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Un respiro olímpico

Fernando Posada


Por: Fernando Posada

Los días recientes han traído duros reveses para quienes creemos en una Colombia más justa, incluyente y en paz. Las multitudinarias protestas que proclamaron consignas abiertamente homofóbicas, así como la guerra sucia lanzada contra lo acordado en La Habana, han sido un desilusionante estrellón para quienes soñamos con una nación distinta. Pero por primera vez en mucho tiempo, las virtudes han opacado las necedades.

En medio de discursos políticos polarizadores, de los fantasmas de las ‘ideologías de género’ y el ‘castrochavismo’, engañosos conceptos sin rigor académico alguno, los divididos y asustados colombianos encontraron finalmente una razón para reconciliarse temporalmente: los impecables triunfos de la delegación colombiana en los Juegos Olímpicos. Y la tensión política que se vive en el país a raíz del plebiscito fue relevada a un segundo plano por la euforia nacional desatada por los buenos momentos de nuestros representantes olímpicos.

Los resultados de los deportistas son recibidos como un respiro por una ciudadanía exhausta, que celebra el hecho de que por primera vez en días los titulares no los ocupen las investigaciones de la Procuraduría, ni el escándalo de turno del Congreso, que aunque son asuntos cotidianos también son ajenos a la realidad social del país y a los anhelos de los colombianos del común. El triunfo en la cima del mundo deportivo de humildes héroes de carne y hueso es un ejemplo de persistencia para una sociedad muchas veces corrompida por la sed de dinero fácil y desencantadada por la guerra sucia entre dirigentes ególatras.

Ya acercándose el final de estos Juegos Olímpicos, los mejores de Colombia en su historia, solo cabe desear que los logros sean cada vez mayores. No solo enaltecen el buen nombre del país en el exterior, sino que también permiten a sus ciudadanos darse cuenta de que la constancia y la disciplina traen resultados, y que hay otros modelos a seguir, que enseñan el valor de la humildad, siendo capaces de unir por un instante a una nación tan polarizada.

Por ahora son tres bronces, dos platas y tres oros para Colombia, logros de la dedicación inmensa de quienes han soñado toda su vida con triunfar en los Olímpicos. Es el momento perfecto para recalcar la importancia de los buenos ejemplos de persistencia para un país fanático de ídolos que muchas veces no son los más honrados.

Que nuestros dirigentes aprendan de la lección de humildad y unidad que nos han dado los deportistas olímpicos.