Cargando contenido

Ahora en vivo

Seleccione la señal de su ciudad

Una cruenta batalla lingüística, gramatical y ortográfica se escenificó en estos días en la tradicionalmente tranquila y pacífica Real Academia Española de la Lengua. Todo gracias a una minúscula línea o tilde que se le pone o no a una palabra. Se trata del vocablo “solo”, que ha dado mucho de qué hablar en los últimos tiempos.

La discusión no es nueva. Data, al menos, de finales del siglo pasado. La Real Academia ya se había pronunciado sobre este espinoso asunto en su “Ortografía de la lengua española” de 1999. “La palabra solo puede funcionar como adjetivo o como adverbio”, decía. Y agregaba, dejándole toda la carga de la responsabilidad al hablante o escribiente: “Cuando quien escribe perciba riesgo de ambigüedad, llevará acento ortográfico en su uso adverbial”.

También lo hizo, junto con la Asociación de Academias de la Lengua Española, en el “Diccionario panhispánico de dudas” de 2005. Para la Academia, “se trata de una palabra llana terminada en vocal, por lo que según las reglas generales de acentuación, no debe llevar tilde. Ahora bien, cuando esta palabra pueda interpretarse en un mismo enunciado como adverbio o como adjetivo, se utilizará obligatoriamente la tilde en el uso adverbial para evitar ambigüedades”.

Debo confesar que yo soy “tildista”, como se ha dado en llamar, puesto que no he dejado de acentuar gráficamente el vocablo “solo” cuando funciona como adverbio, es decir, cuando se puede reemplazar por solamente o únicamente. Por ejemplo, “sólo sé que nada sé”, como la máxima socrática. Distinto a cuando funciona como adjetivo, que no la lleva: ‘prefiero estar solo para leer a Sócrates’. Como es fácil deducirlo, en este caso significa en soledad, sin compañía. 

Tras la contienda ortográfica de estos días, que a la postre no fue tan cruenta y que se desarrolló en franca lid en la sede del supremo de la lengua en Madrid, muy cerca del Museo del Prado, del Barrio de las Letras y de la casa de Miguel de Cervantes, el director de la RAE, el jurista Santiago Muñoz Machado, sentenció de manera salomónica que no podrá considerarse falta ponerle tilde a la palabra y que esta consideración queda a discreción del emisor para evitar una posible anfibología.

Diacrónicamente, la palabra “solo” sólo se acentuaba cuando era adverbio y equivalía a solamente o únicamente. Sin embargo, una revisión de la “Ortografía de la lengua española” hecha en 2010 decretó la “pena de muerte” para el acento diacrítico, lo que produjo una insurrección liderada principalmente por escritores-académicos como Arturo Pérez-Reverte y Mario Vargas Llosa, que lo siguieron usando y para quienes el dictamen de estos días simboliza un triunfo.

Para dejarlo como constancia histórica y ortográfica, en el 2010 la Real Academia había resuelto: “La palabra solo, tanto cuando es adverbio y equivale a solamente (Solo llevaba un par de monedas en el bolsillo) como cuando es adjetivo (No me gusta estar solo), así como los demostrativos este, ese y aquel, con sus femeninos y plurales, funcionen como pronombres (Este es tonto; Quiero aquella) o como determinantes (aquellos tipos, la chica esa), no deben llevar tilde según las reglas generales de acentuación”.

De acuerdo con la “Ortografía de la lengua española”, “la tilde diacrítica es aquella que permite distinguir, por lo general, palabras pertenecientes a diferentes categorías gramaticales, que tienen, sin embargo, idéntica forma”. Tal es el caso del “solo” (adjetivo) o “sólo” (adverbio) del barullo gramatical en cuestión. Así, la Real Academia Española ha seguido intentando cumplir con su legendario lema: “Limpia, fija y da esplendor” a la  lengua.

Más allá del “solo”, porque no sólo del “solo” viven hablantes y escribientes, también debo confesar que soy partidario de las tildes diacríticas de los demostrativos cuando funcionan como pronombres: este (éste), ese (ése), aquel (aquél), etc. Espero no estar solo en esta cruzada. Otro día hablaremos de ello. La belleza, profundidad y claridad de la lengua española dependen de todas estas variables, que se deben usar para expresar con mayor lucidez, sindéresis y brillo el pensamiento, las emociones y los sentimientos del ser humano. 

Tal como empecé esta columna, he terminado solo frente a mi computador. Sólo les quería contar esto.

Fuente

Sistema Integrado Digital

Encuentre más contenidos

Fin del contenido.