La zapatería en la que se venden más vinilos que calzado: una joya del corazón de Bogotá
Más de 100.000 discos de vinilo comparten estantería con zapatos en el centro de Bogotá.
Al pasar por la calle 17 con carrera 8 y ver el letrero ‘Cosmos zapatería’, pensaría cualquiera que se trata de un almacén de calzado como los otros, por el que pasan señoras preguntando si hay zapatos de tacón corrido, o donde los señores buscan algo para que rime con sus trajes para una ocasión especial.
Lo cierto es que, al entrar, lo primero que puede encontrar, además de la oferta de calzado, son unas canastas que guardan la variedad de discos que pueda imaginarse, ¿tienen algo en común los zapatos y los vinilos? Probablemente no, o quizás sí, que los dos pueden usarse para bailar.
Lo cierto es que, en este lugar del corazón de Bogotá, las zuelas y los acetatos conviven de maravilla y los dos reciben el mismo cuidado y la misma atención de Elkin Giraldo Giraldo, dueño del lugar y quien ha estado al frente de él desde hace varias décadas.
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Un negocio impensado que inició cuando los vinilos fueron basura
Si bien fue en la década de los 40 cuando este formato elaborado en acetato tuvo su auge, con el paso de los años y la llegada del CD, además de otras opciones de reproducción, quedó obsoleto.
Sin embargo, aún los nostálgicos y melómanos de avanzada edad y jóvenes que en su interior sienten que llevan algo del pasado, continuaron comprando los queridos discos de vinilo, resaltados por la nitidez de su sonido y lo particular que muchos tienen en sus portadas.
Para don Elkin esa nostalgia y cariño por los discos lo llevó a tener una idea de negocio, pero que llegó después de los zapatos.
Tras dictar clases de filosofía en Medellín (en donde nació) y desistir del camino que lo llevaría al sacerdocio, decidió venir a Bogotá a negociar con la familia que le dio hospedaje en años pasados mientras tuvo un breve paso por capital y quienes eran los dueños de Cosmos.
Para aquel entonces, Elkin ya no llegó a ser un inquilino más, sino que regresó con el objetivo de “tener lo suyo”, así que abrió su propio local de calzado en Venecia. Sin embargo, años después tomó en arriendo el local de aquella familia y al final, terminó convirtiéndose en el propietario del negocio completo.
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Ya teniendo viento en popa el negocio de zapatos, como buen paisa, cuenta él, empezó a ver en los discos otra oportunidad de tener ingresos extras, sin querer queriendo. Aunque compraba vinilos de música clásica por gusto propio, llegó a un punto en el que se dio cuenta de que podía comercializarlos al ya contar con una buena cantidad.
“Cuando vi que tenía muchos empecé a pensar como paisa, entonces monté unas cajitas en los almacenes que tenían discos y se empezaron a vender”, cuenta Giraldo.
En la década de los 90, cuando el CD llegó a Colombia y en las casas -también en emisoras- empezaron a desechar los discos, don Elkin empezó a comprarlos para ‘no dejarlos perder’, hasta que sin darse cuenta, llegó a tener más de 100.000 vinilos, número que aún se mantiene en los estantes de Cosmos.
Seguramente, varios de los coleccionistas ‘rolos’ recorrido los espacios de esta zapatería musical, pero quienes ni se han ‘inmutado’ de lo que sucede allí, deben saber que los ojos solo se llenan de curiosidad al pisar la segunda planta del lugar.
“Después me di cuenta que vendía más discos que zapatos”, agrega don Elkin.
Entre la luz tenue y los pasillos estrechos, cuando se camina por Cosmos, un hombro ve zapatos para dama y caballero, mientras que el otro ve columnas de discos atiborrados de todos los géneros musicales: música clásica, española, iltaliana, vallenato, decembrina, boleros, tangos, rock en español, rock inglés, entre otros que pueda imaginarse.
Y después está una escalera en la que hay que hacerse un poco más bajo para entrar al taller de don Elkin, donde sucede la magia. Allí, cuenta, pasa horas arreglando discos, limpiándolos, puliendo sus portadas y probándolos en una tornamesa impecable que en el centro tiene un cartel de los Beatles.
Sin embargo, paradójicamente, mientras trabaja no reproduce ningún disco, pues se acompaña de un radio antiguo en el que sintoniza emisoras universitarias y que se convierte en su marcapasos para trabajar.
Al ser interrogado por esos tesoros musicales que podría haberse encontrado en los años que lleva haciendo este trabajo, responde lo subjetivo que esto puede ser para cada quien de acuerdo a cómo vive la música, dándole un valor especial a cada carátula que ha llegado a sus manos.
“Según el coleccionista, según el género, puede encontrar una joya que para una persona no vale nada, pero que para él sí vale mucho”, agrega.
Es así como en la ‘ciudad del caos’, entre el frío y el tráfico, entre los clics de las nuevas plataformas de música y la inmediatez del ahora, aún quedan espacios para revivir la nostalgia, para detenerse y dejarse encontrar de la música en un formato que aún vive en el corazón musical de muchos.
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