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Asadero de pollos
Mujer fue condenada por comerse un pollo asado que no se comió.
Pixabay

En varias cárceles del país se encuentran historias macabras de personas que decidieron actuar bajo los impulsos emocionales para cometer delitos de homicidios o hacer dinero bajo la ilegalidad, afectando a otras personas para su bienestar.

Sin embargo, también hay personas que, pese a cometer delitos menores, están pagando altas condenas, como el caso de Sandra, una mujer que se encuentra recluida en la cárcel de El Buen Pastor, por comerse un pollo asado, que no pagó. 

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“Me llaman del colegio del niño a decirme que se había desmayado, y yo sé que él se desmayó por hambre”, comentó Sandra en entrevista para CityTv, agregando que en ese momento su situación económica no era la mejor.  

Fue en ese momento, que guardas de seguridad que se percataron del robo del pollo asado que suelen vender en algunos almacenes, la abordaron y la llevaron hasta una de las bodegas, donde procedieron a llamar a las autoridades, para notificar lo que estaba sucediendo.  

“Me llevan a la parte de seguridad, llega la Policía y me dicen que me tengo que ir para la unidad de Paloquemao”, dijo Sandra. Allí, tan solo duraron unas horas y después los liberaron. Ya con el paso de los meses, su situación económica fue mejorando.  

“Hacíamos empanadas y me hice conocer en Mazuren. Entonces yo hacía desayunos, almuerzos, lasañas, fiesta de quince, bueno, qué no hacía”, relató la mujer, que vivió una completa pesadilla después de un altercado que tuvieron.  

En ese momento nuevamente llega la Policía, y los agentes piden las cédulas de ella y de su esposo: “El agente me dice, ‘doña Sandra, permítame la cédula’, después de verla me comenta ‘póngase un saco, unos zapatos, porque nos vamos’”.  

Ella desconociendo lo que sucedía quedó completamente en shock cuando le manifestaron que “tenía un llamado de 13 años y 8 meses”, por el delito del pasado de haber ingerido este pollo sin haberlo cancelado.  

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A Sandra le imputaron los cargos por haber utilizado a menores de edad al momento del robo, y entre lágrimas, contó como ahora trata de hacer una nueva vida en prisión. Dentro de la cárcel, se ha desempeñado como profesora y ahora es representante de derechos humanos. 

Entre tanto, su esposo, que se encuentra recluido en La Picota, se encuentra en un estado de salud poco favorable, donde su anhelo es poder recuperar el tiempo perdido con él, ya que solo lo puede ver una vez al mes y tan solo 50 minutos. Ahora espera que se cumpla la condena para poder volver a reunirse con su familia. 

Fuente

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