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Guzmán Quintero, periodista asesinado en el Cesar hace 20 años
Familiares de Guzmán Quintero Torres piden se declare su muerte crimen de lesa humanidad.
Cortesía: Familiares

Este recorrido tras los pasos de un esquivo e insuficiente ‘porqué’ inició en la calle 17 con carrera 10, en la zona céntrica de Valledupar. Lugar donde aun funciona el Hotel Los Cardones y en el que la noche del 16 de septiembre de 1999, asesinaron al periodista Guzmán Quintero Torres.

“Me había dicho 'no se vaya, yo termino aquí y nos tomamos unas frías'", dijo Édgar de la Hoz, compañero de trabajo de Gúzman. Recuerda que ese día el entonces Jefe de Redacción del periódico El Pilón los invitó a departir por el cumpleaños de un colega.

“Ese día estábamos hablando de periodismo, de cómo las nuevas generaciones no ejercían la profesión como tenía que ser; él era muy incisivo”, contó.

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Mientras deja su mirada perdida en los recuerdos, De la Hoz habla de los detalles, los temas que trataron, las cervezas que tomaron y la llegada de un sicario quien, pistola en mano, disparó contra Guzmán.

“Él estaba entre Óscar Martínez y yo y la pistola nos quedó a unos 30 centímetros. Y enseguida arremetió contra Guzmán, directamente contra él”, recordó. En medio de la confusión del momento, la noticia del atentado a Quintero se esparció de forma rápida.

Ana María Ferrer, periodista y ex directora del periódico El Pilón, recordó lo que pasó ese día: “Eran como las 10 de la noche cuando sonó el teléfono de mi casa y era mi compañero de trabajo Óscar Martínez, quien no podía hablar bien y lo único que decía era 'lo mataron… lo mataron'".

Contó que que poco a poco, colegas y amigos de Guzmán llegaron a la zona de urgencias de lo que se conocía como los seguros sociales.

Sus denuncias

Pero ya no había nada que hacer: Guzmán Quintero estaba muerto. “Verlo ahí tirado en una camilla, con todos los disparos que le dieron (…) fue algo muy doloroso para quienes trabajamos con él”, señaló la comunicadora.

A pesar del dolor, la información no podía detenerse. Sus colegas y compañeros de trabajo tenían difícil tarea de escribir la noticia de su muerte. “Por el computador donde se abrió el archivo para escribir la noticia, pasaron muchos periodistas; nadie pudo escribir… nos demoramos más de una hora para redactar una nota básica”, recordó.  

Mientras se preparaban para darle su último adiós, en la cabeza de muchos ya retumbaba la búsqueda de ‘¿quién y por qué?’. “Guzmán pisó unos cayos delicados, para nadie es un secreto la alianza que había en esa época entre el Estado a través del Ejército y los grupos paramilitares”, destacó Édgar de la Hoz. 

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Y es que Guzmán, a finales de la época de los 90, ya hablaba de la relación del Ejército con los crecientes grupos paramilitares. Sus investigaciones contaban de relaciones turbias, en una región que empezaba a ser disputada entre la guerrilla y los llamados 'paras'. Con figuras como Rodrigo Tovar Pupo, que bajo las órdenes de 'Mancuso' llegaba a comandar el bloque norte de las autodefensas.

Sus escritos describían la conformación de un grupo paramilitar en la Serranía de Perijá y su estrecha amistad con la fuerza pública; hablaban de muertes sin explicación y, desde entonces, hablaban de corrupción.

¿Quién y por qué?

“Para nosotros es bien sabido que el crimen de mi hijo obedece al Ejército colombiano, es un crimen de Estado”, cuenta con la voz aun quebrada el padre de Guzmán Quintero.

Con lo dicho, queda claro que para los Quintero Torres la muerte de su hijo fue ordenada desde los altos mandos del mismísimo Ejército Nacional, teoría que es explicada por el abogado encargado de acompañarlos en la búsqueda de la verdad:

“Hay que recordar que el Cesar fue uno de los departamentos más paramilitarizado en todas las esferas. Más aun en el ‘ocupamiento’ paramilitar de las instituciones”.   

Pero por esos días reinaba el silencio. Incluso ante realidades innegables como que poco antes de su muerte, militares del Batallón La Popa irrumpieron en las instalaciones del periódico  El Pilón. Querían, en mal tono, saber por qué se denunció el asesinato de dos mujeres en Conejo (La Guajira), como si el deber del periodista fuera ayudarlos a ocultar lo inocultable.  

Pero de esa teoría, poco y nada se dijo, al menos no de manera oficial. “Al día siguiente, el comandante de Policía de aquel entonces salió a decir que lo habían asesinado por un crimen pasional. Eso indignó al gremio, a sus familiares y a sus amigos”, destaca Ana María Ferrer.  

Desde entonces ya parecía existir la necesidad de bajarle el tono a un crimen como este y reducirlo a nimiedades que desdibujaran la urgencia de buscar respuestas.  

Realidad que se sumaba al miedo que tenían los periodistas a ser asesinados y que logró callar a un gremio aterrado, en una Colombia que unos días antes había despedido a Jaime Garzón ultimado a tiros en una calle de Bogotá.  

Ya casi son 20 los años de este asesinato y no se tienen respuestas claras sobre los autores del crimen.

Aun, con el recuerdo vivo del que ya no está, sus familiares y amigos esperan que el asesinato de Guzmán se declare como crimen de lesa humanidad. Además, hoy que tanto se habla de verdad, quieren tener certeza de ‘quiénes y por qué’ mataron al periodista.

Fuente

Sistema Integrado de Información

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