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Por una campaña sin mentiras

Fernando Posada


Por: Fernando Posada

Ni los más representativos procesos de paz en la historia han estado cerca de ser perfectos, pues los sacrificios necesarios para finalizar una guerra pueden ser en ocasiones cuestionables y costosos. El acuerdo firmado entre el Estado colombiano y la guerrilla de las Farc, a pesar de haber sido elogiado por toda la comunidad internacional contiene también algunos elementos en donde caben las dudas y las críticas. Y sobre esas preocupaciones de la ciudadanía frente al acuerdo de paz los promotores del ‘No’ en el plebiscito habrían podido construir discusiones propositivas, en vez de optar por una campaña colmada de engaño y manipulación que finalmente sentenció su derrota.

Es natural que en el país existan preocupaciones frente a lo que vendrá después de la firma del acuerdo. Las transformaciones que enfrentará Colombia desde ámbitos sociales, políticos y morales no serán pocos, y resulta necesario un debate de fondo sobre los retos que el proceso representa para el país. En discusiones como el futuro político de los excombatientes y las penas alternativas para quienes colaboren con la justicia, los líderes de la campaña del ‘No’ habrían podido aportar de manera activa a la construcción de un mejor acuerdo de paz. O desde la crítica objetiva y responsable, habrían podido elaborar un programa serio de motivos para no aceptar lo negociado.

Pero en vez de fomentar un debate con argumentos serios y de fondo, los líderes del ‘No’ le apostaron a una propuesta fundamentada en exageraciones mentirosas, apuntándole a los temores de los electores. Que Timochenko sería presidente en el caso de ser aprobados los acuerdos y que de paso Colombia se convertiría al socialismo. En medio de la campaña sucia promocionada por algunos de los más representativos líderes políticos se vieron opacadas todas las críticas objetivas a los acuerdos y el efecto terminó siendo distinto a lo esperado por los jefes de la campaña del ‘No’.

Es por medio de la solidez de los argumentos promovidos por un partido durante una elección, donde se deja ver el nivel de inteligencia y entendimiento político que esperan en sus votantes. La repetición de argumentos falaces y absurdos es interpretada por el electorado como un insulto de parte de los líderes que dan como un hecho que la ciudadanía es fácil de manipular a partir de los miedos. Y así como la repetición sistemática de una amenaza fantasma llamada castrochavismo logró asustar a algunos electores, muchos otros no creyeron en ese cuento y se desentendieron de quienes lo vendían como argumento para votar por el ‘No’.

Evidentemente la campaña por el ‘Sí’ no ha sido perfecta, siendo particularmente preocupante la libertad de participación de funcionarios públicos, pero ha conseguido un logro importante: mostrarse propositiva y generadora de ilusión entre los colombianos. El ‘No’ en cambio permaneció siempre dentro de los límites de lo reaccionario, valiéndose de argumentos exagerados e ignorando el valor del debate profundo y visionario. Y faltando menos de quince días para el plebiscito, desde ya las encuestas proyectan una derrota para la campaña del ‘No’, en medio de su incapacidad de atraer una corriente de votantes distinta al uribismo.

Lo que sí debe exigirle la ciudadanía a los promotores y críticos del proceso de paz en la recta final de cara al plebiscito es un debate con altura y respeto hacia los votantes. La guerra sucia no solo genera polarización y violencia, sino también deja claro el nivel de entendimiento político que un movimiento espera dentro de sus electores. Que haya quienes esperen manipular a los colombianos a partir de ‘castrochavismos’ es una ofensa para la inteligencia y el sentido crítico de una nación.