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Erupción del volcán Taal en Filipinas
AFP

Cuando el volcán Taal, situado a 65 km de la capital, entró en erupción el domingo, miles de habitantes tuvieron que abandonar a toda prisa su ganado y la mayoría de sus posesiones.

"Nuestras vidas dependen de nuestros caballos, son los que nos permiten vivir", dice a la AFP Alfredo Daet, un propietario de 62 años después de llevar a tres de sus animales a tierra firme.

El volcán Taal, que se encuentra en medio de un lago de cráteres, es uno de los más activos en un archipiélago que es una zona de intensa actividad símica debido a su emplazamiento en el Cinturón de fuego del Pacífico.

Aunque los vulcanólogos que trabajan para el gobierno la han clasificado como "zona de peligro permanente", los habitantes están autorizados a vivir en esta isla y los turistas a visitarla.

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Desde la erupción del domingo, se han hecho llamados para impedir, de una vez por todas, que la gente viva en esta isla.

"Recomiendo fuertemente que cumplamos la propuesta de que ... El Taal sea declarado 'tierra de nadie'", declaró a la prensa el martes el ministro de Defensa filipino, Delfín Lorenzana.

Descienden del barco asustados y cubiertos de ceniza. Los pequeños caballos rescatados de la erupción del volcán filipino Taal, fueron salvados por sus propietarios, que regresaron a la isla para evacuar a sus preciosos animales.

Más de una decena de entre ellos fueron llevados fuera de la isla volcánica en pequeñas embarcaciones, hasta la ciudad de Balete, en la orilla del lago Taal, al sur de Manila.

Estos caballos, que transportan a los turistas hasta la cima del volcán, son el principal sustento de los pequeños emprendedores de la isla.

En la isla hay centenares de caballos y cada vez que transportan a los turistas que quieren admirar la mágnifica vista desde lo alto del volcán reportan a su propietario 7 dólares por cabeza.

En un país donde millones de personas viven con menos de dos dólares al día, esta fuente de ingresos no es en absoluto despreciable.

Muchos animales, en particular vacas y cabras, que viven en la isla perecieron tras la erupción mientras miles de habitantes abandonaron la isla por temor a una erupción de gran amplitud.

Al volver a casa para salvar a sus animales, y con ellos su principal fuente de ingresos, los propietarios ignoraron la orden de evacuación poniendo en riesgo sus propias vidas.

"Si dejamos los caballos morir (en la isla), seremos nosotros los que al final perderemos", explica a la AFP otro propietario, Pejay Magpantay, tras salvar a 11 de sus 14 animales.

Desde 1572, ha entrado en decenas de ocasiones en erupción, aunque la más letal tuvo lugar en 1911.

Este año, unas 1.300 personas murieron y las cenizas fueron proyectadas hasta Manila.

Su última gran erupción remonta a 1977.

Fuente

AFP

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