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Precio del pan
Pixabay

Chiquinquirá (Boyacá) es uno de los municipios de Colombia que ha sido catalogado como la capital religiosa del país, pero desafortunadamente, conmemora 55 años de una de las historias que más han conmocionado a sus habitantes, la del envenenamiento masivo más grande de la nación.  

Este drama que ha sido hasta el momento el más doloroso que ha vivido este pueblo ubicado en el occidente de Boyacá, inició el sábado 25 de noviembre del año 1967, cuando una de las reconocidas panaderías del lugar llamada Nutibara, abrió sus puertas en la mañana para comenzar a vender el pan que estaba altamente contaminado con folidol un insecticida que se usa para hacer control de plagas, sobre todo de la papa y que fue puesto arriba de la harina que sobre el camión encargado de transportar este insumo.

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Tras lo delicado del empaque que en su interior contenía el veneno, sumado a una carretera en mal estado, un conductor poco cuidadoso y un panadero que no quería perder, formaron una tragedia que se desarrolló en tan pocas horas, que dejó casi 100 muertos y que la mayoría fueron niños.

Tras los errores cometidos por estas personas, los que ocasionaron esta tragedia, nunca fueron condenados por la justicia, ya que las acciones culposas no lograron identificar las acciones, y por eso no fueron investigadas a fondo, sobre todo en dos de los actores principalmente involucrados.

El primero fue un hombre identificado como Aruleio Fajardo, quien a pesar de que se percató que la harina tenía un olor fétido, dio la orden de que se procesara lo más pronto para que no se perdiera.

Después de que se conocieron las víctimas mortales por el pan que fue consumido por esta harina envenenada. Fajardo fue detenido solo unos días, pero después abandonó el lugar sin dejar rastro alguno. Algunas personas cuentan que años después este hombre murió atropellado, pero sin conocerse al detalle la versión de como participó de lo que sucedió y sin que la justicia emitiera el veredicto sobre la responsabilidad en este hecho.

El segundo de ellos fue el conductor del camión que fue el encargado de transportar la harina junto con el insecticida, y cuyo nombre es Eresmildo Vargas, quien en 2017 habló con Yuri Chillán, periodista y abogado, mencionando que en su momento el no percibió ningún olor raro en la harina, llegó hasta la panadería la descargó, y mencionó no conocer a Aurelio y que lo sucedido fue algo que se dio de manera espontánea.


“Entregué la harina, me quedé ese día en Chiquinquirá, y al día siguiente, sábado, me madrugué a ir a Otanche. ¿Cómo fue la vaina…? Ah, sí… Me fui para Otanche con el carro, pero no en el que traje la harina, sino en un Mack B42, un camión grande, a subir un viaje de madera para venirme a Bogotá otra vez el lunes.Cargué mi viaje de madera y me fui para Chiquinquirá, y cuando llegue allá, diga usted 4 o 5 de la tarde, fue que me dijeron del problema”, dijo el conductor.

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Pero lo que más impactó y llamó la atención, es que él dijo sentirse tranquilo e inocente y no sintió culpa alguna, ya que a pesar de que estaba joven, la noticia no le impactó ya que no se imaginaba algo de esa magnitud.

Momentos después resaltó que lo detuvieron y “me metieron a un cuartel de Policía. Estuve detenido durante un mes”, después lo soltaron, pero siempre “estuve tranquilo porque como dicen, el que nada debe, nada teme”, destacó.

Al año que sucedió esta tragedia, él siguió trabajando con los buses en Chiquinquirá, luego tuvo una sociedad con su papá y se fue para Bogotá a trabajar. Tras aburrirse, le comentó a su padre a lo que accedió a hacer otros negocios y pese que no sabía hizo negocios y se trasladó a Villa Rica donde comenzó de nuevo.

Fuente

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