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Álvaro Gómez Hurtado y el vehículo en que se movilizaba cuando fue asesinado, el 2 de noviembre de 1995 en Bogotá
Álvaro Gómez Hurtado y el vehículo en que se movilizaba cuando fue asesinado, el 2 de noviembre de 1995 en Bogotá
Fotos de Colprensa

Pocos días después del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, el informante de la Dijín, Carlos Alberto Lugo Álvarez aseguró que tenía información clara y precisa de tres personas que habrían participado en la planeación y ejecución del asesinato del dirigente político conservador.

Lugo Álvarez se presentó ante la comisión de la Fiscalía General que se encontraba en Sincelejo (Sucre) y señaló que Héctor Paul Flórez Martínez, Manuel Mariano Montero Pérez y Flaminis de Jesús Tovar, tres jóvenes oriundos de ese municipio, habían hecho parte del plan para acabar con la vida del excandidato presidencial.

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Con este dato las autoridades capturaron a finales de noviembre de 1995 a estos tres jóvenes. Pese a que desde un principio manifestaron su inocencia indicando que para el momento del crimen (2 de noviembre de 1995) se encontraban en Sincelejo en un funeral la Fiscalía General los cobijó con medida de aseguramiento en centro carcelario.

En la medida fue fundamental la versión del informante quien aseguraba que estas personas le habían reconocido haber planeado y ejecutado el crimen de Gómez Hurtado. 

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El informante intentó cobrar de esta forma la recompensa de 2.000 millones de pesos que ofrecía el gobierno de Ernesto Samper por información que permitiera identificar a los implicados en este magnicidio. 

Sin embargo, 19 años después, Lugo Álvarez reconoció que todo lo que había dicho en esa oportunidad había sido mentira. El informante fue sentenciado a 12 años de prisión por su responsabilidad en los delitos de falso testimonio y fraude procesal. 

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"Toda esa m... me la inventé (...) Ellos nunca me han dicho nada de esa vaina (...) Ellos a ese viejo no lo mataron", le aseguró el informante a la Fiscalía General, reconociendo que tenía una rencilla personal con uno de los acusados y por eso lo señaló.

Las autoridades nunca le pagaron la recompensa a Lugo al considerar que ya había quedado demostrado que había faltado a la verdad en el marco de la investigación. Esta versión falaz fue clave para desviar el caso. 

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