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Reclutamiento menores
Foto Referencia RCN Radio

Alicia Guillen es el rostro del dolor que a lo largo de las últimas siete décadas ha causado el reclutamiento forzado en Colombia. Ella debió sepultar a tres de sus hijos, de 5, 11 y 17 años, en medio de esa esclavitud en la que los más pequeños son obligados a dejar los juegos y aprender a matar.

También tuvo que afrontar el que a su otro hijo, Javier de tan solo 13 años, lo reclutara la extinta guerrilla de las Farc.

“A Javier no lo reclutó como tal la guerrilla, sino la Juventud Comunista Colombiana (Juco). Nunca me imaginé que fueran lo mismo (…)”, recordó.

En contexto: Las Farc asesinaron a 39.700 niños reclutados: Federación Colombiana de Víctimas

Señaló que llegaron a la zona donde vivía, en el departamento del Meta, a ofrecerles a los campesinos jornadas de diversión y capacitación a los niños, niñas y adolescentes.

“Ellos decían que a los niños había que brindarles otros espacios, sacarlos de su entorno, nos decían que podían brindarles un domingo de televisión y de películas, y nosotros, como campesinos, no podíamos darles a los hijos un día de esparcimiento como ellos lo ofrecían, porque yo ni luz tenía en la finca”.

Con engaños se fueron ganando su confianza y la de otros padres de la zona. “Nosotros nunca imaginamos hasta dónde llegarían las mentiras ni lo que estaban tramando; ellos duraron llevándoselos cada 15, 20 días y finalmente un mes, hasta que un día cualquiera, el niño se fue y no lo volví a ver”, aseguró.

La angustia se apoderó de Alicia, al no saber qué había sucedido con el sonriente Javier. “Empecé a buscarlo, a preguntárselo a los vecinos, a recorrer las fincas, salí al pueblo y nada, fue como si se lo hubiera tragado la tierra (…)”, relató.

La búsqueda

“Un día estaba muy desesperada y mientras caminaba me encontré a un señor y le dije: yo sé que usted me puede ayudar, colabóreme y me respondió: ¿Alicia, usted quiere encontrar a su hijo y no le importa lo que tenga que hacer para lograrlo? Yo le dije: haré lo que sea”, señaló.

Consulte aquí: Más de 40.000 niños fueron reclutados por las Farc: Federación Colombiana de Víctimas

En medio de esa conversación, el hombre (que no fue identificado), le indicó que sobre las tres de la mañana del lunes siguiente, saldría un furgón para la inspección La Julia, en el municipio de Uribe (Meta).

“Si usted quiere encontrar a su hijo hágalo pero no le he dicho nada -me dijo –, yo me fui para la finca y empaqué dos mudas de ropa para mi hija de seis meses”, sostuvo.

Llegó la madrugada en la que debía emprender un viaje hacia lo desconocido en busca de su hijo y arriesgando su propia vida.

“En el furgón que me metieron llevaban más o menos 35 niños, la única adulta era yo y estaba con mi bebé (…), a las 2:00 de la tarde nos bajaron en La Julia en un potrero baldío y de ahí nos metieron a una mata de monte y caminamos muchas horas. Como hasta las 2:00 de la mañan, llegamos al campamento y ahí nos tocó quedarnos”.

A los niños los ubicaron para dormir y a ella también. Alicia no sabía que estaba en el mismo lugar en el que desde hace varios meses se encontraba su hijo, ni tampoco tenía idea de lo que pasaría.

Llegó el amanecer y con él empezaron a escucharse fuertes gritos con los que se adelantaba el entrenamiento de los niños que recientemente habían sido reclutados.

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“Empezaron el entrenamiento a las 5:00 de la mañana y en ningún momento vi que les dieran algo de comer o al menos una limonada; era tan fuerte que los ponían a trotar con unos fusiles hechos de palo, eran como 500 niños”.

Una conversación le ayudó a descubrir qué había sucedido con su hijo. “Apareció una niña a la orilla del caño donde yo estaba y le dije: sumercé, de casualidad usted conoce a Javier y le di las características de Javier, ella me miró con mucha tristeza y me dijo: vea señora, él no se llama Javier ahora es 'Abelardo' y está prestando la guardia”.

Pasaron algunos minutos y mientras esperaba, vio que un niño triste se acercaba cargando un fusil. “Vi a mi hijo que se acercaba a mí, vestido de policía, con un fusil que lo arrastraba por el piso; Javier era un niño muy pero muy risueño, él tenía una cara muy inocente y cuando yo lo vi, él ya no era él mismo y eso se me quedó grabado”, dijo.

“Él me vio y me dijo: ¿Mamá, usted qué hace aquí?, mamá, por lo que más quiera, no llore porque nos van a matar y si usted sigue llorando, nos van a matar”.

Añadió que “era tanto el terror que le habían metido a mi niño que él ya había aceptado las cosas y las asimilaba”.

Pese a estar en medio de un campamento guerrillero y estar en inminente riesgo, no tuvo miedo y decidió clamar por la libertad de su hijo.

“Me acerqué a un comandante que no me dio la cara y le rogué, le supliqué, le lloré, le grité que me entregara a mi hijo porque ya me habían matado a Jhon Jairo, de 5 años, y me contestó: No señora, usted ya no tiene hijo, ese niño no es suyo y si sabe lo que le conviene, váyase. Salí de ahí porque me tocó irme y dejar mi hijo sin poder voltear a mirar atrás, con el alma destrozada (…)”, afirmó.

En medio de la despedida “yo le dije: papito, si algún día Dios le da la oportunidad de volarse, acuérdese dónde lo voy a estar esperando y él me contestó: Mamá, por lo que más quiera, cállese porque me van a matar”.

Por el reclutamiento, la guerrilla asesinó al niño de cinco años, a la niña de once y a la adolescente de 17 años, todos hijos de Alicia; sin embargo, su hijo Javier pudo escapar con vida de la guerrilla.

Casos de pornografía infantil, abusos sexuales y abortos, son algunas de las conductas que habrían cometido varios de los entonces jefes del Estado Mayo de las extintas Farc.

Según el informe entregado por la Federación Colombiana de Víctimas de las Farc, las corporaciones, Rosa Blanca, Manos por la paz y Voces del secuestro, se destacan como presuntos autores 'Alfonso Cano', 'Iván Márquez', 'Jesús Santrich', 'Carlos Lozada', 'Pastor Alape' y Rodrigo Londoño, 'Timockenko'.

Fuente

Sistema Integrado de Información

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