Suicidio de Alan García: el expresidente acorralado por el caso Odebrecht
Dos veces presidente del Perú, era uno de los estadistas más hábiles. Se vio acorralado por la red de corrupción de Odebrecht.

El cerco de la investigación Odebrecht comenzó a estrecharse de manera apremiante sobre el expresidente Alan García a finales del año pasado, cuando fracasó en su intento de conseguir asilo en Uruguay para eludir la investigación de la Fiscalía por supuesta corrupción.
En noviembre había ingresado a la embajada uruguaya en Lima, donde solicitó asilo alegando "persecución política", pero Montevideo rechazó su pedido y, al cabo de 16 días, tuvo que regresar a su casa.
Fue la primera vez en una fructífera carrera política de cuatro décadas que el líder socialdemócrata peruano, que en el momento de su muerte era muy impopular en su país, enfrentaba aprietos judiciales.
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La presión de la Fiscalía lo mostró varias veces desencajado ante los periodistas, a los que retó a demostrar sus supuestos delitos. Nacido en Lima el 23 de mayo de 1949, su vida familiar fue azarosa. Padre de seis hijos de tres relaciones diferentes, también tenía un nieto. Estuvo residiendo hasta el año pasado entre Lima y Madrid, donde vivía su actual pareja con su hijo menor.
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Sobreviviente de la impopularidad
Pero a pesar de la impopularidad que arrastró luego del desastre económico de su primer gobierno (1985-1990), ganó la presidencia nuevamente en 2006 al frente del socialdemócrata APRA, el partido más antiguo y sólido de Perú.
En 2006, su reelección se pudo explicar porque tuvo como rival en segunda vuelta al militar nacionalista Ollanta Humala, identificado con el entonces gobernante venezolano Hugo Chávez. García fue el mal menor, dijo entonces el premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa.
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Los analistas consideraron que su resurrección política se debió, además, a sus extraordinarias cualidades como candidato, que le permitieron contrarrestar los fantasmas de su primer gobierno y mostrarse como alguien más reposado y sin esos arranques impulsivos que llevaron a que alguna vez lo llamaran "Caballo Loco".
"Sólo Dios y los imbéciles no cambian", señaló García para reforzar su mea culpa y su metamorfosis al dejar de ser promotor de la intervención estatal en la economía y abrazar el libre mercado.
Su primera gestión había dejado una nación en una profunda crisis económica y moral. Su política económica estuvo marcada por un severo control del tipo de cambio, la estatización de la banca y una inflación anual de más de 7.600% en 1990.
Exilio y regreso
Por otro lado, la violencia terrorista del grupo maoísta Sendero Luminoso alcanzó sus picos durante su primer gobierno, que fue acusado tanto de ineficiencia como de excesos en la lucha antisubversiva, incluso con la formación de escuadrones de la muerte.
Pero estas acusaciones, al igual que los cargos de corrupción que quiso atribuirle el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quedaron en nada.
Perseguido tras el autogolpe de estado de Fujimori en 1992, García pidió asilo en Colombia y luego en Francia, regresando a Perú en 2001 cuando todas las acusaciones en su contra habían prescrito.
En su segunda presidencia, de 2006 a 2011, se adaptó a la vigente economía neoliberal de la que había renegado en su primer gobierno y logró borrar los malos recuerdos que dejó.
No obstante, la sombra de la corrupción lo siguió persiguiendo, al igual que entonces. Las encuestas venían mostrando en los últimos meses que Alan García era el político más impopular de Perú, con un rechazo de 80%.
AFP