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Desplazados de Chagüí se ubicaron el el colegio ITPC del casco urbano de Tumaco.
RCN Tumaco

Más allá de las frías estadísticas, de los censos que indican cuántas personas salieron desplazadas de un lugar, está la realidad de quienes abruptamente dejaron todo atrás para salvar sus vidas. Así le ocurrió a mas de 1100 familias que huyeron de las riberas del río Chagüí, por cuenta de la presión de los grupos armados organizados que delinquen en la zona.

Es el caso del profesor Vanis Quiñones, quien con mucho acierto sabe de dónde surge la problemática. “Angustioso, porque las familias están acostumbradas a sobrevivir en su territorio, a trabajar en sus fincas, pero salieron y dejaron todo allá. El problema radica en la presencia del cultivo de la coca, mientras eso este ahí el problema se va agudizar y no vemos voluntad del Gobierno para ayudarnos a salir de la problemática. No se sale de la coca con papeles y discursos, se sale dándole al campesino la oportunidad de cambiar el cultivo”, relató.

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Desde a vereda Las Brisas llegó Walter Romero, un hombre de 74 años que dejó sus cultivos de cacao y plátano. “Las Brisas está en unas malas condiciones porque todas las personas nos retiramos. Las personas nos retiramos del río, como consecuencia de la violencia. La mayoría estamos en Tumaco, pero lo que queremos es que el señor gobierno nos limpie el río, que nos saque esa gente que nos esta perjudicando", pidió.

Sostuvo que "no podemos entrar a los cultivos de pancoger por el miedo, usted sabe que una ‘tirotería’, que uno corra, que uno escuche por ahí, lo que nos toca es correr”.   

A sus 56 años, doña Rosa Quiñonez salió de Brisas del Carmen con ocho niños, entre hijos y nietos que, con ayuda de la gente de Tumaco, intenta que no les falte nada.

“Salí con ocho niños, una bebé de tres meses porque me dio temor de la balacera, es mi nieta pero ella no alcanzó a salir por la ‘plomacera’. Bienestar me aportó con un arrocito con leche para la bebé, pañal, ropita y bueno, aquí estamos bien porque nos tienen tapaditos, nos dan comidita, esperando que nos ayuden”.

Y es que la violencia no discrimina, por el contrario, afecta a todos. Como a Justo Celso Quiñonez, quien hace tres años está ligado a su silla de ruedas, esa que por poco se pierde en medio de la huida.

“Soy parapléjico hace tres años, Ando con una silla de ruedas. Pero la sillas se me desbarató porque era mucha la gente que corría. Gracias a Dios alcanzamos a salir y ahorita pues estamos aquí esperando a ver qué opción tengo de nuevo con la silla, porque allá donde vivimos hay una loma y con dos y tres personas que le ayudaron a mi papá, lograron sacarme de allá. De todas formas, ya se me dañó, tengo citas en Pasto y no sé cómo salir de acá, no hay plata”, relata.

El Instituto Técnico Popular de la Costa se convirtió en el albergue para 500 de las 3031 personas que llegaron de a vedas del río Chaguí. Comparten muchas cosas: colchonetas y cobijas, cocinan comunitariamente y tratan de que a nadie le falte nada, ni siquiera los vasos desechables que se lavan para que puedan rehusarse, como explicó Milena Preciado.

Porque pues no hay más vasos para toda la gente que están aquí, entonces tengo que lavar los vasos desechables porque no alcanzan y hay conmigo mucha gente, niños. Entonces, es muy duro porque llegamos ahí a la vereda y nos tocó salir por la noche. Ahí mismo la gente se metió en la tarde; nos tocó salir con los niños entonces para evitar ante el peligro".

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Por su parte, Jorge Castillo explica que por algunas de las inconclusas vías de la región del Pacífico salieron hombres, mujeres y niños, pero no lo hicieron por el río, porque estaba copado por los ilegales, que tampoco dejan llevar remesas a los que se quedaron.

“Mucha gente salió por allá. Salieron de las veredas de Palai, Alto Palma Real Chorrera, Negritos, salen por allá porque por el río Chagüí no los dejan bajar. Remesas no se les puede enviar a los que se quedaron, ellos están pasando hambre porque las tiendas no tienen nada. No pasan las remesas porque piensan que se las llevamos la enemigo. Nosotros queremos la solución de regresar a nuestro territorio, no queremos una libra de arroz para comerla aquí, lo que queremos es que nos dejen volver al territorio porque esta allá todo el trabajo tirado”, afirmó. 

El daño es mayor si se tiene en cuenta que esta es época de cosecha de cacao, producto que se pierde en medio del abandono obligado, como nos contó una mujer que prefirió mantener su nombre en reserva.

“Me fui a trabajar el cacao, el sembradío de plátano, a ver si se puede ubicarse uno bien allá. Es la época de cosecha pero para nosotros es una época de pérdida porque nos tocó salir corriendo y dejar todo botado, como tal se puede agarrar y si uno no lo pone a secar se pudre el cacao y se perderán las cosechas de plátano y cacao. A ciertas partes uno uno no puede ir, pero tampoco se puede porque no lo dejan de entrar al monte no sabemos si está minado”, relató.

En el colegio donde se refugian, los desplazados expresan su deseo de regresar, pero cuando les garanticen que podrán hacerlo en condiciones de seguridad porque, como dice el 'profe' Vanish Quiñoez, lo que importa es conservar la vida.

“Lo que más me preocupa es la seguridad. Los padres no podemos dejar nuestros hijos en medio de un combate de grupos armados ilegales. Tenemos que sacar a nuestros hijos a nuestros mayores del territorio. Y mientras no haya límite de seguridad, nosotros acá tenemos que aguantar hambre frío y nos toca estar acá. Primero está la vida y la integridad de las personas”, apuntó. 
 

Fuente

Sistema Integrado de Información

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