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PAPÁ DE DIMAR TORRES
Colprensa

Por primera vez, los excombatientes de la guerrilla de las  Farc relataron ante la Comisión de la Verdad los hechos que se han presentado después de la firma del acuerdo de paz. 

En la diligencia, los excombatientes indicaron que pese a que se comprometieron con la paz y cumplir lo acordado, los están asesinando de manera selectiva, ante la indiferencia de los colombianos.

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Antes empuñaban las armas pero renunciaron a ellas por el sueño de la paz, ahora son víctimas de lo que consideran el exterminio.

“Escuchamos todas las voces”, esas palabras adornaban el escenario en el que Luz Marina Giraldo, esposa del exguerrillero Alexander Parra -asesinado el 24 de octubre de 2019, dentro del espacio territorial de capacitación y reincorporación del Meta- comenzaba su relato de dolor y angustia. 

“Hoy hablo no solo por mi esposo que fue asesinado, sino también por todos los hombres y mujeres que creyeron en la paz y los han matado. Nosotros, los que vivimos la guerra, sabemos que ese no es el camino”, dijo.  

Con fuerte voz relató cómo el temor y la zozobra se instalaron en su casa. 

“Ese miedo que sentíamos cuando portábamos las armas mientras estábamos uniformados en la selva a la espera de que en cualquier momento ocurriera un enfrentamiento y muriéramos, es el mismo miedo que sentimos hoy, cada vez que salimos de nuestra casa”, reseñó. 

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Giraldo aseguró que dentro del espacio territorial de capacitación y reincorporación no hubo protección para los exintegrantes de las Farc.

“Creíamos que allá íbamos a estar protegidos pero no fue así, en el comedor de mi casa, jugando ajedrez, indefenso fue asesinado mi esposo. ¿A quién le reclamo si no al incumplimiento del acuerdo de paz? (…) el pueblo colombiano debe apropiarse de esto y debe exigir su cumplimiento, solo así podemos ver realizado el acuerdo. No lo hagan por mí, háganlo por sus hijos, por su familia”, dijo con voz enérgica. 

A Luz Marina Giraldo le duele la indiferencia de los “buenos” 

“Nos mata la indiferencia esa misma que le genera al pueblo colombiano que si es un excombatiente, se lo merece porque me lo dijeron: -qué esperaba si su esposo era un terrorista; eso duele y no se vale (...)”, afirmó. 

El crimen de Dimar Torres

El auditorio se silenció cuando se escuchó la voz de José Manuel Torres, un hombre de 74 años que tuvo que sepultar a su hijo, el exguerrillero Dimar Torres. 

El 22 de abril se cumple un año del crimen por el que están siendo procesados los soldados Cristian David Casilimas Pulido, Yorman Alexander Buriticá Duarte William Alarcón Castrillón y el coronel retirado Jorge Armando Pérez Amézquita. 

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A raíz del asesinato fue condenado a 20 años de prisión el cabo del Ejército, Daniel Eduardo Gómez. 

Papá de Dimar Torres

Cerca de 150 personas escucharon atentamente la narración de José Manuel Torres, quien recordó cuando le tocó transporse por primera vez en un avión para llegar a Bogotá para hablar sobre cómo la vida le cambió cuando asesinaron a su hijo. 

A mi hijo no solo lo asesinaron, lo acabaron (...) estaban cavando el hueco cuando un amigo de la comunidad, los encontró”. 

Luego de pasar cuatro años en la cárcel y de firmar el acuerdo de Paz, Dimar le prometió a su papá que cambiaría para siempre. Sin embargo, esa promesa quedó a la mitad. 

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“Él me dijo: -Papá estoy contento tengo mi libertad (...) voy a salir adelante, voy a sembrar cacao, papa, yuca, plátano y lo voy a ayudar, no quiero que siga trabajando usted debe descansar, quiero que mi mamá también este bien - él nos mantenía con el trabajo de sus manos”, afirmó. 

La vida cómo la conocía cambió luego del asesinato. Su esposa (madre de Dimar) se aisló voluntariamente en Bucaramanga (Santander), donde mantiene en silencio mientras su alma grita. 

Luego del crimen las amenazas continúan. A sus 74 años tiene miedo.  

“El militar que mandó a matar a mi hijo habló y dijo que cómo había asesinado a Dimar, acabaría con la familia y todos los Torres, nosotros nos encontramos amenazados”. 

En entrevista con RCN Radio añadió que “si yo resultó muerto en mi vereda, van a decir que un soldado fue quien me mató”. 

Mientras conversábamos se miraba sus manos grandes, llenas de cayos de haber labrado la tierra toda su vida. Se tocaba el rostro y en medio del dolor, sonreía con la amabilidad que tiene la gente del campo colombiano. 

Aunque enterró a su hijo hace once meses, no hay lugar para el odio en su corazón. 

“A los que mataron a mi Dumar les digo, que deben aprender a respetar la vida de las personas porque somos hermanos con distintos apellidos pero con la misma sangre; Ojalá ellos no tengan que pasar por lo que yo estoy viviendo”. 

El desplazamiento forzado también tocó las puertas de quienes dejaron las armas para iniciar una nueva vida, esa es la historia de Manuel Antonio González Benítez, quien tuvo que salir del espacio territorial de capacitación y reincorporación de Santa Lucía en Ituango (Antioquia). 

“Por solamente preguntar ¿por qué el Ejército y la Policía, no estaban cubriendo los espacios que nosotros había dejado?, si eso representaba que el conflicto siguiera”. 

Añadió que, “fuerzas oscuras me amenazaron asegurando que a partir de ese momento, me había convertido en objetivo militar y por eso, tuve que dejar a mis comunidades y a mi familia”. 

También tuvo que soportar el asesinato de su hijo 

“Me asesinaron a un hijo que había estado los últimos años en la confrontación armada, Manuel González de 31 años”, recordó.  

Una de las voces que más retumbaron en la Comisión de la Verdad, fue la de Catherin Avella Daza, defensora de los derechos humanos y  promotora de prevención de las violencias basadas en género en el espacio territorial de capacitación y reincorporación de Caño Indio, en Tibú, (Norte de Santander).

Su discurso pareció un canto de dolor por los 188 excombatientes asesinados pero también, por los líderes sociales que son asesinados a menudo en Colombia

“En mi casita de asbesto todos los días me levanto temprano a preparar mi café y prendo el radio entre las primeras noticias que escucho es:  -asesinaron a un líder, asesinaron a un excombatiente, a una exguerrillera y entonces me tomo mi café mezclado con el sabor amargo de mis lágrimas porque siento el dolor inmenso de cada compañero que cae (...)”, afirmó.  

También le hizo una invitación a los colombianos 

“Quisiera que por un minuto se colocaran en nuestros zapatos. En el de la viuda, en el hijo huérfano, en el del padre que le mataron a un hijo. Que se pongan en los zapatos de esas comunidades que nada tienen”. 

Desde la firma del acuerdo de paz han sido asesinados 188 exguerrilleros sin embargo, siguen creyendo en un país sin violencia armada y piden que se cumpla todo lo pactado.

Fuente

RCN Radio

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