Cargando contenido

Ahora en vivo

Seleccione la señal de su ciudad

¡Pilas con el cutting! Las heridas en el cuerpo son también heridas en el alma

Juan Manuel Ruiz

Por Juan Manuel Ruiz

Desde hace un par de años se está imponiendo una práctica en el mundo –no sé si una moda—que consiste en que adolescentes y jóvenes adultos  se hieren con cuchillas o navajas para calmar su ansiedad, su dolor, su depresión y su tristeza. El fenómeno ya está en Colombia.


Así como vivimos aterrados por el bullying o matoneo en los colegios, que no es nuevo y en el pasado se celebraba en libros y películas para burlarse, por ejemplo, de los llamados nerds, ahora estamos enfrentando un problema que para muchos parece inverosímil: los jóvenes se están hiriendo en distintas partes del cuerpo, con navajas, cuchillos, puntas de lápices, o cualquier cosa que tenga filo.


Los primeros estudios o revelaciones que se han hecho de los casos de cutting señalan que jóvenes desesperados o deprimidos se hacen cortes con estas cuchillas o latas en los brazos, piernas, estómago, el pecho y hasta en el cuello. A veces el corte es superficial, y en otras ocasiones puede ser profundo y conducir al suicidio.


Jóvenes taciturnos o hiperactivos que parecen no encontrar su lugar en el mundo o sentirse perdidos o incomprendidos son capaces de autolastimarse y después ocultar sus heridas debajo de camisetas largas, ropas holgadas o cuellos de tortuga. Pero lo que ellos mismos ven de si mismos, desnudos frente al espejo, es aterrador.


Esta auto-agresión tiene asombrados a los expertos. ¿Qué está pasando en las mentes de estos jóvenes entre los 12 y los 20 años o más, que en un momento de desespero por lo que viven en sus casas o en las aulas deciden herirse con una cuchilla? ¿Qué los ha llevado a esta situación?


No sorprende que algunas investigaciones hayan arrojado que el cutting puede producirse por un doble estándar: para generar placer o para generar dolor. Placer, porque al parecer la búsqueda del placer para algunos no tiene límites –algunos que ya ni en la droga más extrema lo encuentran—o dolor ante la imposibilidad de expresar lo que se siente.


"No olvidemos que en el cerebro hay un mecanismo que ante la sensación de dolor dispara las endorfinas, que de inmediato producen una sensación de bienestar", me dijo la reconocida sicóloga Esperanza Lázaro, a quien consulté sobre este tema.


En un documental que circula ampliamente en internet, una joven artista confiesa que simplemente es una adicta a autolesionarse. "Soy adicta, soñadora, me encanta cantar, y componer canciones", dice, pero también admite que lleva diez años cortándose con la cuchilla que obtiene de la máquina de afeitar que compra en el supermercado.


Allí mismo se afirma que solo en Estados Unidos hay 2 millones de personas adictas a autolesionarse, y las causas son múltiples, disímiles, no tienen "estrato", ni un patrón social único.


Esos 2 millones de norteamericanos adictos a autolesionarse llegan a ese punto como consecuencia de hogares disfuncionales, relaciones tóxicas, matoneo en el colegio, decepciones ante la vida o ante el verdadero valor de la amistad. Y los padres de familia y profesores poco saben en verdad sobre cómo deben enfrentar esa situación.


En Colombia desde hace unos meses se han prendido algunas alarmas sobre el tema. En Cali, por ejemplo, la personería denunció en su momento 14 casos documentados de cutting, pero las cifras no son claras en otras regiones del país, aunque he sabido de casos ya preocupantes en el eje cafetero.


La sicóloga Esperanza Lázaro afirma que el principal problema frente al cutting es que muchas veces los padres y los colegios desconocen lo que está pasando y por eso no saben cómo reaccionar cuando encuentran de frente esta situación.


Pero las respuestas pueden ser, añade, por lo menos en dos vías. Por una parte, la de los padres, que deben abstenerse de castigar a su hijo si descubren que se está autolastimando. Los padres deben aceptar que hacen parte del problema y entregar todo su amor, su cariño, su comprensión para encontrar la situación.


Y los profesores, que deben estar muy pendientes de esos muchachos que tienen la tendencia a aislarse, que son tímidos y encerrados, que no quieren, por ejemplo, ir a clase de educación física o ejecutar cualquiera otra actividad que los lleve a exponer sus cuerpos.


"Los colegios deben servir de puente para que padres, hijos, profesores, entren a analizar lo que está ocurriendo, y advertirle al joven que con esa práctica puede morir, puede desangrarse, puede adquirir una infección, y mostrarle que hay una vida distinta, otras alternativas de vida", afirma.


En síntesis: estamos ante un problema que debe ser entendido y analizado bien por el sistema educativo y por la familia. Las heridas que esos jóvenes llevan en su cuerpo son también muestra de las heridas que llevan en el corazón, en el alma. Y allí todos somos responsables, incluidos, por supuesto, los medios de comunicación y las redes sociales.