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¡Cómo olvidar la Toma de la Embajada...!

Juan Manuel Ruiz

 

Por Juan Manuel Ruiz 

Recuerdo que estaba todavía en el colegio y ya algunas noticias corrían más rápido que otras. En este caso, el revuelo iba por cuenta de la osadía de unos muchachos que habían decidido tomarse la embajada de la República Dominicana en Bogotá y poner como rehenes a varios embajadores, entre ellos nada más y nada menos que el de Estados Unidos en Colombia Diego Asencio.



Avanzaba el gobierno de Turbay Ayala y comenzaba 1980. A pesar de que éramos unos niños ya teníamos curiosidad por las noticias. Un celador del colegio nos dejaba oír las informaciones que Yamid Amat transmitía sobre la toma. En la noche, llegábamos a ver Telediario para contemplar las primeras imágenes del asalto. Había sido un acto audaz, sin duda.



Las versiones señalaban que ese día República Dominicana celebraba su independencia en homenaje a los acontecimientos de 1844 cuando se izó el pabellón nacional en la Puerta del Conde. Por tanto, se convocó a una recepción diplomática desde bien temprano, con la presencia de todos los embajadores, incluido el de la Unión Soviética, quien abandonó el lugar poco antes de la toma, hacia el mediodía.



Entretanto, unos jóvenes vestidos con sudaderas jugaban fútbol al frente de la embajada, en las inmediaciones de la Universidad Nacional. A una señal previamente acordada, respondieron ingresando a la fuerza a la vieja casona blanca. En las tulas que supuestamente llevaban implementos deportivos en realidad estaban camufladas las armas.



La toma fue comandanda por Rosemberg Pabón Pabón, quien se identificó como el Comandante Uno, que adquiriría fama de leyenda, y liderada en parte por la guerrillera que se haría célebre con el alias de La Chiqui. En total, se dijo que tamaña osadía había sido cometida por unos doce guerrilleros que sometieron a los embajadores durante más de un mes y medio.



La radio y la televisión se apostaron alrededor de la embajada en carpas improvisadas y a ese lugar lo bautizaron "Villa chiva". Desde allí vieron cómo Fernando Gómez, el embajador de Uruguay, uno de los rehenes, se fugaba por una ventana. También escucharon algunos disparos que se producían mientras la fuerza pública rodeaba la casa.



El gobierno de Turbay, ante la presión enorme que recibió, decidió comenzar las conversaciones para lograr la liberación de los rehenes. La chiqui era la negociadora de la guerrilla y por el gobierno estaban Ramiro Zambrano y Camilo Jiménez. El embajador de México, Ricardo Galán, era el representante de los secuestrados.



Muchos organismos internacionales y personalidades de todos los ámbitos participaron de esas negociaciones. Angelo Acerbi, que era el nuncio apostólico, también secuestrado, ayudó mucho para la intermediación de la iglesia. El efecto mediático de ese acto terrorista fue demoledor y catapultó al M-19.



Muchos dicen que el temita le quedó gustando a esa guerrilla y por eso apenas cinco años después emprendió la toma del palacio de Justicia, creyendo que podría repetir la historia y en cambio terminó desencadenando una tragedia que marcó su final.



Lo cierto es que la toma de la embajada se resolvió con plata, pues a los comandantes de la operación les dieron entre uno y tres millones de dólares, y los guerrilleros terminaron en Cuba y fueron recibidos como héroes.



En un libro que compré en su momento y que alguien me tumbó, se relataba cómo el embajador de Israel fue clave para resolver la situación. Dicen que en algún momento abordó a los guerrilleros y les obligó a soltarlo con la amenaza de que los servicios secretos de su país, expertos en operaciones especiales --como cazar nazis en fuga-- los localizarían y matarían "como ratas" sin importar el lugar en el que se escondieran.



Esa anécdota está en el libro que menciono, "Terror en la embajada", y fue escrito precisamente por el embajador Diego Asencio. Alguien lo tomó prestado sin mi consentimiento y no lo volví a ver. Fue una versión interesante de lo ocurrido y valdría la pena rescatarlo.