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Mafias para todos los gustos

Juan Manuel Ruiz


De tanto hablar de ellas estamos empezando a confundirnos y, lo peor, a desentendernos y olvidarnos. Pero lo cierto es que detrás del caos que reina en nuestras ciudades, detrás de tanto desgreño, hay decenas de mafias que han operado en apariencia de oscuridad mientras todos los reflectores se dirigen hacia las guerrillas y bandas criminales. Y pueden llegar a ser peores.


Sin darle largas al asunto, recordemos que este fin de semana en el concejo de Bogotá se denunció una vez más, pero con nuevos detalles, cómo operan las mafias del espacio público de las que harían parte multinacionales y ediles.


Estas mafias del espacio público cobran, según las denuncias, entre cincuenta mil y cinco millones de pesos por permitir a los vendedores usar el espacio público, es decir, el espacio de todos. Además, habría locales comerciales legales que extienden sus ventas a los andenes sin ninguna clase de pudor o de vergüenza.


Amparadas en las necesidades ajenas y en el oportunismo, multinacionales muy reconocidas de telefonía celular y de televisión utilizan, con o sin conciencia, el espacio público  --o sea, el espacio de todos-- para vender sus productos, impunemente, usando a los vendedores ambulantes que te persiguen con promociones y gorritas. La cadena de actores es larga en ese tema. De los capos de esta mafia, nada se sabe.


Por otra parte, hace una semana denunciábamos la mafia que hay detrás de las limosnas, que maneja incluso a indígenas para esclavizarlos y someterlos, aprovechándose de su estado de abandono. Esta mafia los vuelve mendigos, los reparte por toda la ciudad y les roba las moneditas que las gentes les dan para salvar su conciencia o por solidaridad. De los capos de esas mafias, nada se sabe.


La directora del ICBF Cristina Plazas ha venido denunciando desde hace meses la existencia de la mafia de la alimentación escolar, que parece ser peor que la del narcotráfico. Pero a pesar de sus denuncias y de que son evidentes sus actos delictivos, de sus capos, de sus verdaderos capos, nada se sabe o no se quiere saber.


También desde hace tiempo se viene denunciando una mafia que se encarga de comprar y revender las boletas de los grandes espectáculos, bien sean conciertos de grupos famosos o eventos deportivos. Operan en las narices de las autoridades. Sin embargo, nunca hemos sabido quiénes son sus capos porque nunca los hemos visto tras las rejas, salvo pequeñas capturas de truhanes y ganapanes que quedan libres al tercer día.


Respecto de las mafias de los contratistas, se han dado algunos pasos relativamente importantes pero el asunto parece haberse centrado en los delincuentes Nule, mientras que los que están libres siguen enquistados como rémoras en la contratación estatal.


Apenas este fin de semana se supo de la captura de un abogaducho que torció los contratos de diseño de las tristemente célebres "obras" de los juegos nacionales de Ibagué, una de las grandes vergüenzas de nuestro tiempo.


Y así. La lista es larga, porque habría que mencionar a las mafias que trafican con los inmigrantes ilegales, con órganos, con arte, con armas, con películas piratas, con niños, y hasta con ayudas internacionales en casos de tragedias o emergencias.


Y eso que falta hurgar en las mafias que trafican con expedientes y procesos judiciales, las mafias que consiguen, usan, desusan y hasta matan a falsos testigos en procesos famosos y menos célebres.


Famosos son también los abogados que conforman las mafias que se dedican a tramitar falsas pensiones para personas que nunca cotizaron, o millonarias pensiones para quienes no las merecen.


En esta área, una de las mafias más llamativas es la de jueces y abogados que instauran demandas a entidades estatales como Telecom y fallan en su contra a cambio de jugosas coimas. Un caso célebre, ajá, fue el del "Cartel de las Tucson", llamado así porque sus integrantes, tras el delito, se dedicaron a comprar vehículos de ese modelo y se pavonearon en ellos por las calles de Montería.


Y, ¿qué tal las mafias que han surgido para traficar con jóvenes futbolistas que terminan en la olla pidiendo plata prestada en equipitos de mala muerte en Centroamérica?


En fin. La lista es larga e incompleta. Pero más que el simple ejercicio de hacerla, necesario es señalar que en el llamado posconflicto hay muchos focos en los cuales centrarse y muchas las aristas del caos social en el que nos enfrentamos. Ojalá las autoridades estén a la altura de semejante reto.