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Iglesia del 20 de Julio
Iglesia del 20 de Julio
Inaldo Pérez / Sistema Integrado Digital

Si Colombia es el país del Divino Niño, el barrio 20 de Julio, en Bogotá, puede ser considerado su capital. La imagen de Jesús de infante predomina por donde se mire. Las calles, la iglesia, las tiendas, incluso los cuellos y las muñecas de los habitantes del sector, que están adornadas con manillas y escapularios con la imagen.

Tal vez ningún otro lugar del país cuente con tantos elementos de veneración hacia esta figura que ya es considerada un símbolo de la identidad de los colombianos. 

Las iglesias católicas suelen llenarse de feligreses solamente los días domingos, pero la parroquia del Divino Niño Jesús de Praga recibe cientos de fieles todos los días. Doce del medio día, hora de la misa, y las butacas del lugar están prácticamente sin un espacio libre. Muchos lloran, otros se postran, todos con los ojos puestos en el altar, poniendo atención a cada detalle.

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Allí llegan los creyentes de diferentes partes de la ciudad o del país, y algunos de ellos entran de rodillas desde el costado opuesto de la plazoleta. Lo hacen incluso con su pantalón remangado, sin importar el dolor. Sus rodillas enrojecidas, algunas cubiertas de sangre, son parte de los votos que realizaron al pequeño Niño Jesús a cambio de que se cumpla el tan anhelado milagro.

Así es cada día en este templo, que los fines de semana acoge a cientos de personas que recorren kilómetros para asistir a misa. Atraviesan localidades, ciudades e incluso países. Ecuatorianos, peruanos, venezolanos, chilenos, mexicanos, hasta europeos acuden al lugar para adorar a la bella figura, cuya réplica está en cientos de miles de hogares colombianos.

"El Divino Niño es un ser milagroso. Ya me ha concedido cinco milagros, y yo sigo cumpliendo mis promesas. Le agradezco todo lo que me ha hecho, porque gracias a él no me tuve que hacer una operación de la vesícula", comenta María del Carmen, mientras permanece de rodillas ante el altar.

Como ella, muchos de los presentes aseguran ser producto de los prodigios de esta advocación. Personas que salieron de problemas económicos, mujeres que no podían tener hijos, exconvictos, adictos al licor y a las drogas llegan a pedir o agradecer, convencidos de que la solución a sus dolencias y dificultades les será dada a través del Divino Niño. 

Todo el sector tiene esa atmósfera religiosa. No solo el templo destaca en el paisaje, sino los cientos de locales y puestos donde las personas llegan para llevar a su casa una imagen del Divino Niño. La figura del pequeño con ropas de color rosa con sus brazos abiertos se repite una y otra vez por donde se mire.

Cada puesto está abarrotado de toda clase de objetos de devoción: imágenes de la Virgen del Carmen, ángeles, crucifijos, cirios, rosarios, escapularios, estampillas, novenas y más.

¿Cuál es la más vendida? Según Carmenza, vendedora del sector, ninguna imagen se compara a la del Divino Niño, pero una virgen o un escapulario también se vende bien. Los precios van desde los $50.000 hasta $80.000, dependiendo el tamaño o la calidad, aunque se puede encargar una figura mucho más fina, cuyo costo será mayor.

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En medio de tantas figuras destaca la imagen de un hombre vestido de traje negro, con sombreo y un poblado bigote. Se trata del médico José Gregorio Hernández, un personaje que en vida fue famoso por dedicarse a la medicina, pero que después de su muerte se convirtió en símbolo de veneración a quien se le atribuyen operaciones en el cuerpo sin intervención física.

"A José Gregorio lo compran mucho. A mí no me consta, pero dicen que opera a las personas. Una cliente me contó que su hijo tenía apendicitis y le oró a él y se sanó", asegura Carmenza.

Es difícil encontrar en el 20 de Julio a alguien que no sea creyente, "católicos hasta la médula", como dice María del Carmen. "Aunque los jóvenes cada vez creen menos. Es una lástima, porque no se dan cuenta de el poder del Divino Niño".

Fuente

Sistema Integrado Digital

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