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El proyecto busca concienciar a la población sobre la cantidad de residuos que se producen en el mundo.
El proyecto busca concienciar a la población sobre la cantidad de residuos que se producen en el mundo.
AFP

Unos jóvenes japoneses, sentados a la mesa de un café, se divierten haciéndose selfis. Una escena bastante común, salvo que, detrás de ellos, se aprecia un montón de basura en el que se hunde una garra mecánica.

Tenían ganas de tomar algo el viernes por la noche y eligieron un lugar bastante inusual: una planta de tratamiento de residuos equipada con una incineradora. 

Este bar efímero llamado Gomi Pit, del japonés "gomi" (basura) y del inglés "pit" (fosa), fue ideado por las autoridades locales para dar a conocer su equipamiento último modelo y concienciar a los tokiotas de la cantidad de residuos que producen. 

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El contraste es sobrecogedor: la impecable sala ubicada en lo alto de este edificio de Musashino, en el oeste de la capital, donde decenas de personas pican un aperitivo y beben cócteles está separada por un simple cristal de un pozo en el que toneladas de basura esperan a ser quemadas. 

A intervalos regulares, un enorme brazo articulado baja y agarra, de entre el montón, la mitad de una bolsa Ikea, una corbata, trozos del relleno de un cojín, papel rasgado y todo tipo de bolsas de plástico.

Las pinzas se abren y sueltan lo que llevan para mezclarlo antes de que acabe consumido de la forma más homogénea posible en la incineradora. El año pasado, aquí se trataron unas 27.000 toneladas de basura, hasta 120 toneladas al día.

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"Es bastante sorprendente", comenta Isao Tomioka, de 49 años, contemplando este espectáculo junto a sus dos hijas, de seis y cuatro años, pegadas al cristal. Tomioka, que vive en el barrio, afirma que vino con sus hijas porque le preocupa el impacto que tendrá la basura para su generación. 

"Hay restos que no pueden ser incinerados y tienen que ser almacenados en alguna parte y eso es una herencia negativa de nuestra generación", afirma.

El barrio Musashino exige a sus habitantes que separen cuidadosamente su basura en varias categorías, una práctica muy extendida en Japón. También hay que pagar por las bolsas de basura recogidas, una manera de animar a reducir la cantidad. Pero las autoridades locales esperan que mostrar la acumulación de residuos sea todavía más eficaz a la hora de concienciar a los ciudadanos.

"Muchos visitantes expresaron su sorpresa, afirmando que no tenían ni idea de cómo se trataba la basura que producen", apunta Ayana Seki, una responsable del departamento local de Medio Ambiente. "Muchas personas también nos dijeron que se quedaron estupefactas cuando constataron esas cantidades, mientras que cada hogar solo tira una bolsa o dos". 

Tomioka asegura que ahora sigue escrupulosamente las reglas de separación de las diferentes materias, bien indicadas en los envases o las botellas en Japón. El hecho de haber visto como funcionaba una incineradora lo empujó a hacer más: "querría reducir mi consumo", dice.

"Me encanta cocinar, es uno de mis pasatiempos favoritos. A partir de ahora, intentaré reducir los desperdicios, lo decidí tras haber visto eso".

Gomi Pit es temporal, pero la planta Musashino Clean Centre abre a los visitantes todo el año y está pensada para animar a la gente a visitarla, según Seki. Cuando se diseñó el centro, inaugurado en 2017, la idea era hacer de este un lugar positivo para evitar reacciones hostiles. 

Todos los sectores tienen un letrero en japonés y en inglés y la sala de control está acristalada por un lado, para que los visitantes puedan ver a los técnicos activando a distancia el brazo mecánico y supervisando todas las operaciones. 

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Una de las ventanas del edificio es una pantalla táctil que informa sobre la temperatura de la incineradora y la cantidad de residuos consumidos al día. 

La construcción de la planta costó 10.000 millones de yenes (80 millones de euros según el curso actual), y su funcionamiento costará la misma suma durante 20 años. 

"Está limpísimo aquí y no huele a nada", exclama Yukiko Ota, ama de casa de 49 años. Le sorprende que lo que no se puede quemar acabe siendo enviado a otras partes del país. 

"Imponemos esta carga a otra ciudad. Deberíamos intentar reducir la cantidad de detritos que producimos" añade. 

Fuente

AFP - Sistema Integrado Digital

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