ruiz, directora nacional de noticias de RCN Radio



30 años después de su muerte, don Guillermo Cano es, para todos los que creemos en el periodismo serio y honesto, un faro encendido desde el más allá. Y en este siglo XXI hiperconectado y sobreinformado, cuando las noticias viajan a la velocidad de un trino y en instantes se vuelven virales, necesitamos, más que nunca, sus lecciones de ética y resistencia.

Estaba recién graduada cuando mataron a don Guillermo Cano y no tuve el privilegio de conocerlo. Era muy joven y el periodismo era como un monstruo gigante que me asustaba y me enamoraba a la vez pero no olvido el día de su muerte ni el silencio de los medios que vino después como protesta ante el crimen atroz. Las batallas que dio don Guillermo fueron muchas. Tuvo que vivir la censura de una dictadura y la violencia de un cartel del narcotráfico que terminó con su vida. Hoy siguen las presiones, las amenazas y las muertes de periodistas. 800 asesinados en el mundo en la última década según la Organización Reporteros Sin fronteras. Ese es el riesgo evidente pero hay otras amenazas inmensas contra la libertad de prensa.

En las historias que ha publicado el Espectador como parte del homenaje a la memoria de don Guillermo muchas de sus palabras parecen escritas hoy mismo y sus decisiones nos dicen cómo proceder. Destaco el episodio del corresponsal en Chocó Primo Guerrero cuando el director salió en su defensa después de haber sido detenido tras sus denuncias de corrupción. Don Guillermo da la batalla por él. Es lo que se esperaría de un editor o director: Lo primero es confiar en los reporteros y responder por ellos, defender su trabajo si lo hacen bien. Hoy, ante la cercanía con las esferas de poder, no es extraño ver que se entreguen cabezas de reporteros sin preguntar o que se cambien noticias para complacer a quienes se quejan porque un reportero está hurgando en el lugar adecuado.

A don Guillermo le tocó vivir la censura de una dictadura y también se paró frente a ella. Hoy cuando no tenemos censores que revisen nuestros materiales antes de ser publicados, muchas veces los mismos periodistas se encargan de cercenar la libertad que nos consagra la Constitución. Por defender el puesto, por entender mal un servicio a la empresa que nos emplea o simplemente por la pereza mental y espiritual para no medir las consecuencias que tiene para la sociedad un mal periodismo, muchos aceptan que le metan la mano al trabajo los promotores de todo tipo de intereses.

Hoy batallamos contra la dictadura del mercado que ya no nos pide buen periodismo sino rating y ventas. Batallamos también contra la censura y autocensura que viene del exceso de cercanía con unas fuentes que cooptan periodistas para sus causas. Muchas veces el periodista ni se da cuenta de esa amenaza a la libertad de prensa, otra veces lo sabe y no le importa porque como ocurre en tantos oficios que deben estar al servicio de la sociedad también en el periodismo se termina usando el cargo para beneficio propio y llegamos al típico “usted no sabe quién soy yo” tan frecuente en nuestro gremio.

Sea frente a un capo del narcotráfico, un funcionario o un anunciante creo que la respuesta nos la dio don Guillermo Cano: Coraje, fortaleza, integridad total para defender la independencia. No la que se discute en foros y seminarios, en donde es fácil dar cátedra de ética; la independencia se mide en el día a día y cuesta trabajo ejercerla cuando tenemos de por medio el puesto, el salario y la vanidad. Me detengo en ese punto porque sí que nos amenazan la vanidad y la arrogancia. Movernos en las esferas de poder nos hace a veces perder la cabeza y sentir que somos parte de ese poder.

Nada más lejano del oficio de fondo de la prensa que sentirse parte del poder. A los poderes, todos, los tenemos que rondar y cuestionar. Esa es nuestra tarea.

Cuánto necesitamos voces claras y diáfanas como la de don Guillermo Cano para defender por encima de todo la independencia para informar. En homenaje a su memoria lo mínimo que podemos hacer quienes seguimos en el oficio es defender la independencia de todas las presiones. Cuánta tarea por delante. Ser dignos de su sacrificio y el de los cientos de periodistas asesinados en Colombia es lo mínimo que se nos debe exigir a los periodistas, sobre todo a quienes llegamos a la cabeza de los medios.