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Mil palabras que mataron una imagen



Dice el refrán que una imagen vale más que mil palabras pero en estos últimos días el país demostró que ese refrán por aquí no pega y en este país de debates las imágenes caen ante la maraña de palabras.

La imagen fue contundente, histórica, le dio la vuelta al mundo: el presidente Juan Manuel Santos y alias Timochenko se estrecharon la mano en La Habana para sellar el que se creyó era un acuerdo firme sobre justicia transicional y el ingreso a la recta final del proceso de paz con el que tanto sueña Colombia desde hace décadas.

El país se alcanzó a ilusionar hasta tocar incluso a muchos de los permanentes críticos del proceso. Se evidenciaron en las primeras horas matices en los opositores pues muchos de ellos saludaron el encuentro. Pero mientras el mundo recogía el impacto de la imagen empezó la tormenta de palabras que se la llevó por delante.

Los negociadores, los abogados de las partes, los asesores, los políticos, el jefe de las Farc, comenzaron a explicar lo inexplicable pues ahora nos venimos a enterar que el acuerdo definitivo no está listo todavía. Y ahí comenzó el problema. O se anticiparon a buscar la foto sin tener el acuerdo amarrado y listo o fueron víctimas de su propio éxito y en medio de la euforia todos quisieron reclamar su pedazo de protagonismo y decidieron hablar cuando lo único sensato hubiera sido dejar que la imagen elocuente lo dijera todo.

Los opositores al proceso, por supuesto, no perdieron oportunidad para criticar lo conocido y hasta lo desconocido pues muchos han basado su garrote en detalles que están por verse pero como nada hay definido para el debate se usa lo que sea, hasta inventarse pormenores que aún no conocemos. En la polémica ha saltado de todo: Que sí habrá privación de la libertad, dicen unos; que no, dicen otros; que las penas son falsas, que si hay justicia, que no habrá extradición, que habrá reparación, que si los delitos conexos, que amnistía para todos… En fin, cuando nos parecía ver una luz al final del túnel, las sombras aparecen otra vez por cuenta de palabras sobrantes.

Durante años se le ha reclamado a los negociadores por su falta de pedagogía, por la escasa información que trasciende de las negociaciones y las pocas respuestas a las preguntas que nos hacemos los periodistas pues las entrevistas han sido contadas y selectivas. Eso es cierto, ha faltado información y saber conectar al país con la importancia de lo que se negocia en La Habana que no es de poca monta: es el fin de una guerra que nos ha desangrado por más de medio siglo lo que se discute allí y acabarla tiene precio porque a pesar de los golpes dados a la guerrilla no la han podido acabar militarmente y por eso están sus líderes en una mesa de negociación.

Ha faltado información, explicación, pero el momento para salir a pantallas y micrófonos no pudo ser peor. En medio de tantas explicaciones las palabras terminaron valiendo más que la imagen del entusiasmo y el refrán no nos cuajó.