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Lourdes
Inaldo Pérez- Rcn Radio

Lo que ahora es una especie de mercado persa donde el regateo y el rebusque sobreviven bajo las lógicas de un espacio sin ley, fue anteriormente un elegante y distinguido parque donde los bogotanos dejaban morir sus días y sus noches, entre la melancolía de las lluvias y la visión de una ciudad ensimismada por el efecto deprimente de los hombres y mujeres vestidos de negro, personas silenciosas que pretendían imitar la solemnidad de los ingleses sin saber porque.

 

En un principio este lugar se llamó el Parque Rivas y se fundó en 1886, a manera de homenaje para el cachaco bogotano Luis Rivas, quien puso dinero para la construcción del espacio cuando aún no se había terminado la Iglesia de Lourdes, que en la actualidad es una de las más importantes obras de arte arquitectónico en la ciudad por su aire de monumento viejo, libro sagrado y lugar atemporal.

 

En la mitad del caos de este espacio donde se instalan muchos habitantes de calle, consumidores de bazuco y ladrones de oficio, reina, por otra parte, el poder de la Iglesia de Lourdes, con sus santos, sus enormes vitrales y su aire espiritual. Se trata de dos fuerzas opuestas en un mismo espacio que parecen entenderse sin conflictos, como si finalmente su equilibrio entre lo negativo y positivo empatara las cargas de la sustancia con la que está construido el mundo: la luz y la oscuridad.   

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Alrededor de este lugar conviven multitud de palomas, los sonidos de los gritos esporádicos de vendedores, algunas bancas opacas y tristes y los árboles marchitos por el desamparo provocado por los constantes azotes del clima. Además, el lugar se encuentra decorado por los papeles y los desperdicios de una suciedad acumulada que las lluvias despercuden con sabio instinto, como si la insistencia del agua fuera la única manera de limpiar a la ciudad de sus culpas.

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Su arquitectura milimétrica, imponente y clásica hace contraste con una ciudad desnivelada, insegura, llena de dinámicas sorprendentes que se pueden volver a descubrir si se observa lo suficiente. Bogotá esta aún por verse y las diferentes formas de mirarla redescubren sus diversos niveles, esos que aún tienen en su memoria el testimonio de su pasado incierto.

Lourdes
Inaldo Pérez- Rcn Radio
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