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Jair Bolsonaro
Jair Bolsonaro, presidente electo de Brasil.
Foto: AFP

El ultraderechista Jair Bolsonaro gobernará con los sectores más conservadores de Brasil y un libreto que desempolva el anticomunismo de los años 60 y mezcla a militares y evangelistas con una versión remozada de los "Chicago Boys".

El coctel ideológico conservador que plantea el capitán de la reserva del Ejército que asumirá el poder este 1 de enero también entierra el llamado "presidencialismo de coalición", que funcionó en el país durante tres décadas y colapsó con la elección de Bolsonaro.

A diferencia de sus antecesores, que distribuyeron el poder entre diversos partidos a fin de garantizar la gobernabilidad y los votos en el Congreso, Bolsonaro apuesta por la llamada "meritocracia" los valores conservadores que, en su opinión, están arraigados en la sociedad y encarnan sobre todo las Fuerzas Armadas.

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De hecho, Bolsonaro tendrá al general de la reserva Hamilton Mourao en la vicepresidencia; y a cinco miembros de las Fuerzas Armadas, una pastora evangelista, un juez reconocido por su combate contra la corrupción y a empresarios del campo en su gabinete.

El fuerte contenido religioso, el "orden social" que prometen los militares y el anticomunismo están presentes en todos los sectores de la derecha que respaldan al nuevo presidente, pero también hay serias diferencias entre los grupos que llegan al Gobierno, en los que se identifican claramente cinco tendencias.

En lo religioso, convivirán con Bolsonaro los católicos y los más radicales evangelistas, que representan corrientes antagónicas de la fe y que desde hace décadas se disputan en los templos las creencias de los brasileños, en los últimos tiempos con clara ventaja para los neopentencostales, que ganan terreno cada año.

Otra derecha está constituida por el sector militar, que además del propio Bolsonaro y del vicepresidente Mourao aporta al Gobierno cinco ministros de las Fuerzas Armadas y otros cuatro que han estudiado o trabajado en un Ejército históricamente nacionalista.

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El conservadurismo parlamentario lo encarna el partido Demócratas (DEM), que tendrá tres ministros en el gabinete de Bolsonaro. Uno de ellos, Onyx Lorenzoni, ocupará la cartera de la Presidencia, que controla los resortes del poder y las relaciones con el Parlamento. Pero Lorenzoni es investigado por sospechas de "caja B", lo que puede disminuir su poder de persuasión política.

Además, en el nuevo Congreso, renovado también en las elecciones de octubre, el DEM tendrá apenas 29 de los 513 diputados, aunque podrá sumar entre otros 200 parlamentarios de centro y derecha, frente a una oposición de izquierdas que tendrá unos 140 escaños.

La economía estará bajo responsabilidad de Paulo Guedes, un fiel representante del ideario de Milton Fridman, formado en la Escuela de Chicago y partidario de una liberalización total que contrasta con el nacionalismo del sector militar y del propio Bolsonaro.

Guedes, de quien el nuevo presidente ha dicho que tendrá "carta blanca", ha propuesto una ambiciosa apertura al capital extranjero, impopulares ajustes fiscales y privatizaciones que incluyen hasta sectores de la petrolera Petrobras, hasta ahora intocable y que en el imaginario nacional es "de todos" los brasileños.

Una quinta tendencia conservadora proviene del Poder Judicial, es nueva en la política brasileña y la encarna el juez Sergio Moro, que ganó fama como responsable de la operación Lava Jato, que llevó a la cárcel por corrupción a decenas de políticos, entre los que figura el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva.

Moro será ministro de Justicia y Seguridad y ha llamado para los principales cargos de ese despacho a comisarios y fiscales con los que trabajó en la Lava Jato y que, como él, se oponen al garantismo que prima en el Poder Judicial y domina la Corte Suprema.

Según los analistas, el destino del Gobierno de Bolsonaro, que representará una experiencia inédita en la democracia brasileña por su talante ultraconservador, se jugará en la convivencia armónica de esas derechas, unidas por "valores" pero distanciadas en la praxis política y hasta en algunas visiones filosóficas del mundo.

Fuente

EFE

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