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Claudia López
Alcaldía de Bogotá

Claudia López recién comenzaba su gobierno - que prometía de ruptura - cuando estalló la peor crisis que ha enfrentado Bogotá desde 1948. La pandemia tiene a prueba a la única alcaldesa de las grandes metrópolis sudamericanas.

Rodeada de su equipo y la policía, a sus 50 años camina más rápido que todos por las calles de Ciudad Bolívar, un conjunto de barrios pobres golpeados por el nuevo coronavirus. "La muerte, la muerte de mi gente me angustia", va repitiendo.

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Y también expone sin complejos su mayor temor: "Ciudades mucho más ricas que nosotros, con mucha más plata, con muchas más ucis (unidades de cuidados intensivos), han terminado abriendo fosas comunes en parques para enterrar a los muertos".

La capital colombiana tiene unos ocho millones de habitantes y es el foco más crítico de la emergencia en el país. El 34% de los más de 300.000 contagios están aquí.

Meses antes, López solo recibía reconocimientos. Abiertamente homosexual, con una destacada formación académica y opositora del gobierno conservador, rompió más de un esquema para llegar al poder el 1 de enero como la primera mandataria electa de la ciudad. El mundo saludó su victoria.

La centroizquierdista encara hoy la mayor crisis en Bogotá en 72 años, desde el asesinato del líder de masas Jorge Eliécer Gaitán, desatando la violencia política que ha vapuleado a Colombia desde entonces.  

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Despegaba el cambio 

Los días empezaban temprano. A las 8:00 a.m. del 5 de marzo, López hablaba en una radio popular. En la mesa, un termo de agua para evitar el plástico de un solo uso, una porción de papaya y documentos con cifras y más cifras. 

Hablaba del hambre, el desempleo, la pobreza, el machismo, la xenofobia, la polución. Un menú renovado de retos para una forma diferente de gobernar, prometía. Todavía la covid-19 no era una pandemia. 

"Aquí estamos paniqueados (aterrorizados) sin razón por el coronavirus", insistía a los periodistas. 

Entonces, la alcaldesa se veía tranquila. Salió de la emisora, buscó unas lámparas para su casa, luego visitó una universidad y lideró un par de reuniones que se extendieron hasta la medianoche. 

"Posiblemente lo que más le hace falta a Bogotá hoy es empatía, es paciencia, es solidaridad, algo que no se puede comprar, algo que sale del alma de cada ciudadano, de cada servidor público", dijo esa tarde ante un auditorio atiborrado de estudiantes a modo de presagio.  

Al día siguiente se detectó el primer contagio en una estudiante que llegó a Bogotá desde Italia.

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La confianza 

Era domingo 8 de marzo, Día Internacional de los Derechos de la Mujer. La alcaldesa descolgó un cuadro de su despacho y lo reemplazó por otro que representa a las sufragistas que hicieron posible el voto femenino en el país en 1957. Hasta entonces sólo hombres adornaban las paredes del Palacio Liévano. 

Pero ella prefiere las calles que los salones. Una decena de guardaespaldas la protege. A veces en auto, a veces a pie, otras en bicicleta. 

"Lo que más me gusta de ella es que no se deja de nadie, ella es una persona muy firme, que siempre defiende sus ideales", dijo Laura Rodríguez, de 22 años y estudiante de lenguas modernas, que se topó por casualidad con López

De cabello corto, cuna humilde y formas sencillas pero directas, López se había ganado a la opinión pública. Su popularidad crecía y en abril alcanzaría el 89%, según la encuestadora Invamer. 

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Pero el virus ya comenzaba a circular en Colombia.

 El quiebre 

Claudia López tiene una marca personal: su carácter combativo. El 20 de marzo, cuando el país no sumaba ni 200 contagios, impuso una cuarentena en Bogotá, adelantándose al resto del país.

Con el virus acorralando a Europa, la mandataria tomó la que dice que ha sido la decisión más difícil: "Cerrar la ciudad". 

El presidente colombiano, Iván Duque, siguió sus pasos pero luego relajó las medidas de aislamiento, presionado por el desplome de la economía. Los contagios se dispararon en la capital. 

La alcaldesa lo culpó de haber "echado al traste" sus esfuerzos y ordenó una nueva fase de confinamiento por zonas, para evitar que el sistema de cuidados intensivos colapsase.

Siempre con mascarilla, López recorre uno de estos barrios mientras la gente grita desde las ventanas "ayúdenos, no tenemos qué comer". La pandemia promete disparar la pobreza en la ciudad, que ya superaba el 12% en 2018.

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"Vamos a tener todo el año un riesgo de muerte por la pandemia, va a haber desempleo, va a caer la economía, va a subir la pobreza, este va a ser un año muy duro, muy, muy duro", admite.

Militares y policías vigilan el cumplimiento de las numerosas restricciones que decidió la alcaldesa. Cuando no impone, recomienda con firmeza. Así lo hizo cuando pidió que obesos, diabéticos e hipertensos se quedaran en casa. 

Son medidas de corte autoritario, difíciles de asociar a su figura de centroizquierda, pero la crisis está lejos de terminar. Su popularidad se resiente. 

Fuente

AFP

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