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La primera vuelta para las elecciones presidenciales será el 11 de marzo y no el 27 de mayo. Las fuerzas parlamentarias, que es la manera elegante de vestir la maquinaria en las regiones, se empezará a mover después de las elecciones a Congreso. Esos votos, que no son de opinión, no aparecen todavía reflejados en las encuestas, pero sí aparecerán en las votaciones del 27 de mayo. A pesar de ello, el candidato Gustavo Petro pasará a segunda vuelta y seguramente ganará la primera, superando en su votación a otros candidatos de la izquierda como Carlos Gaviria y Clara López.

Una buena parte de la población que nunca votaría por Petro se pregunta cómo es eso posible, cómo pueden tantos llenar las plazas en ciudades como Popayán, Valledupar o Medellín. Hay múltiples razones. Señalo algunas. Es el candidato cuyo discurso convence a los jóvenes que tienen preocupaciones ambientales, animalistas y que creen sin titubeos en el cambio climático. En ese sentido, la animadversión de Petro por una economía basada en el extractivismo, en las "energías sucias" del carbón y el petróleo, también persuade a una enorme porción de votantes que prefieren otras maneras de entender la economía productiva del país.

Petro es también el candidato que lleva años, desde que era parlamentario, señalando el cáncer de las mafias que ha secuestrado al país desocupando las cuentas del erario. Su discurso anticorrupción les parece legítimo y sincero a miles de ciudadanos que cada día se preocupan menos por las guerrillas y más por los bandidos elegantes y prestigiosos. Tiene una indudable capacidad dialéctica, retórica, se siente cómodo en las plazas llenas y entiende un elemento fundamental de la política: hay que conmover a la gente, hay que dirigir la palabra a la emoción y no solo a la razón.

Mientras el candidato Iván Duque propone tonterías sobre el IVA y Vargas Lleras discute sobre la conveniencia de flexibilizar la regla fiscal, Petro recorre el país recordando a la gente que la clase política de siempre los ha abandonado, que nadie se preocupa por ellos y por su suerte, que él es "el candidato de los pobres". Y le está funcionando.

Algún lector bogotano podría argumentar que la alcaldía Petro no fue buena, que su gestión fue desastrosa en la práctica, que no fue capaz de organizar un gabinete estable en 4 años de gobierno. Objeción que me lleva al punto crítico de su evidente crecimiento en la intención de voto: la tontería de tantos políticos que se oponen a Petro. ¿En qué consiste? En no entender que entorpecer su alcaldía y ahora su campaña solo ha logrado aumentar su popularidad. Y la razón en sencilla: le han legitimado su discurso de víctima permanente.

El argumento de Petro y de sus seguidores cuando se señalan las múltiples fallas de su alcaldía es simple: no lo dejaron gobernar. ¿Quiénes? El entonces procurador Alejandro Ordóñez, cuyo objetivo de vida era destituirlo, muchos medios de comunicación, que se empeñaron en criticarlo porque sí y porque no desde el día 0 de su mandato, los políticos cercanos a Germán Vargas, que desde entonces lo veían, con razón, como su enemigo número uno de cara a la presidencia. Y ahora, en tiempos de tanto "melodrama", el que se ha convertido en su mejor jefe de campaña: el alcalde Enrique Peñalosa, que cada vez que abre la boca le regala votos al ex alcalde.

Gustavo Petro ya no bajará en las encuestas, y tendrá la oportunidad de medirse ante Vargas Lleras o Iván Duque en la segunda vuelta. Su crecimiento lleva años ocurriendo, lo que indica que su momento no es flor de un día, ni se parece al fenómeno mediático de Mockus en la primera elección de Juan Manuel Santos.

En lo que corresponde al periodismo, tendremos que aprender que la manera de oponerse a un gobierno, o a un candidato, no será jamás a través de reportajes amañados o entrevistas acomodadas. Ya no vivimos en aquellos años de periodistas con partidos políticos.

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