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Acompañados de su maletas y cobijados para combatir el frio de l zon de frontera, los venezolanos asumen el reto de evitar que la normatividad en el Ecuador, los aleje de sus sueños.
Alejandro Rosero Montenegro

Tras la medida adoptada por el Gobierno ecuatoriano de solicitar el pasaporte para los extranjeros que ingresan a su país, la frontera entre los dos países se ha visto colapsada por la masiva llegada de migrantes venezolanos, que buscan llegar hasta Perú y Chile. 

Después de que las sedes de Migración Colombia y Ecuador se vieran abarrotadas de ciudadanos venezolanos intentado ingresar al vecino país, antes de la entrada en vigencia de la norma que obliga a estas personas a presentar el pasaporte, para realizar su ingreso al hermano país,  este martes el panorama estuvo mas tranquilo.

Del lado colombiano podrían contarse unas 300 personas, mientras que del lado ecuatoriano la cifra podía llegar a las 500, un número mínimo, sí se tiene en cuenta que el viernes pasado se calculaban por lo menos 10 mil personas transitando por este mismo paso.

Johny Diaz, un chef y empresario del estado venezolano Portuguesa, salió hace 15 días  de su casa, dejó todo, vendió su casa, su carro y en le camino fue dejando sus pertenecías más personales para llegar hasta la frontera.

“Es duro, muy duro dejar todo, pero en las circunstancias que vivimos en Venezuela era la única alternativa, vendí todo, mi casa y mi carro para completar el pasaje y en el camino, vendí  mi reloj, mis zapatos, mis chaquetas, todo para cumplir este sueño”, dice el venezolano mientras a sus pies esta un maletín de color negro en la cual, asegura, sólo le queda su ropa.

En la cola del lado colombiano se destacan varios grupos familiares, bajo una carpa de la policía dos mujeres y una niña cuidan de un grupo de maletas, en las que se nota que el viaje ha sido duro, están manchadas, deterioradas y sin embargo, son el principal tesoro de estas personas.

“Tenemos tres semanas de viaje, desde Villa del Rosario, ha sido duro pero nos han colaborado en Colombia”, dice Maryuri, una de las jóvenes mujeres que espera tener la misma suerte en el lado ecuatoriano.

La frontera del lado de Ecuador.

Cuando llegamos a Ecuador, un grupo importante de venezolanos, apenas comenzaba su día, hacía las 8 y 30 de la mañana se despiertan, toman sus pertenencias y se unen a otros para decidirse a caminar las carreteras de Ecuador, inicialmente hasta Tulcán y de ahí a donde puedan.

“Estamos aventurando, varios de nosotros no tenemos sellado el pasaporte, pero nos vamos juntos y pidiendo ayuda a los medios para que nos permitan avanzar”, dice Jorge Briceño, un joven que arropado con una cobija de niños intenta combatir el frío que se siente  en Rumichaca.

La muestra fehaciente de la difícil situación de estas personas la entregó Neomar Sánchez, un hombre alto, fornido, que esta agazapado bajo una chaqueta azul y un gorro de lana gris, su mano nos saluda envuelta en unos guantes.

“Yo manejaba una gandola, lo que aquí llaman una tractomula, espero llegar a Perú, poner mis papeles al día y trabajar en los mismo, pero no ha sido posible, llevo 4 días esperando que me sellen el pasaporte, yo no voy a aquedarme en Ecuador, quiero llegar a Perú, pero no me lo permiten”, asegura con la voz entrecortada. 

Son cientos de historias las que se encuentran en la frontera. El puente internacional de Rumichaca se convierte en el espacio en el que los sueños de los venezolanos caminan a la par de sus pasos, buscando un futuro lejos de su hogar.

Fuente

Sistema Integrado de Información

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