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El Papa Francisco se despidió de Colombia con una inmensa sonrisa

Santos despidió al Papa. Foto: colprensa



La despedida del papa Francisco estuvo marcada por la alegría del caribe y la nostalgia de su partida. En medio de caras tristes y lágrimas de tristeza que se reflejaban en el aeropuerto internacional Rafael Núñez, al menos 100 artistas del carnaval de Barranquilla pusieron a bailar a los invitados y le sacaron varias sonrisas al sumo pontífice.

Los artistas llegaron vestidos de congos y cumbiamberos, sus vestidos coloridos y brillaban por las lentejuelas que tenían impregnadas en cada pliegue.

"Una experiencia gratificante, emocionante, llena de mucha alegría, llegamos con todo para mostrarle a Colombia y al mundo lo que tenemos para entregarle. Llegué con alegría para poder hacer lo mejor", dijo un bailarín del congo.

"Fue la bendición más grande que pudimos recibir... representando a Colombia tierra Querida fue algo emocionante, no tengo palabras para decir. Le bailamos cumbia, emoción y a la vez la paz", añadió una bailarina.

El papa Francisco rompió el protocolo hasta antes de abordar el avión. Dos jóvenes corrieron entre el esquema de seguridad para darle un abrazo de despedida al sumo pontífice y el les respondió con una sonrisa.

Sin pronunciar una palabra, el papa Francisco puso a vibrar a los 700 invitados, entre los que se encontraban personas en condición de discapacidad, reclusas de la cárcel de mujeres, quienes tuvieron permiso especial para despedir al sumo pontífice y autoridades locales.

La primera dama de Colombia, María Clemencia de Santos, aseguró que los niños y jóvenes del Caribe lograron animar el momento difícil de decir adiós al papa Francisco.

"Colombia es un país alegre, un país feliz, hoy vimos a estos jóvenes, adolescentes bailando y cantando como carnaval en el Carnaval de Barranquilla y Baranoa...", añadió.

Antes de cerrar la puerta del avión, el papa extendió su mano y sonrió al público. El morado que tenía en el ojo izquierdo producto de un golpe pasó a un segundo plano con la emoción que se reflejaba en la sonrisa del sumo pontífice.

En su viaje de regreso a Roma, el sumo pontífice se llevó de Cartagena un sombrero voltiao de 21 vueltas, dos libros, un suéter de la ruta verde que le entregaron los jesuita.