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Masacre en la iglesia de Bojayá (Chocó), ocurrida el 2 de mayo de 2002.
Masacre en la iglesia de Bojayá (Chocó), ocurrida el 2 de mayo de 2002.
AFP.

Este 18 de noviembre, y luego de ocho días de actos conmemorativos y espirituales, el viejo caserío que hace 17 años fue testigo del acto criminal más cruel de la historia del conflicto armado en Colombia, despedirá en un entierro colectivo a 72 de las víctimas mortales de la masacre de Bojayá. 
 
La entrega de los cuerpos, tardía para las familias, representa el final de una etapa de incertidumbre. El dolor quedará por siempre en los sobrevivientes de aquella tragedia que llenó de sangre la iglesia de San Pablo de la que solo quedaron escombros y un cristo mutilado, que representa el sentimiento de los habitantes de esta región que no pudieron hacer nada para impedir la explosión de la bomba. 

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Antún Ramos, quien era párroco de la Iglesia, lamentó que las autoridades se hayan demorado tanto tiempo en identificar a quienes perecieron aquel 2 de mayo de 2002.
 
Ramos aseguró que “la celebración eucarística deja sentimientos encontrados, todo este  show con las familias se pudo haber evitado y Medicina Legal debió hacer bien su trabajo para no revictimizar a todos los que pasamos por esta tragedia”. 
 
Las comunidades afrodescendientes lloran a sus muertos  al mismo tiempo que celebran su paso al plano espiritual, una tradición que se conserva desde la época de la esclavitud y que se materializa en los 'alabaos', cantos tradicionales que cuentan las historias de quienes ya no están en este mundo. 

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“Ya es justo que esos cadáveres nos los vengan a entregar” es la súplica que entonaron por años todos los habitantes del corregimiento de Bellavista que este lunes cumplirán con el adiós definitivo. 
 
Los restos llegaron el pasado 11 de noviembre, una calle de honor dio la bienvenida a  los cajones blancos en los que reposan los niños y niñas que perdieron la vida en el atentado y los cajones café corresponden a los adultos que lograron ser identificados luego de más de 25 mil días de espera. 
 
En un departamento como Chocó, donde los índices de analfabetismo rondan el 20%,  las reseñas de los libros poco servirán para que sus habitantes recuerden lo que ocurrió, pero estarán por siempre los cantos que perpetúan en el tiempo la narración de ese jueves, a las 10:00 a.m, cuando un estallido estremeció a todo un pueblo y cambió la historia. 

Fuente

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