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En Bogotá se busca incentivar la lectura de los capitalinos.
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Evelio Rosero asegura que la tarea de escritor se podría asimilar a la de una especie de médium que recibe e interpreta voces que vienen de muy lejos, mientras que Ricardo Silva cree que un narrador está entrenado para interpretar las voces que están en el aire, pero baja del pedestal el oficio para asegurar que se le parece “a cualquier trabajo de oficina”. 

Por su parte, la escritora Yolanda Reyes asegura que quien escribe se reta siempre a encontrar esa voz interior que produce placer y pugna por abrirse un camino, incluso cuando las señales que se producen afuera indican otra cosa.
Y claro que se requiere talento, pero sobre todo, la disciplina que incluye pagar “el impuesto de silla” y como no, tener en cuenta las realidades sociales del momento.

Esa constancia que se parece a la definición de la minicuentista argentina Ana María Shua que alguna vez aseguró que la literatura debe parecerse al fútbol, entendiendo que “hasta Messi entrena”.

Silva insiste en que el oficio de escribir obliga a entrenar la cabeza para estar alerta de todas las cosas, aunque todo parezca cuestión de musas, contactos mágicos y hasta de buena suerte.

Ir explorando los caminos que la escritura va indicando, planear algo y estar atento a los giros insospechados que la construcción de personajes e historia van indicando.

“Lo que yo siento cada vez que me vuelvo a sentar a escribir es que siempre se está empezando de cero. La experiencia siempre sirve para estar en dominio, pero empezar siempre es empezar”, reitera Silva.

Sentir que el contexto y las historias globales son una influencia permanente para el oficio y que es necesario ahora estar en conexión con los nuevos tiempos y las nuevas maneras atadas inevitablemente a las nuevas tecnologías.

La escritora Yolanda Reyes insiste en que los tiempos cambian y muchas fronteras se han derribado en el mundo y por ello es necesario romper los esterotipos en es eterno ejercicio de no encasillarse, y para que en su caso, no digan que es exclusivamente una escritora de literatura infantil.

Ha explorado muchas vertientes del ejercicio intelectual y revestida de esa experiencia insiste en que “la literatura es literatura”, que no se le puede encasillar en lo infantil y que independientemente del tono y del tema, “todo se construye con palabras, las historias, los artefactos de palabras hechos poesía, los libros que indagan sobre la realidad”, asegura.

Ir entre la incertidumbre y la paciencia, como en el caso de Evelio, quien asegura que  “durante el ensamblaje de una novela, una obra, su escenario, sus personajes, ocurren cosas muy imprevistas”.

Ir develando la técnica para contar y llegar a la conclusión que en el caso de Rosero “la construcción de un personaje es consecuencia de dos, o tres o muchos más seres humanos que uno conoció desde niño o de conversaciones oídas al azar”.

 Entender, como asegura Yolanda Reyes, “que las historias de la humanidad están arraigadas en las mismas emociones” y que de alguna manera en todo lo que se escribe hay un puente invisible entre la fantasía y la realidad.

La eterna pregunta en el sentido de si lo relatado en las novelas y los cuentos ocurrió en la realidad y concluir, como lo asegura Rosero, que parte de sus historias surgieron de testimonios oídos, de recortes de periódicos e historias contadas por sus propios protagonistas.

Los escritores Rosero, Silva y Reyes nos acercan a sus rutinas, su esfuerzo creador y esos personajes cargados de realidad, de desgracias, de música y amores infinitos.

 

 

Fuente

Sistema Integrado Digital

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